En su última entrevista, la que concedió al "Corriere della Sera", el Papa Francisco ha revelado que ha acordado con Joseph Ratzinger un nuevo papel para el "Papa emérito", sin precedentes en la historia de la Iglesia:
"El Papa emérito no es una estatua de museo. Es una institución, a la que no estábamos acostumbrados. Sesenta o setenta años atrás, la figura del obispo emérito no existía. Eso vino después del Concilio Vaticano II, y actualmente es una institución. Lo mismo tiene que pasar con el Papa emérito. Benedicto es el primero y tal vez haya otros. No lo sabemos. Él es discreto, humilde, no quiere molestar. Lo hablamos y juntos llegamos a la conclusión de que era mejor que viera gente, que saliera y participara de la vida de la Iglesia. […] Algunos hubiesen querido que se retirara a una abadía benedictina muy lejos del Vaticano. Y yo pensé en los abuelos, que con su sabiduría y sus consejos le dan fuerza a la familia y no merecen terminar en una casa de retiro".
Dicho y hecho. Pocos días después, ha salido publicado un libro con un texto inédito de Benedicto XVI. Y no se trata de un texto cualquiera, sino de un juicio que el penúltimo de los Papas – reinando su sucesor – pronuncia sobre su predecesor, Juan Pablo II. Un verdadero y proprio juicio público, no sólo sobre su persona, sino sobre las líneas fundamentales de ese memorable pontificado, en el que realza aspectos que no pueden no ser comparados con la situación actual de la Iglesia.
Algunos medios de comunicación, al dar la noticia de este texto del "Papa emérito", han resaltado el pasaje en el cual él relata cómo, en la primera fase del pontificado de Karol Wojtyla, se afrontó la cuestión de la teología de la liberación.
Pero hay otros pasajes significativos. Y, en especial, dos.
El primero es aquel donde Benedicto XVI dice cuáles han sido, a su juicio, las encíclicas más importantes de Juan Pablo II.
De catorce encíclicas, él indica las siguientes:
- la "Redemptor hominis" de 1979, en la que el Papa "ofrece su síntesis personal de la fe cristiana", que hoy "puede ser de gran ayuda para todos lo que están buscando";
- la "Redemptoris missio" de 1987, que "resalta la importancia permanente de la tarea misionera de la Iglesia";
- la "Evangelium vitae" de 1995, que "desarrolla uno de los temas fundamentales de todo el pontificado de Juan Pablo II: la dignidad intangible de la vida humana, desde el primer instante de su concepción";
- la "Fides et ratio" de 1998, que "ofrece una nueva visión de la relación entre fe cristiana y razón filosófica".
Pero a estas cuatro encíclicas, a cada una de las cuales dedica pocas líneas, Benedicto XVI añade por sorpresa otra, a la que le dedica una página entera, reproducida más abajo.
Se trata de la "Veritatis splendor" de 1993, sobre los fundamentos de la moral. Es, tal vez, la encíclica más olvidada y la menos aplicada de todas las de Juan Pablo II, pero que según Ratzinger es obligado estudiar y asimilar hoy.
El segundo pasaje significado es aquel en el que Benedicto XVI habla de la declaración "Dominus Iesus", del 2000.
La "Dominus Iesus" – escribe Ratzinger – "resume los elementos irrenunciables de la fe católica". Sin embargo, ha sido el documento más contestado de ese pontificado, tanto dentro como fuera de la Iglesia católica.
Para minimizar su autoridad, los opositores solían atribuir la paternidad de la "Dominus Jesus" sólo al prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, sin una real aprobación por parte del Papa.
Pues bien, es precisamente la plena concordia entre él y Juan Pablo II al publicar la "Dominus Iesus" lo que el "Papa emérito" reivindica actualmente, revelando los inéditos hechos que hubo detrás y que se pueden leer más abajo.
Benedicto XVI admiraba del Papa Wojtyla "la valentía con la cual llevó a cabo su tarea en un momento verdaderamente difícil".
Y añade:
"Juan Pablo II no pedía aplausos y tampoco miraba a su alrededor preocupado por cómo serían acogidas sus decisiones. Él actuó partiendo de su fe y de sus convicciones y estaba dispuesto a asumirse los golpes. El coraje de la verdad es, a mis ojos, un criterio sobresaliente de la santidad".
Un juicio, éste, muy similar al que expresó el mismo Ratzinger respecto a Pablo VI, en la homilía fúnebre que él pronunció el 10 de agosto de 1978 como arzobispo de Múnich:
"Un Papa que hoy no sufriera críticas fracasaría en su tarea ante este tiempo. Pablo VI ha resistido a la telecracia y a la demoscopia, las dos potencias dictatoriales del presente. Pudo hacerlo porque no tomaba como parámetro el éxito y la aprobación, sino la conciencia, que se mide según la verdad, según la fe. Es por esto que en muchas ocasiones buscó el acuerdo: la fe deja mucho abierto, ofrece un amplio espectro de decisiones, impone como parámetro el amor, que se siente en obligación hacia el todo y, por tanto, impone mucho respeto. Por ello pudo ser inflexible y decidido cuando lo que se ponía en juego era la tradición esencial de la Iglesia. En él, esta dureza no se derivaba de la insensibilidad de aquellos cuyo camino lo dicta el placer del poder y el desprecio de las personas, sino de la profundidad de la fe, que le hizo capaz de soportar las oposiciones".
