No hay suficientes kilómetros, ni horas en el asiento estrecho de un avión, que a la postre no merezcan la pena, si allí donde nos dirigimos vamos a recibir una fuerza espiritual de fe, tal como la que uno siente asistiendo junto al Papa y millones de jóvenes católicos a unas Jornadas Mundiales. Quizás por el convencimiento que tengo de ello, y por la espina que me quedó clavada al no poder participar en Colonia el pasado año 2005, no dudé ni un solo momento en mi intención de dar la vuelta a la tierra para participar, esta vez sí, en las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) que se celebran cada tres años, siendo esta vez la sede Sydney, Australia, durante los próximos días 15 al 20 de Julio, y a las que Dios mediante asistirá S.S Benedicto XVI. Como católicos conocemos el ánimo que recorre a los cientos de miles de asistentes tras participar en grandes encuentros de catolicidad, especialmente (aunque no únicamente) en los que preside el Papa, que por su condición de Vicario de Cristo en la tierra nos inspira tal profundo sentimiento de cercanía, respeto y adhesión, que se cuentan por millones los participantes. Tuvimos la suerte de vivir de cerca el Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, y las pasadas JMJ en Colonia, para las que se movilizaron muchísimos grupos desde España. Aunque esta vez sean los corazones de muchos a los que les hubiera gustado ir, los que tengan que vivirlo de cerca, vayan mis impresiones día a día en este viaje a través de la oportunidad que me da "Religión en Libertad" espero ayudar a conocer la perspectiva durante los días de las Jornadas de un joven peregrino más. Siendo partícipe de una representación nacional, la española, que por cuestiones obvias en esta ocasión supongo que será minoritaria, quiero a la vez ser partícipe por ello del mensaje con el cual Juan Pablo II inició las primeras Jornadas Mundiales de la Juventud en 1986 en Roma: Que los jóvenes de todas y cada una de las diferentes naciones del mundo, se unan en la voluntad de edificar un futuro para nuestra fe y nuestra Iglesia, como dijo el Papa “Siempre prestos a testimoniar la esperanza que está en vosotros”, inundándonos del Espíritu Santo como aquellos primeros cristianos, Santos y tantos misioneros testigos del Evangelio hasta las últimas consecuencias. Por ello el lema que han elegido los organizadores de estas Jornadas dice “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos" (Hch 1,8) Vivimos momentos de la historia en los que la juventud católica no solamente necesita aunar la suficiente fuerza para nadar a contracorriente de la sociedad mundial predicando el evangelio, sino que nuestra fe debe edificarse siempre junto a la Iglesia, encomendada por Cristo en la tierra a su Vicario, el Papa, Santo Padre junto al que el camino de la Iglesia y sus jóvenes no perderá su rumbo influenciado por los males que conlleva la destrucción moral de nuestra sociedad. Javier Tebas