Llevaba yo muy poco dirigiendo el programa «Testimonio» en TVE cuando entrevisté a la madre de Alexia. Me refiero a esa niña, que por entonces acaba de morir, y a la cual ahora una película está intentando denigrar. No conocí, pues, a Alexia, pero sí a su madre –que está cargando, como el resto de la familia, con los principales ataques. La lección que me dio esa señora no la he olvidado nunca y la he intentado inculcar muchas veces a otros. Le pregunté cómo se encontraba tras la muerte de su hija y si había sentido la tentación de rebelarse contra Dios por habérsela arrebatado tan pronto. La respuesta que me dio me sirvió para comprender no sólo su grandeza moral, sino también la de la espiritualidad que la animaba, la del Opus Dei. Me dijo que, en lugar de reprocharle a Dios que se la hubiera llevado, había preferido agradecerle que se la hubiera dado los años en que pudo disfrutar de su compañía. Con estas palabras u otras parecidas, me dijo: «¿Qué derecho tenía yo a tener una hija tan buena como ella? Alexia era un don y en lugar de quejarme porque me lo han quitado, doy gracias porque tuve la fortuna de tenerla durante unos años». Lo importante es que Alexia está en el cielo y su familia ha sido y es un ejemplo de cómo afrontar los momentos más duros de la vida. La Razón Santiago Martín, sacerdote