Cuando el zapaterismo gobernante aprobó la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, uno de los argumentos usados por sus defensores fue que no afectaba al derecho de los matrimonios heterosexuales. Era típico oir "¿en qué afecta a tu matrimonio el que dos homosexuales puedan casarse?". El truco del almendruco consistía en presentar la cuestión como una ampliación de derechos. O sea, no se quita nada a nadie sino que se da a los que no tenían. Ese tipo de razonamiento sirve para justificar cualquier barbaridad. Por ejemplo, la Comisión de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca del Congreso ha aprobado una proposición no de ley de IU-ICV que insta al Ejecutivo a adherirse al proyecto Gran Simio.
Joan Herrera explicó que el objetivo de la propuesta es evitar la desaparición de los grandes simios, "devolverles la dignidad", prohibir su tortura, muerte y esclavitud, y garantizar "una vida digna" para la especie. Y para apoyar su propuesta, el diputado ha dicho que los bichos esos "son seres con capacidad para conocerse a sí mismos, con capacidad cognitivas amplias y complejas". Es cuestión de tiempo que aparezca alguna mente bienpensante del progresismo patrio para decirnos que conceder a los monos parte de los derechos que corresponden a los seres humanos no disminuye en nada la dignidad de los hombres pues, al fin y al cabo, esto no es sino una "ampliación de derechos". A los hombres no se les quita nada, sólo se les da a los simios. Nuevamente se demuestra la falacia de dicha argumentación. Y es sangrante, por no usar otro calificativo más grueso, que en este país los hijos de la mona Chita puedan tener más derecho a vivir, a la libertad y a no ser torturados que un pobre feto humano de 5 meses que tenga la desgracia de que su madre quiera quitárselo de en medio. Además, hasta donde yo sé, ni en la Península Ibérica ni en las Islas Baleares ni en las Canarias hay grandes simios viviendo en libertad. No sé si los monos de Gibraltar entran dentro de esa calificación pero en todo caso no les afectaría la medida. Por tanto, no tiene sentido la excusa de que con esta proposición no de ley se logra evitar la desaparición de esas criaturas de Dios. Lo que sí puede ocurrir es que los zoos y los circos españoles tengan que poner en libertad a los gorilas y chimpancés que están en sus instalaciones. Es una lástima que Copito de Nieve no haya vivido lo suficiente para ver este momento. Habría sido una gozada verle pasear por las Ramblas como si fuera un ciudadano cualquiera. A Dios gracias es poco probable que los grandes simios africanos se enteren de lo que ha aprobado el parlamento español. Sólo faltaba que al efecto llamada de inmigrantes, que tantas muertes ha provocado en el Atlántico debido al hundimiento de embarcaciones llenas de seres humanos que buscaban un futuro mejor, se añadiera el efecto llamada de gorilas y chimpancés. Aunque si eso ocurriera y España se nos llenara de monos, siempre podría crearse el ministerio de la igualdad entre monos y hombres. Al frente estaría un gorila. No, mejor una gorila. Por aquello de la cuota, ya saben.
Luis Fernando Pérez Bustamante PD: Enseñanza de la Iglesia Católica sobre los animales y el trato debido a ellos. Artículos del Catecismo: 2415 El séptimo mandamiento exige el respeto de la integridad de la creación. Los animales, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura (cf Gn 1, 28-31). El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre los seres inanimados y los seres vivos no es absoluto; está regulado por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo incluyendo la de las generaciones venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la creación (cf CA 37-38). 2416 Los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial (cf Mt 6, 16). Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria (cf Dn 3, 57-58). También los hombres les deben aprecio. Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de Asís o san Felipe Neri. 2417 Dios confió los animales a la administración del que fue creado por él a su imagen (cf Gn 2, 19-20; 9, 1-4). Por tanto, es legítimo servirse de los animales para el alimento y la confección de vestidos. Se los puede domesticar para que ayuden al hombre en sus trabajos y en sus ocios. Los experimentos médicos y científicos en animales, si se mantienen en límites razonables, son prácticas moralmente aceptables, pues contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas. 2418 Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas. Es también indigno invertir en ellos sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres. Se puede amar a los animales; pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente a los seres humanos.