¡Francisco ha recomendado a los obispos españoles que ante la angustia que puede provocar el alejamiento de muchos bautizados y la presión de una cultura que margina la fe en el ámbito de lo privado, consideren la historia de la fe de su pueblo. “De ella aprendemos que la gracia divina nunca se extingue y que el Espíritu Santo continúa obrando en la realidad actual con generosidad”.
El papa recibió a los 83 obispos que componen la Conferencia Episcopal Española durante la Visita “ad Límina Apostolorum”, y les pidió poner sus diócesis “en un verdadero estado de misión permanente” para llamar a quienes se han alejado y fortalecer la fe de sus comunidades.
En el discurso de Francisco llama la atención que no elude “la dura experiencia” de la secularización y del laicismo en tierras españolas, pero al mismo tiempo no pierde el tiempo en análisis lamentosos sino que lanza a los obispos a una misión renovada, sin alforjas ni sandalias, basada en la propia fuerza de la fe vivida, en la alegría del Evangelio: “fiémonos siempre de Él y de lo mucho que siembra en los corazones de quienes están encomendados a nuestros cuidados pastorales”. La invitación principal ha sido a “no ahorrar esfuerzos para abrir nuevos caminos al evangelio”. Se trata de que todos, cuantos más mejor, puedan descubrir que Cristo es amigo y hermano de su humanidad, por tanto la Iglesia no anuncia algo extraño al corazón del hombre, sino a Aquel que corresponde a la secreta sed de nuestros contemporáneos. Abrir esos nuevos caminos requiere humildad y paciencia, disposición para escuchar a todos, tanta claridad y firmeza como ternura y misericordia.
Para un contexto como el español, marcado por una larga historia cristiana, es relevante subrayar, como hizo Francisco, que “la fe no es una mera herencia cultural, sino un regalo, un don que nace del encuentro personal con Jesús y de la aceptación libre y gozosa de la nueva vida que nos ofrece”. La indicación para los obispos es clara: de nada sirve la autosatisfacción por una historia ciertamente grande, hoy es preciso “el anuncio incesante y la animación constante”, para que ese don sea reconocido, acogido y seguido en la coyuntura presente, rompiendo moldes, prejuicios y esquemas.
El cuidado de las vocaciones sacerdotales y el acompañamiento a las familias han sido otras insistencias de Francisco ante los obispos españoles, a los que ha recordado que suscitar una fe sincera es el mejor modo de preparar el matrimonio, y que las familias son protagonistas de la misión a través del testimonio “de las maravillas que Dios obra en ellas”. El amor y servicio a los pobres ha sido otro punto de especial atención porque es signo de la nueva vida que Jesús trae al mundo. De esta manera, dijo el papa, también muchos podrán acercarse a la fuente de la caridad, “a Cristo y también a su Iglesia, que es madre y nunca puede olvidar a sus hijos más desfavorecidos”.
Los obispos vuelven a España con el encargo de ponerse al frente de la renovación espiritual y misionera en sus diócesis “como hermanos y pastores de vuestros fieles, y también de los que no lo son, o lo han olvidado”. Y para esa tarea les ha sugerido que no se conciban ni se sientan solos, que sean conscientes de que también el pueblo que les ha sido encomendado “tiene olfato para las cosas de Dios”.
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