A medio siglo exacto del abrazo en Jerusalén entre Pablo VI y el patriarca de Constantinopla Atenágoras, el Papa Francisco ha anunciado que también él irá a Tierra Santa, del 24 al 26 de mayo próximo, para reiterar ese gesto ecuménico con el sucesor de Atenágoras, Bartolomé.
El sábado 4 de enero, vigilia del aniversario, L´Osservatore Romano ha publicado de nuevo el texto íntegro del coloquio entre Pablo VI y Atenágoras, que tendría que haber permanecido reservado, pero que en cambio fue grabado por la televisión italiana "por error" al quedarse los micrófonos encendidos.
Pablo VI no calló sobre el punto crucial que divide a Roma de Oriente: "la constitución de la Iglesia" y, en ella, el papel del Papa.
Prometió a Atenágoras:
"Le diré lo que creo que es exacto, derivado del Evangelio, de la voluntad de Dios y de la auténtica tradición. Lo expresaré. Y si habrá puntos que no coincidan con su pensamiento acerca de la constitución de la Iglesia…".
"Lo mismo haré yo", dijo Atenágoras.
Y Pablo VI: "Se debatirá, intentaremos encontrar la verdad… Ninguna cuestión de prestigio, de primado, que no sea el establecido por Cristo. Absolutamente nada que trate de honores, de privilegios. Veamos lo que Cristo nos pide y que cada uno tome su posición, pero sin ambición humana ninguna de prevalecer, de tener gloria, ventajas, sino de servir".
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Desde ese 5 de enero de 1964 a hoy el diálogo ecuménico entre Roma y las Iglesias de Oriente ha hecho un camino notable y, sin miedo, ha debatido también la candente cuestión del primado papal.
El documento base del debate sobre el papel universal del obispo de Roma fue puesto a punto en Rávena en 2007 por un equipo conjunto de obispos y teólogos denominado "comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica romana y la Iglesia ortodoxa".
Este documento fue aprobado por los presentes de manera unánime. Del encuentro de Rávena estaba ausente, sin embargo, la Iglesia ortodoxa rusa a causa de una disidencia suya con el patriarcado ecuménico de Constantinopla. Una ausencia de peso, pues la Iglesia rusa representa, sin duda, la parte más consistente de todo el mundo ortodoxo.
Esta disidencia en ámbito ortodoxo fue después allanada, y también la Iglesia rusa acepto unirse al diálogo, sobre la base del documento de Rávena y de un texto de trabajo posterior sobre el papel del papado en el primer milenio, redactado en Creta en 2008 por una subcomisión.
Pero en dos encuentros que tuvieron lugar en Chipre y en Viena, en 2009 y 2010 respectivamente, las objeciones de la Iglesia rusa fueron tales y tantas que frenaron cualquier acercamiento entre las partes. La delegación rusa solicitó y obtuvo que el texto de trabajo de Creta fuera desclasado y redactado de nuevo totalmente por una nueva subcomisión. Y expresó críticas sustanciales también al documento de Rávena, que en su párrafo 41 describe así los puntos de acuerdo y desacuerdo entre Roma y Oriente:
"Ambas partes concuerdan sobre el hecho de que [...] Roma, en cuanto Iglesia que ´preside en la caridad´, según la expresión de San Ignacio de Antioquía, ocupaba el primer lugar en la ´taxis´ y que el obispo de Roma es por lo tanto el ´protos´ entre los patriarcas. Sin embargo ellos no están de acuerdo en la interpretación de los testimonios históricos de esta época por lo que respecta a las prerrogativas del obispo de Roma en cuanto ´protos´, cuestión comprendida en modo diferente ya desde el primer milenio".
"Protos" es una palabra griega que significa “primero”. Y "taxis" es el ordenamiento de la Iglesia universal
La rigidez de la Iglesia rusa acerca del primado papal causa aún más impresión si se considera la creciente unidad de acción, durante el pontificado de Benedicto XVI, entre Moscú y Roma en defensa de la vida naciente, de la familia, de la libertad religiosa.
