Una de las objeciones que con más frecuencia he oído en la clase de Religión a mis alumnos contra el Catolicismo ha sido el de las riquezas de la Iglesia, y más especialmente las del Vaticano. ¿Qué pensar de ello? Cuentan de la vida de San Lorenzo que, antes de proceder a su martirio, el pretor romano le exigió que le entregase las riquezas de la Iglesia, y que san Lorenzo le presentó un grupo de viudas y huérfanos diciéndole: “Éstas son las riquezas de la Iglesia”. Sigo pensando que la Iglesia puede seguir presumiendo, como lo hizo San Lorenzo, de que el atender a los pobres es una de sus principales riquezas. Aproximadamente la cuarta parte de los enfermos del sida están atendidos directamente por las instituciones de la Iglesia o por gente muy ligada con ella. En el mundo entero cantidad de orfanatos, asilos de ancianos, hospitales, escuelas, están atendidos por ella, hasta el punto que es la institución que atiende a más necesitados en el mundo. Piensa en el trabajo de los misioneros y misioneras católicos, que con frecuencia dan literalmente su vida, hasta el martirio, por aquéllos a quienes atienden. Cientos de miles de personas, especialmente religiosos y religiosas, con una mayoría numérica de éstas, trabajan desinteresadamente y han dedicado su vida a los pobres. Recuerdo que cuando los socialistas llegaron al poder en Alemania, uno de los temas que se plantearon es si las instituciones de caridad debían correr a cargo de las Iglesias (hay que incluir también a los protestantes) o del Estado. Como no eran imbéciles, llegaron pronto a un acuerdo: “el Estado alemán no tiene dinero suficiente para hacer lo que con cuatro marcos hacen las Iglesias”. Pero probablemente pensaréis que estoy evadiendo el tema principal: las riquezas del Vaticano. Que algunos Papas renacentistas hubiese sido mejor que se dedicasen más al gobierno de la Iglesia y menos a ser mecenas artísticos, no lo discuto. La realidad es que el Museo Vaticano es uno de los más importantes del mundo. Pero, dado que las cosas son así, no se puede hacer demagogia barata y decir que el Vaticano debe vender sus riquezas para dárselas a los pobres. A nadie nos gustaría que la Iglesia vendiese la Catedral o la mejor Iglesia de nuestra ciudad o pueblo a los americanos para que la transporten allí, aunque con el dinero de la venta se atendiese a los pobres, ya que pensamos que ese monumento es una de las riquezas y orgullo de nuestro pueblo y que se debe quedar donde está. Venderlo ¿no sería más bien pan para hoy, hambre para mañana? Pues los italianos piensan lo mismo. Desde luego tengo muy claro que ningún jefe de gobierno italiano mínimamente responsable puede permitir que los tesoros de los Museos Vaticanos salgan de Italia para ser vendidos a otro país. Se trata de riquezas que por su propio carácter no pueden venderse y por tanto no se puede sacar dinero de ellas. Y de dinero contante y sonante, pues me remito a lo dicho por los socialistas alemanes. En general, aunque siempre puede haber excepciones, pues somos pecadores, la administración de los bienes de la Iglesia es bastante honrada y austera, y, cada vez más, hay una tendencia a hacerla transparente, de modo que los fieles estén al tanto de lo que pasa. Pero como siempre hay alguien que piensa de otro modo, hubo un obispo boliviano que vendió en beneficio de los pobres los tesoros de su diócesis. Siguen siendo pobres, pero si quieren ver lo mejor de sus raíces culturales y artísticas, esos bolivianos tienen que irse a Estados Unidos, aparte que para salir de la pobreza, el camino no es el empobrecimiento cultural. Pedro Trevijano Etcheverría, sacerdote.