Hay un hecho que me llama poderosamente la atención. La mayoría de medios de comunicación que se definen como laicos, ateos o agnósticos en su línea editorial, suelen mantener una postura respecto a la religión abiertamente anti católica. Sirva como ejemplo el diario Público, que cuenta con algunos de los columnistas más agresivos e hirientes hacia la Iglesia. Plumas que, por más que aseguran vivir al margen de la idea de Dios y de todo lo que huela a cristiano, publican dos de cada tres columnas mentando a los católicos de forma insultante. Y no es el único medio hostil, ya se sabe: El País, El Mundo (que en lo religioso no difiere tanto de la cabecera estrella de Prisa), El Periódico, elplural.com, periodistadigital.com, Telecinco, la Sexta, Efe, la SER… Todos aseguran, de facto o de lege, que son medios laicos y/o aconfesionales, pero no dejan pasar una oportunidad para insultar, menospreciar o burlarse de la Iglesia y de quienes la formamos. Ni siquiera se toman la molestia de entrar a debatir sobre lo que dice el Papa o no sé qué obispo sobre tal o cual asunto. No. Ellos prefieren lanzar el insulto chequista antes que entrar en discusiones de fondo. Por efecto reflejo, la mayor parte de quienes se identifican con estos medios adoptan esta estrategia de atacar sin escuchar, exigir respeto sin practicarlo, y erigirse en portavoces de lo que la Iglesia necesita sin tener la menor intención de acercarse a ella. En los días que han rodeado a la JMJ de Sydney, han cundido los nervios entre los profesionales de la difamación gacetillera y quienes siguen a pies juntillas sus asertos. Acaso porque sabían que, como ocurre siempre en las JMJ, miles de jóvenes iban a salir a la luz reconociéndose abiertamente como católicos. Como los animales cuando se sienten amenazados, han sido decenas los comunicadores que han buscado contrarrestar el efecto de la JMJ con críticas, irreverencias y hasta blasfemias disfrazadas de humorismo. Editores, directores, columnistas y redactores han afilado sus plumas para clavarlas en la espalda de la Iglesia, conscientes de que muchos, muchísimos jóvenes, se les iban a ir de las manos para acercarse, quizá por primera, vez a Cristo. Los suplementos dominicales de las últimas semanas han destilado mala baba, tensión y agresividad contra lo cristiano, a veces hasta extremos ridículos. Idéntica imagen a la que muestra un zorro que suelta dentelladas al aire porque sabe que el amo del corral se acerca para defender a los polluelos que intenta devorar. Dos ejemplos, ambos de El País: un reportaje tremebundo contra Kiko Argüello, y otro sobre el cardenal Ruini a quien presentaba como “El anti-Ratzinger: un cardenal que se atrevió a pensar”. Y en este caso los comprendo. Los ideólogos de la apostasía mediática, y sus seguidores, tienen motivos para estar nerviosos. Madrid acogerá la JMJ de 2011, y de ahora en adelante, serán miles los jóvenes que se alejarán de la idea del mundo como un negocio que ellos propugnan. Se van a multiplicar –y si no, al tiempo– los jóvenes que se sientan atraídos por el Evangelio; los que demuestren con su ejemplo que la felicidad se encuentra en Jesucristo; los que den testimonio de un noviazgo cristiano y feliz; los que renuncien al consumismo; los que no se traguen sus soflamas; los que defiendan la vida; los que critiquen el aborto; los que formen familias santas… Desde hoy hasta 2011, quienes han hecho del laicismo su modo de vida van a retorcerse como bestias malheridas; van a gruñirnos, a enseñarnos los dientes, a ladrar en nuestro oído y a faltarnos al respeto. Será buena señal. Como decía don Quijote: si ladran los perros es que cabalgamos… José Antonio Méndez