Ciertamente, a la Iglesia rusa no le gustó la decisión de Joseph Ratzinger, al inicio de su pontificado, de borrar entre los atributos del Papa referidos en el Anuario Pontificio el de "patriarca de Occidente". En esta medida los rusos vieron, efectivamente, una enésima prueba de la pretensión, por parte del obispo de Roma, a un primado sobre la Iglesia universal, sin límites geográficos de ningún tipo.
Viceversa, hoy es leída con favor, no sólo por los rusos, sino por el conjunto del mundo ortodoxo, la insistencia del actual Papa Francisco en definirse simplemente como "obispo de Roma".
También por esto, cuando a mediados del pasado diciembre el cardenal Kurt Koch, presidente del pontificio consejo para la unidad de los cristianos, fue en visita oficial a Moscú y San Petersburgo para reunirse con el patriarca Cirilo y el metropolita Hilarión, hubo quien pronosticó rápidos progresos en el diálogo entre Roma y Moscú, propiciados por el nuevo Papa.
Pero no ha sido así. Es verdad que el cardenal Koch ha verificado "grandes expectativas" puestas en el Papa Francisco, pero sólo ha cosechado una renovada voluntad de compromiso entre las dos Iglesias "en lo que se refiere a la defensa de la familia y la tutela de la vida".
Un encuentro entre el Papa y el patriarca de Moscú, el primero de la historia, parecen aún lejos de convertirse en realidad.
Y en lo que respecta al primado del Papa, el patriarcado de Moscú se ha ocupado de congelar cualquier ilusión sobre un ablandamiento de su oposición.
Poco días después del retorno de Koch al Vaticano, y en plenas fiestas navideñas de la Iglesia católica, el patriarcado de Moscú ha hecho público un documento proprio en el cual no sólo reafirma su desacuerdo con el documento de Rávena, sino que también confirma de nuevo su total rechazo a reconocer al obispo de Roma cualquier poder – que no sea simplemente "de honor" – sobre la Iglesia universal.
El documento –reproducido más abajo en sus partes más importantes– ha sido publicado en ruso y en inglés en el sitio web oficial del patriarcado de Moscú.
La importancia del documento es aún mayor en cuanto ha sido aprobado por el Santo Sínodo del patriarcado de Moscú, reunido el 25 y 26 de diciembre, y adoptado como "guía en el diálogo ortodoxo-católico". Por tanto, los delegados del patriarcado no se podrán apartar de él en futuros coloquios.
Y como si quisiera exorcizar el temor de que los líderes de otras Iglesias ortodoxas puedan capitular y someterse al primado de Roma, el documento refiere en una nota una declaración – también ésta de carácter intransigente – del patriarca de Constantinopla Bartolomé, extraída de una rueda de prensa que éste dio en Bulgaria en noviembre de 2007:
"Nosotros ortodoxos estamos todos convencidos de que en el primer milenio de existencia de la Iglesia, en los tiempos de la Iglesia indivisa, el primado del obispo de Roma, el Papa, era reconocido. Sin embargo, era un primado honorario, de amor, sin dominio legal sobre toda la Iglesia cristiana. En otras palabras, según nuestra teología, este primado es de orden humano; ha sido establecido con motivo de la necesidad de la Iglesia de tener una cabeza y un centro coordinador".
En Jerusalén, en mayo, el Papa Francisco y el patriarca Bartolomé se abrazarán.
Desde Moscú los han avisado a ambos. Con un veto duro contra un primado papal que no sea sólo honorífico.
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Sin embargo, desde Estambul ha llegado enseguida una doble reacción al paso realizado por el patriarcado de Moscú.
