No quisiera ser pájaro de mal agüero, pero si gana Obama en las próximas elecciones americanas, como me temo, las cosas irán a peor en los próximos años. No me refiero tanto a la grave crisis económica que se nos ha echado encima, sino a la crisis moral, que no es menos grave. O mucho me equivoco –que seguramente me equivocaré-, o algunos de los trastornos financieros que ceban la crisis, como las turbulencias bursátiles, se calmarán en cuanto pasen las elecciones americanas y se declare vencedor a Obama. Tengo para mí que cierta parte de esos trastornos casi apocalípticos son inducidos por grandes inversores, que además de hacer negocios a gran escala, que es lo suyo, hacen al mismo tiempo política, y no precisamente para imponer al concejal de su barrio, aunque también. Son lo que mi buen amigo el comunista Marcelino Camacho llamaba en aquellos tiempos, y lo ha repetido después continuamente, los “poderes fácticos”. Poderes así, de tendencia progresista, con tentáculos en todas partes a través de la economía globalizada, no podían resignarse a una tercera derrota consecutiva en la carrera hacia la Casa Blanca, que sería tanto como certificar el declive irreversible del progresismo mundial. De ahí el sañudo y persistente ataque a Bush de los grandes medios de comunicación norteamericanos y sus acólitos europeos, dominados totalmente por la izquierda según las teorías de Antonio Gramsci (algún día hablaré de ello). Arruinado el prestigio del actual presidente USA, presentar al tándem McCain-Palin como continuadores de la política “desastrosa” de aquel, era pan comido, dado que todos son republicanos. Sólo faltaba, para afianzar las aspiraciones del candidato “progre”, que la crisis económica estallara de repente precisamente ahora, en plena refriega electoral, aunque viniera de muy atrás, de los tiempos de Clinton con su política de “hipotecas para todo el mundo”, incluso para los insolventes. Luego, “cuando ganemos”, ya se hará lo que tenga que hacerse para devolver las aguas a su cauce. ¿Cuál ha sido el gran pecado de Bush que le ha hecho perder tantos puntos en la estima popular? Aparte de su tendencia a no escuchar a nadie y a la crisis económica que le ha reventado en las manos, su tumba política la han cavado los poderosos medios informativos que le declararon la guerra por la guerra de Irak. Bush tal vez quiso pasar a la posteridad como el augusto presidente americano que había llevado la democracia y la libertad al mundo islámico. Para ello sólo tenía que rematar la faena iniciada por su padre, derrotar definitivamente al tirano iraquí, establecer la democracia en Irak y, desde allí, expandirla por contagio, como una mancha de aceite, a los demás países del entorno musulmán. Pero una cosa son los sueños, y otra muy distinta la dura realidad. Sin duda subestimó los problemas y los costes en dinero y hombres que ha supuesto la aventura, con el malestar consiguiente en amplias capas de la sociedad americana. No obstante se ha cumplido el principal objetivo de llevar la libertad y la democracia al pueblo iraquí pese al flagelo del terrorismo de importación, atizado desde más allá de sus fronteras. De todas maneras, libertad y democracia son plantas exóticas, extrañas al humus musulmán, que se avienen mal con los preceptos del Corán. Pero tampoco entusiasman a la progresía, digan lo que quieran. Nunca la hemos visto batirse el cobre contra las tiranías y dictaduras de izquierda. Tampoco contra los teócratas y déspotas islámicos. En absoluto. Prefieren meter arenilla en los cojinetes de la democracia abierta occidental, a menos que la conquisten, dominen y manipulen. En eso están ahora los que apoyan a Obama. ¿Qué se puede temer de su presidencia, si finalmente la consigue? Por lo que hace a las cuestiones fundamentales que aquí se tratan, podremos lamentar: más aborto, acaso eutanasia, debilitamiento de los lazos familiares, mayor poder del lobby rosa con la extensión de su modelo desnaturalizado y, en fin, una América “oficial” con menos fondo religioso y más amoral. Y como lo que sucede en Estados Unidos se propaga con gran facilidad al resto del mundo, ahí está la magnitud del drama, aunque en España ya tenemos todo y más de lo que Obama quiere para los americanos. Al fin de cuentas, unos y otros son de la misma cuerda. Finalmente debemos preguntarnos: ¿qué gana la izquierda, a la que sin duda pertenece Obama, con debilitar o corromper los espíritus y desmoralizar la sociedad? Sencillamente, lo que han pretendido los dirigistas, estatistas y déspotas de todos los tiempos: dominio social y poder. Unas personas con los principios claros y los valores bien definidos, son mucho más difíciles de manipular y teledirigir que aquellas otras que han perdido el norte, que ya no saben distinguir con claridad el bien del mal y que no tienen otra preocupación que “pasarlo pipa”, que satisfacer sin ninguna responsabilidad los instintos más primarios. Una gente así está mucho más expuesta a toda clase de operaciones de ingeniería social que las personas de ideas sólidas y criterios firmes, de ahí que los dirigistas intenten por todos los medios socavar los cimientos de la sociedad que unos llaman tradicional, pero que sería más apropiado entenderla como ajustada a las leyes de la naturaleza, a las normas del bien común. Vicente Alejandro Guillamón