“Así como pinta de boxeador no tiene uno". Esa es la forma en que el cardenal Rouco quiere desmentir ante los medios de comunicación la idea de que es un “duro". Y por si la cosa no queda clara a todos, el presidente de la conferencia episcopal española deja bien clarito que ellos, los obispos españoles, no van a convocar ninguna manifestación contra la nueva ley del aborto. Que si acaso, que la convoquen los seglares. Y que ya se verá entonces lo que pasa. Bien, la verdad es que algunos ya sabemos desde hace cierto tiempo que a este cardenal no le va el boxeo. Cuando los curas de Entrevías le montaron un pollo mediático de dimensiones considerables, monseñor Rouco tiró la toalla, a pesar de que lo que estaba en juego era un constante abuso litúrgico con uso indebido de las especies eucarísticas. Es posible que algún iluso crea que aquello quedó en tablas, o que algún paniaguado oficialista nos quiera seguir vendiendo esa burra, pero también hay gente que piensa que se puede tapar el sol con un dedo o que Rajoy es el paradigma del liderazgo carismático político. Y si un cardenal, preocupado por dar una posible imagen de intolerante en los medios de comunicación, no es capaz siquiera de defender hasta el fin lo más sagrado de la fe, como es la Eucaristía, ¿de verdad alguien piensa que va a jugarse el tipo tirándose al degüello contra la cultura de la muerte? No por Dios, eso se lo deja a otros cardenales y obispos de otras iglesias. Por ejemplo, a los de México. La Iglesia Católica en México no es que convocara una manifestación contra el aborto. Es que se gastó un pastón en un anuncio de televisión en prime time para pedir que no se legalizara el aborto en el distrito de la capital de su país. Todos pudimos ver al presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana dando la cara ante toda la audiencia. ¿Y qué decir de los obispos ecuatorianos, que se están jugando literalmente el pescuezo para evitar que la próxima constitución del país sea abortista? Al presidente de dicha conferencia le han puesto hasta demandas por entrar en política. Y todos los obispos del país han hecho lo que está en su mano para que salga el no a ese referendum. Podría seguir dando ejemplos del resto de cardenales y obispos del continente americano, incluidos estadounidenses, a los que les importa un pimiento dar la imagen de duros. Cuando lo que está en juego es algo tan fundamental como plantar cara a la cultura de la muerte y anticristiana, hay que partirse la cara. Y si uno no quiere, lo mejor que puede hacer es coger la puerta y largarse. Sin duda que en Roma habrá algún sitio donde descansar tranquilamente mientras se espera la jubilación. Estamos nuevamente ante una jerarquía católica en España que, salvo excepciones que si salen a la luz se juegan que les llamen de todo menos guapos, no tiene la más mínima intención de jugarse nada en la avalancha que se nos viene encima. Que sean los laicos los que den la cara. Ellos están la mar de cómodos en sus sillas episcopales. De vez en cuando sacan una carta o pronuncian un discursito para disimular y parecer que hacen algo, pero nada de liderar la movilización de los fieles. Entre el “no boxeador” y el amigo de los políticos, lo llevamos claro. Lo peor del taranconianismo entreguista sigue haciendo su trabajo de colaboración pasiva con la deconstrucción del alma católica de España. Por supuesto, a Rouco no le partirán la cara en un combate de boxeo. Nos la partirán a los pocos católicos que quedemos en este país, cuando él ya esté retirado tras llevarse la gloria de los fuegos de artificio de la próxima JMJ. De hecho, este artículo puede suponer que a mí me la quieran partir antes de tiempo. En cualquier caso, no desesperemos. Con estos bueyes hay que arar. Y debemos hacerlo. Ciertamente los seglares tenemos la responsabilidad de hacer lo que esté en nuestra mano. Cuando nos presentemos delante de Dios no podremos alegar que tal o cual cardenal u obispo no hizo esto o lo otro. Allá Rouco con su imagen. Defendamos nosotros la nuestra como adalides de la cultura de la vida, como cruzados en contra del laicismo anticlerical y abortista que nos quieren someter. Luis Fernando Pérez Bustamante