El patriarca Bartolomé ha invitado a los patriarcas y a los arzobispos de todas las Iglesias ortodoxas a un encuentro en Constantinopla el próximo mes de marzo, con el fin de acelerar la preparación del sínodo de toda la ortodoxia previsto para el 2015. Al dar esta noticia, Nat da Polis, el fidedigno corresponsal desde Estambul de la agencia Asia News, ha transmitido las declaraciones del metropolita de Pérgamo Joannis Zizioulas –el más eminente teólogo ortodoxo viviente, gran estimador de Joseph Ratzinger y por éste igualmente estimado– según el cual el riesgo de "autoemarginación" que corre hoy la cristiandad ortodoxa está vinculado "a esa autocomplacencia narcisista que lleva a estériles contraposiciones" cuando lo que se necesita, en cambio, es un diálogo ecuménico con la cultura del tiempo, análogo al que realizaron en los primeros siglos los Padres de la Iglesia.
La segunda y más directa reacción es una amplia y puntual réplica al documento del patriarca de Moscú respecto al primado en la Iglesia universal, escrita por el metropolita de Bursa y exarca de Bitinia Elpidophoros Lambriniadis, aquí reproducida íntegramente en su versión en inglés.
El autor de esta réplica no es sólo también él un teólogo de valor, sino que tiene un papel de primerísimo plano en el patriarcado de Constantinopla en calidad de primer secretario del patriarca Bartolomé.
El metropolita Elpidophoros ha sido también secretario de todos los precedentes encuentros panortodoxos que se han llevado a cabo entre 1998 y 2008 en preparación del sínodo de toda la ortodoxia. Y para asistir a su ordenación episcopal viajó a Estambul en 2011 el número dos del patriarcado de Moscú, el metropolita Hilarión.
Su réplica al documento de Moscú representa, por tanto, mucho más que una posición personal; puede ser atribuida con certeza al patriarcado ecuménico de Constantinopla.
(Patriarcado de Moscú, 26 de diciembre de 2013)
1. En la Santa Iglesia de Cristo, el primado pertenece a su Cabeza, nuestro Señor y Salvador Jesucristo, Hijo de Dios e hijo de María. […] Las distintas formas de primado en la Iglesia, en su recorrido histórico en este mundo, son secundarias respecto al primado eterno de Cristo. […]
2. En la vida de la Iglesia de Cristo, que vive en el tiempo, el primado, como también la sinodalidad, es uno de los principios fundamentales de su orden. En los distintos niveles de la vida de la Iglesia, el primado históricamente establecido tiene una naturaleza diferente y orígenes distintos. Estos niveles son: 1) la diócesis o eparquia, 2) la Iglesia local autocéfala y 3) la Iglesia universal.
1) A nivel de la diócesis, el primado pertenece al obispo. […] El origen del primado del obispo en su diócesis es la sucesión apostólica transmitida mediante la consagración episcopal. […] En el ámbito de su Iglesia, el obispo tiene pleno poder, sacramental, administrativo y magisterial. […]
2) A nivel de la Iglesia local autocéfala, el primado pertenece al obispo elegido como primado de la Iglesia local por un concilio de los obispos de la misma. En consecuencia, el origen del primado a nivel de la Iglesia autocéfala es la elección del obispo preminente por parte de un concilio o de un sínodo que goza de la plenitud del poder eclesiástico. […]
El primado de una Iglesia local autocéfala actúa como presidente del concilio o del sínodo de la misma. Por tanto, el primado no tiene poder solitario en una Iglesia local autocéfala, sino que la gobierna en concilio, es decir, en colaboración con los otros obispos.
3) A nivel de la Iglesia universal como comunión de Iglesias locales autocéfalas, unidas en una sola familia por una común profesión de fe y que viven en comunión sacramental la una con la otra, el primado está determinado en conformidad con la tradición de los sagrados dípticos y representa un primado de honor.
Esta tradición se remonta a los cánones de los concilios ecuménicos […], y ha sido reconfirmada en el curso de la historia de las Iglesias individuales y en la práctica de la memoria litúrgica, cada vez que el primado de cada una de las Iglesias autocéfala cita los nombres de esos de otras Iglesias locales en el orden prescrito por los sagrados dípticos.
