Días atrás se publicó en este medio de comunicación unas declaraciones de Mons. Charles Chaput, arzobispo de Denver (EE.UU.), hechas a la agencia Zenit, que no tenían desperdicio. Supongo que la mayoría de nuestros lectores las habrá leído o, en otro caso, les invito a volver sobre ellas si hay forma de recuperarlas. El motivo de la entrevista ha sido la reciente publicación de un libro del que Mons. Chaput es autor, cuyo título en español sería: “Dar al César: servir a la Nación viviendo nuestras creencias católicas en la vida pública”. Bien me gustaría a mí verlo traducido a nuestra lengua, porque lo que en él se dice es perfectamente aplicable en muchos aspectos a la dramática situación que vivimos en España. No es cosa de reproducir ahora por mi parte la entrevista entera, pero sí quisiera detenerme en algún punto de la misma que adquiere en estos momentos una rabiosa y dolorosa actualidad. Mons. Chaput empieza diciendo que “separar la Iglesia y el Estado no significa separa temas de fe y temas políticos”, y que –añade más delante-, “la gente necesita votar en conciencia. Pero la “conciencia” no aparece milagrosamente de la nada; no es un tema de opinión personal o preferencia privada. La conciencia siempre se basa en una verdad mayor que nosotros mismos”. Por consiguiente, “Todos los católicos, donde quiera que vivan, en el país que sea, necesitan recordar que primero somos ciudadanos del cielo. Ese es nuestro hogar. [...] Podemos ser discípulos, o podemos ser cobardes. En el mundo de hoy, no hay sitio para nada más. Es necesario que elijamos”. Pero donde Mons. Chaput da en el clavo de la tremenda actualidad, también por lo que ha España se refiere, es cuando habla del derecho a la vida. Los americanos se enfrentan, en las próximas elecciones del 4 de noviembre, “a un montón de temas importantes: la economía, la reforma de la inmigración, la guerra de Irack [...], pero no puede utilizarse como una excusa para ignorar al niño no nacido. [...] La lucha contra el aborto sigue siendo un tema fundamental de nuestro tiempo. No hay forma de esquivar los ingresos que genera, la brutalidad y la injusticia del aborto con un lenguaje piadoso o gestos teatrales. El aborto es un homicidio legalizado. Tiene que parar. Cualquier otro derecho dependen del derecho a la vida”. El arzobispo de Denver no está sólo en esta batalla. Todos los obispos americanos, igual que todos los obispos españoles y en general la Iglesia católica en el mundo entero, tienen la misma postura. La tragedia está adquiriendo tales proporciones de genocidio, que se ha convertido en uno de los temas “estrella” de la contienda electoral norteamericana. Así lo ha entendido el partido Republicano, por lo cual ha elegido como candidata a la vicepresidencia a Sarah Palin, gobernadora de Alaska, enemiga del aborto y defensora a ultranza de la vida y de la familia, “con sus éxitos y fracasos”, frente a la permisividad criminal de sus oponentes. No sabemos al final cuál de ambas propuestas se llevará el gato al agua, pero bien está que los políticos y el electorado reaccione ante una cuestión vital para la regeneración moral de todo el mundo. Aquí en España, como vamos con treinta años de retraso con respecto a lo que sucede en Estados Unidos, andamos todavía a bofetadas con los asuntos económicos, exactamente como hace tres decenios en el país de los gringos, pero esperemos que tarde o temprano llegue también aquí a plantearse como asunto fundamental la defensa de la vida y la familia. Entre tanto habrá que esperar y sufrir, aunque nunca rendirse ni retroceder, a que algún sector político de estos páramos recoja la honda expansiva familiarista que llega de la otra orilla del Atlántico. Aquí, el Partido Popular, que parecería el llamado a imitar los pasos del partido Republicano de allá, no quiere salir del tema económico. Cierto que la situación económica española no puede ser más grave, aunque en manos de los socialistas siempre puede empeorar, por demagogos e incompetentes, pero como dice el Evangelio, “no sólo de pan vive el hombre”. El PP rehuye plantar cara a la actual ofensiva abortista del gobierno socialista, como hará lo mismo ante la eutanasia e hizo otro tanto frente al “matrimonio” homosexual, el divorcio exprés y otras barrabasadas de esta gente empeñada en destruir los cimientos éticos de la sociedad. Ahora bien, no piensen los populares que tanta inhibición les va a salir gratis, pero ya hablaré de ello en otro artículo. En este me limito a señalar, para rematar la faena, que el Gobierno no está impulsando a marchas forzadas la liberalización total del aborto para abrir un “falso” debate que tape sus vergüenzas económicas, sino que sucede exactamente al revés: que aprovechando que la gente se halla muy preocupada por el empleo, la hipoteca y el bolsillo, legaliza a toda prisa una de las principales reivindicaciones, si no es la principal, de las feministas radicales, a cuyo colectivo se debe, porque forma parte del entramado de su poder. Y el PP sin querer enterarse, porque de hacerlo le obligaría a definirse y actuar en consecuencia, que en estos momentos es lo último que desearía hacer, dada su actual deriva “centrista”. Serán necios. Sabrán siquiera quienes les votan. Pero, como he dicho, ello lo comentaré en otra oportunidad. Vicente Alejandro Guillamón