Por fin pasaron ya las elecciones americanas, que nos han dado –y aún siguen dando- una monserga atroz, como si nos fuera en ello la vida. Todos los medios informativos –televisivos, radiofónicos e impresos-, ocuparon durante días y más días amplios espacios informativos sobre este asunto. Incluso las televisiones llegaron a dar en directo los debates de los candidatos, lógicamente en inglés, como si los españolitos supiéramos todos la lengua de la Gran Albión, o pudiéramos votar en tales comicios. Pero no solamente el hecho se ha producido en España, sino que ha sido común a muchos países de Europa, al menos que me conste de manera cierta, a Francia y al Reino Unido, porque lo he visto a través de los canales internacionales de sus televisiones. Además todas las informaciones en todos los medios tenían el mismo sesgo: descaradamente a favor de Obama, salvó aquí, en Libertad Digital, donde los autores del blog “Democracia en América”, han mantenido una posición contraria o más equilibrada. El vendaval “obamita” ha sido una característica, en esa campaña electoral, de la gran mayoría de los medios informativos norteamericanos, sobre todo de los más poderosos, los mismos que habían machado anteriormente el prestigio de Bush –la historia le hará justicia como “misionero” de la democracia y la libertad mundo adelante- e intentaron despellejar a la valerosa Sarah Palin, mujer de principios sólidos y coherentes. Pero allí, en EE.UU. estaba en juego la carrera presidencial, sin embargo, ¿cuál podía ser el interés de los medios informativos europeos metiendo baza en una pelea electoral externa en la que nada podemos decidir? A mi juicio sólo caben dos explicaciones: o los medios se han dejado llevar por una estupidez contagiosa, o hay gato encerrado de origen político-masónico. La primera hipótesis es muy plausible en el mundo informativo, por aquello de no dejarse pisar ninguna noticia, aunque sea una tontería o algo que a la inmensa mayoría del público le tenga sin cuidado, como esto de las elecciones americanas, que sólo interesaban a ciertos políticos o a los especialistas en asuntos internacionales. Pero la estupidez es muy contagiosa, de manera que la estulticia de unos contamina rápidamente a los demás, y acabamos repitiendo todos la misma tontería, hasta que llega el niño de la fábula y advierte, contra la opinión general, que el rey está desnudo. Aunque también ha podido ocurrir que determinados obradores opacos de manipulación social, estuvieran interesados en crear un clima pro-Obama, no solamente en EE.UU., sino en el resto del mundo, particularmente en Europa, para trasmitir la sensación general de que los europeos al menos, preferían al morenito para mantener unas buenas relaciones entre ambas orillas del Atlántico. En todo caso, ¿quién ha movido los hilos mediáticos de la vieja Europa, para provocar esa tremenda inflación “obamita”? Según mis noticias, procedentes de muy buena fuente, Obama es grado 32 de la “masonería negra” o Logia Africana, o también Logia de Prince Hall, fundada por el pastor protestante del mismo nombre en Boston el año 1775, que al parecer tiene unas 4.500 logias repartidas por todo el mundo y unos 300.000 miembros. A ella perteneció Martín Lutero King, referente espiritual de Barack Obama. Yo ya sé, que esto de la masonería y sus maniobras subterráneas, trae al fresco a la generalidad del personal, incluidas personas muy significadas en el campo político y católico, que toman a chacota, rememorando a Franco, eso de la “conspiración judeo-masónica”. Judeo, no creo, desde luego, pero masónica, no afirmaría lo mismo. Si me fuera permitido recomendaría, a los que se ríen de estas cosas, que leyesen el libro que acaba de publicar LibrosLibres con el título Yo fui masón, del médico francés, Maurice Caillet. Léanlo y ya me dirán, los escépticos, si toda la parafernalia mediática ha sido únicamente un contagio estúpido, que no descarto, o una gran maniobra manipuladora producto de la fraternidad masónica universal, como sospecho. Y ahora vendrán las consecuencias en materia de aborto, “matrimonios” homosex y compañía, tan del gusto de los personajes con mandil. Al tiempo me remito. Vicente Alejandro Guillamón