He aquí, entonces, a continuación los dos pasajes del texto de Benedicto XVI arriba mencionados:
SOBRE LA "VERITATIS SPLENDOR"
La encíclica sobre los problemas morales, la "Veritatis splendor", ha necesitado muchos años de maduración y su actualidad sigue siendo inmutable.
La constitución del Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, frente a la orientación prevalentemente iusnaturalista de la teología moral de la época, quería que la doctrina moral católica sobre la figura de Jesús y su mensaje tuviera un fundamento bíblico.
Esto se intentó mediante alusiones solo durante un breve periodo. Después se fue afirmando la opinión de que la Biblia no tenía ninguna moral propia que anunciar, sino que reenviaba a los modelos morales periódicamente válidos. La moral es cuestión de razón, se decía, no de fe.
Desapareció así, por una parte, la moral entendida en sentido iusnaturalista, pero en su lugar no se afirmó ninguna concepción cristiana. Y puesto que no se podía reconocer ni un fundamento metafísico ni uno cristológico de la moral, se recurrió a soluciones pragmáticas: a una moral fundada sobre el principio del equilibrio de bienes, en el que ya no existía lo que es verdaderamente mal y lo que es verdaderamente bien, sino solo lo que, desde el punto de vista de la eficacia, es mejor o peor.
La gran tarea que Juan Pablo II hizo en esa encíclica fue la de encontrar nuevamente un fundamento metafísico en la antropología, como también una concreción cristiana en la nueva imagen de hombre de la Sagrada Escritura.
Estudiar y asimilar esta encíclica sigue siendo una obligación de grandísima importancia.
SOBRE LA "DOMINUS JESUS"
Entre los documentos sobre los distintos aspectos del ecumenismo, el que suscitó las mayores reacciones fue la declaración "Dominus Iesus" del 2000, que resume los elementos irrenunciables de la fe católica. […]
Ante el torbellino que se había creado alrededor de la "Dominus Iesus", Juan Pablo II me dijo que en el Ángelus tenía la intención de defender inequívocamente el documento.
Me invitó a escribir un texto para el Ángelus que fuera irrefutable y que no permitiera una interpretación distinta. Tenía que emerger de manera del todo incuestionable que él aprobaba el documento incondicionalmente.
Preparé, por tanto, un breve discurso; no quería, sin embargo, ser demasiado brusco, por lo que intenté expresarme con claridad, pero sin dureza. Después de leerlo, el Papa me preguntó de nuevo: "¿Realmente es lo bastante claro?". Respondí que sí.
Quien conoce a los teólogos no se asombrará del hecho que, a pesar de todo, hubo personas que seguidamente sostuvieron que el Papa había tomado prudentemente las distancias de ese texto.
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El libro:
"Accanto a Giovanni Paolo II. Gli amici e i collaboratori raccontano", con una contribución exclusiva del Papa emérito Benedicto XVI, editado por Wlodzimierz Redzioch, Ediciones Ares, Milán, 2014, pp. 236, euro 15,90.
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A propósito de la declaración "Dominus Iesus" se puede observar que sigue siendo criticada también al nivel más alto. En febrero de 2010, durante un simposio ecuménico patrocinado en Roma por el pontificio consejo para la unidad de los cristianos, el cardenal Walter Kasper, que lo presidió y lo introdujo, respondió así a una pregunta de la Radio Vaticana::
D. – Usted, en su discurso de apertura, ha afirmado que con la publicación del documento ´Dominus Iesus´ se cometieron errores hacia los socios ecuménicos. ¿Qué ha querido decir?
R. – No quiero decir que haya errores doctrinales, en cuanto este documento refleja la doctrina católica, pero que hay problemas con algunas formulaciones, que no son fácilmente accesibles para nuestros socios.
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En el canal de televisión ZDF el arzobispo Georg Gänswein, prefecto de la casa pontificia y secretario de Benedicto XVI, ha revelado el 15 de marzo que el Papa emérito transmitió el pasado septiembre al Papa Francisco – a petición de éste – cuatro páginas de anotaciones sobre la entrevista a "La Civiltà Cattolica".
Mons. Gänswein ha dicho:
"Benedicto XVI ha acogido la petición de su sucesor haciendo algunas reflexiones y también algunas observaciones sobre determinados comentarios o cuestiones que consideraba que, tal vez, se podían desarrollar ulteriormente en otra ocasión. Lógicamente, no les puedo decir sobre qué cosas".
Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España