La Vigilia nocturna con el Santo Padre el sábado a las siete, era la primera actividad sobre el inmenso recinto del hipódromo de Randwick, que ya estaba preparado para la "noche bajo las estrellas" de miles de peregrinos en sus sacos, que dormían allí esperando la gran Misa matutina que daría por concluidas las Jornadas. El destino me guardaba una peculiar forma de vivir la Vigilia, una forma que me permitió conocer la faceta de puertas para adentro del evento, y vivir una experiencia que seguro que no voy a olvidar nunca. El giro en mi itinerario de peregrino comenzó el sábado por la mañana, tras aprovechar para recorrer a pie el gran puente del puerto, que permanecía cerrado a la circulación por unas horas a causa de la peregrinación programada a través de las calles de la ciudad. Al hablar por teléfono con un amigo de la organización, me dijo que podía ir con ellos como parte de la Conferencia Episcopal española en los accesos a las zonas restringidas, que como asistencia a los señores obispos tienen acreditados. Eso implicaba vivir la Vigilia desde un lugar privilegiado, además de viajar en el autobús hasta el hipódromo de Randwick junto a todos los obispos y cardenales españoles que han venido Sidney. Una experiencia inesperada e irrepetible. Y así de sorprendido y contento, me acerqué al hotel donde se alojan los señores obispos y desde donde salimos en el autobús al recinto de la Vigilia. El autobús nos acerco hasta una zona reservada anexa a Randwick, donde entre un mar de solideos púrpuras llegamos a la puerta trasera del altar. En la atmósfera del momento, al respirar, se podía sentir la vibración en el interior del hipódromo, pero unas carpas del "back-stage" y los andamios del altar nos mantenían al margen. La seguridad en esa zona era máxima, y al haber llegado tarde nos encontramos con el acceso al altar restringido, así que nos quedamos a las puertas, literalmente hablando. Los minutos que pude asomarme a una pequeña zona desde donde se veía el ambiente de cerca, me transmitieron la sensación de espiritualidad imperante en el gran silencio de oración generalizado frente a la exposición del Santísimo Sacramento. Las luces de las velas se extendían hasta tan lejos que parecían perderse en el horizonte como un mar. El suelo estaba lleno de sacos de dormir y pequeñas tiendas de campaña, pero una vez finalizado debíamos volver, con la pequeña decepción de habernos quedado a un paso de vivir la Vigilia desde el altar. Había seguro más de doscientos obispos, la imagen de tantos purpurados juntos, no solo era curiosa, sino que infundía un respeto especial. De regreso se hizo tarde, al día siguiente era la gran Misa de clausura por lo que debía madrugar mucho para llegar a tiempo. Dando las gracias a Dios por la oportunidad de haber visto desde dentro las entrañas de la organización y seguridad que rodean a un gran acontecimiento de este estilo, cogí la cama cuanto antes y puse el despertador a las cinco y media de la mañana, para volver al hipódromo y asistir a la Misa. Todo estaba repleto de gente, y las calles anexas desde donde fui andando eran una manifestación, el gran momento esperado era sin duda la Misa final, el punto culminante, toda la carne en el asador, la celebración que iba a servir como termómetro de medida para las Jornadas en general. La explanada del hipódromo despertaba contenta e ilusionada cuando yo llegué. La gente hacía cola para ir al baño a lavarse (en la medida de lo posible) y los grupos de jóvenes recogían los sacos de nuevo en sus respectivas bolsas, muchos rezaban el rosario y otros dormían todavía ajenos a que el sol ya iluminaba por completo al casi medio millón de presentes. Avanzando poco a poco terminé por situarme delante del altar, la visión era perfecta y a mi espalda una multitud sobre la que se elevaban miles de banderas esperaba ya expectante el comienzo de la Santa Misa. No tardó mucho en aparecer el Papa, aclamado por los jóvenes, y sustentado por un cientos de obispos, miles de sacerdotes, y un coro impresionante. La música fue difícilmente mejorable mientras el Santo Padre ofició una Misa que ya ha pasado a la historia, por su trascendencia, su belleza y su espiritualidad. Tras impartir el sacramento de la confirmación a varios peregrinos,
Benedicto XVI nos brindó un sermón cuyo tema era el Espíritu Santo, ilustrándonos magistralmente al introducir de una forma comprensible aspectos de la doctrina que los jóvenes debemos conocer y comprender para mejorar en nuestra fe. Como aspecto negativo (que también hay que mencionar para ser sinceros), hay un porcentaje alto de "pasotismo" entre muchos jóvenes asistentes que por una razón u otra están allí sin tener el más mínimo interés que el de pegarse toda la misa tumbado comiendo golosinas. Aún así sobre ese pasotismo destaca la fuerza, el coraje, el ánimo de aquellos que sin apenas haber podido dormir, agotados y exhaustos, siguieron la Santa Misa final con absoluta devoción e implicación. Olé. También sobraba en mi opinión el teatro de los aborígenes con el evangelio. Al concluir la celebración se ha confirmado lo que era un secreto a voces, que nosotros los españoles, a través de la diócesis de Madrid somos los siguientes encargados de organizar las Jornadas Mundiales de la Juventud. No solamente es un honor ser los anfitriones de nuestros hermanos católicos en nuestra casa allá de donde quiera que sean, sino que será un balón de aire muy necesario para el impulso de la juventud católica madrileña y española. He paseado por la tarde un poco por las calles de Sidney, y apenas unas horas después de haber concluido las jornadas, se nota la falta de color, de actividad, de vida por las calles. Seguro que Sidney va a echar de menos a los peregrinos, tanto como los peregrinos echaremos de menos estos días, recordando siempre estos momentos inolvidables para todos los que desde aquí los hemos compartido, a la vez que nos implicamos en la tarea de enviar la fuerza del Espíritu Santo a todos, contando lo aquí hemos vivido.
Javier Tebas Camino a Sidney JMJ Sidney, lunes 14 JMJ Sidney, martes 15 JMJ Sidney, miércoles 16 JMJ Sidney, jueves 17 JMJ Sidney, viernes 18