El nihilismo, riesgo muy actual, hacia el que empujan ciertas fuerzas deliberadamente, es negación de toda creencia o principio religioso, político y social. Él, como cualquier género de ideología, no es fruto de hechos sino de ideologías. Viktor Frankl dijo en una conferencia: «Créanme ustedes, señores y señoras: ni Auschwitz, ni Treblinka, ni Maidanek fueron preparados en los ministerios nazis de Berlín, sino mucho antes, en las mesas de escritorio y en las aulas de clase de los científicos y filósofos nihilistas». El nihilismo y otras ideologías pueden encuadrase en lo que muchos llaman «Modernismo», que es el proceso de secularización o laicización, es decir, la ruptura y el progresivo distanciamiento entre lo divino y lo humano, entre la revelación y la razón. La lenta y sucesiva sustitución de los valores cristianos -que habían dado sentido y unidad a los países europeos durante al menos diez siglos- por los valores pretendidos de la razón pura. A pesar de ello, la historia, que es evolución continua, considerada con larga perspectiva y atendida su resultante final, camina siempre, aunque muy despacio, hacia delante y hacia arriba, hacia más verdad y hacia más bien, como afirmaba Carlos Valverde. Buber, judío de raza y de religión, habla de la relación con el Tú Absoluto y eterno. En cada «tú» individual se abre la perspectiva y la invocación al «Tú» eterno. Sólo porque sabemos que Dios es amor oblativo podemos vivir nuestro amor. La Razón