El orden en los dípticos cambia en la historia. En el primer milenio de la historia de la Iglesia, el primado de honor pertenecía habitualmente a la sede de Roma. Después de la rotura, a mediados del siglo XI, de la comunión eucarística entre Roma y Constantinopla, el primado en la Iglesia ortodoxa fue a la sede sucesiva en el orden de los dípticos, es decir, a Constantinopla. Desde entonces hasta hoy, el primado de honor en la Iglesia ortodoxa a nivel universal ha pertenecido al patriarca de Constantinopla como el primero entre iguales primados de las Iglesias ortodoxas locales.
El canon sobre los cuales los sagrados dípticos se fundan no revisten al "primus" (como solía ser el obispo de Roma en los tiempos de los concilios ecuménicos) de cualquier poder a gran escala sobre la Iglesia.
Las distorsiones eclesiológicas que atribuyen al "primus" a nivel universal las funciones de gobierno inherentes a los primados en otros niveles del orden de la Iglesia son denominados en la literatura polémica del segundo milenio como "papismo".
3. Debido al hecho de que la naturaleza del primado que existe en los varios niveles del orden de la Iglesia (diocesano, local y universal) varia, las funciones del "primus" en los distintos niveles no son idénticas y no pueden ser transferidas de un nivel al otro.
Transferir las funciones del ministerio del primado desde el nivel de una eparquia al nivel universal significa reconocer una especial forma de ministerio, es decir, la de un "jerarca universal" en posesión de un poder magisterial y administrativo sobre el conjunto de la Iglesia universal. Eliminando la sacramental igualdad entre los obispos, un reconocimiento como éste llevaría a la aparición de una jurisdicción de un primer jerarca universal, jamás mencionada en los sagrados cánones o en la tradición patrística, que desembocaría en el menoscabo, si no la eliminación, de la autocefalia de las Iglesias locales. […]
4. […] El obispo de Roma, que goza del primado de honor en la Iglesia universal, desde el punto de vista de las Iglesias orientales ha sido siempre patriarca de Occidente, es decir, primado de la Iglesia local de Occidente. Sin embargo, ya en el primer milenio de la historia de la Iglesia, una doctrina sobre un especial poder divinamente originado, magistral y administrativo, del Obispo de Roma extendido al conjunto de la Iglesia universal empezó a formarse en Occidente.
La Iglesia ortodoxa rechaza la doctrina de la Iglesia romana sobre el primado papal y sobre el divino origen del poder del primer obispo en la Iglesia universal. Los teólogos ortodoxos han insistido siempre sobre el hecho de que la Iglesia de Roma es una de las Iglesias locales autocéfalas, sin ningún derecho de extender su propia jurisdicción al territorio de otras Iglesias locales. Han creído siempre, también, que el primado de honor acordado al obispo de Roma fue instituido no por Dios, sino por los hombres.
Desde el segundo milenio hasta ahora, la Iglesia ortodoxa ha preservado la estructura administrativa característica de las Iglesias orientales del primer milenio. En esta estructura, cada Iglesia local autocéfala, en unidad dogmática, canónica y eucarística con otras Iglesias locales, es independiente en el gobierno. En la Iglesia ortodoxa no hay y no ha habido nunca un único centro administrativo a nivel universal.
En Occidente, por el contrario, el desarrollo de una doctrina sobre el poder especial del obispo de Roma, según la cual el poder supremo en la Iglesia universal pertenece al obispo de Roma como sucesor de Pedro y vicario de Cristo sobre la tierra, ha llevado a la formación de un modelo administrativo de orden de la Iglesia completamente distinto, con un único centro universal en Roma. […]
5. […] La sede patriarcal de Constantinopla goza del primado de honor en base a los sagrados dípticos reconocidos por todas las Iglesias locales ortodoxas. El contenido de este primado está definido por un consenso de Iglesias locales ortodoxas expresado en particular en las conferencias panortodoxas de preparación del Santo y Gran Concilio de la Iglesia ortodoxa. […]