Grande fue mi sorpresa cuando el miércoles por la tarde Vida Nueva y Religión Digital publicaron la carta que, con fecha del lunes, Monseñor Uriarte había escrito a sus diocesanos en la que afirmaba haber dado el “nihil obstat” y el “imprimatur” a una nueva redacción del libro “Jesús. Aproximación histórica” de José Antonio Pagola. Por supuesto, él está en su derecho de publicar lo que crea conveniente y de dar todos los imprimatur que se le tercien. Cada obispo es soberano en su diócesis y no tiene que pedir permiso ni a la CEE ni incluso a Roma para hacer lo que ha hecho el todavía pastor de la iglesia guipuzcoana. Ahora bien, como quiera que he tenido detallado conocimiento de todo lo que ha rodeado al “caso Pagola” desde sus inicios, lo que menos me podía esperar era que el obispo de San Sebastián se saltara la hoja de ruta que se supone que había acordado tanto con la CEE como con Roma. Y eso es lo primero que hay que dejar bien clarito. Monseñor Uriarte, no la comisión para la doctrina de la fe, no la Permanente, es el responsable de todo lo que pueda pasar a partir de ahora. Uriarte ha puesto a los pies de los caballos tanto a la Permanente como a la comisión para la doctrina de la fe. La publicación de su carta se produce justo después de que en Añastro se votara casi unánimemente a favor de la publicación de la nota aclaratoria sobre el libro de Pagola. Dadas las características de esa comisión, cuya actuación siempre tiene repercusiones pastorales de gran calado, sus notas han de ser aprobadas primero por el Ejecutivo de la CEE y luego por la Permanente. No es creíble que Uriarte pensara que su “jugada” iba a parar la nota. Bien sabe él que una vez que la Permanente da el sí, la nota saldrá. Por tanto, su actuación sólo cabe juzgarla como un desafío tanto a la CEE como, y esto es muy importante, a la mismísima Congregación para la Doctrina de la Fe. Y es que Monseñor Amato ha jugado un papel esencial en todo este asunto. Es él quien ha insistido repetidamente a la CEE para que juzgara y corrigiera el libro de Pagola. La opción era que el tema se arreglara en España o si no, Roma habría de intervenir. Y claro, no hace falta ser muy conocedor de cómo funcionan las cosas en la Iglesia Católica para entender que para Pagola sería mucho más duro recibir la corrección de Roma que de una comisión episcopal española. Y monseñor Uriarte SABE PERFECTAMENTE cuál es el juicio que a la CDF le merece el libro de Pagola. No puede alegar desconocimiento porque se lo han dicho en persona. Guste más o guste menos, el libro de Pagola ya ha sido ampliamente difundido. Se han vendido decenas de miles de ejemplares. Ahora se nos anuncia una nueva versión del mismo. Pero ni creo que en las librerías vayan a cambiarnos el primer libro por el nuevo, ni cabe impedir la publicación de la nota de la Comisión para la Doctrina de la Fe, que tiene como objetivo aminorar el daño que a la fe de muchos ha podido causar las desviaciones del libro original. Uno de los graves problemas con que nos podemos encontrar ahora es que la revisión del libro no elimine todos los puntos que van a ser corregidos por la nota de la comisión. Si es verdad que desde San Sebastián se afirma que los cambios son mínimos, tal y como se leía ayer en Religión Digital, el cirio que vamos a tener es no pequeño. Tendremos un libro con imprimatur y nihil obstat de un obispo y una nota condenatoria de la comisión episcopal que se encarga de velar por la ortodoxia. El espectáculo puede ser patético y Roma tendrá que intervenir. En mi opinión Uriarte ha conseguido que la Santa Sede tenga que intervenir sí o sí. Si quería salvar a Pagola, le ha puesto a los pies de los caballos, porque en la CDF están decididos a acabar con una metodología y una forma de hacer teología que lleva de cabeza hacia la heterodoxia. De hecho, el problema del libro de Pagola no es que sea herético o de dudosa ortodoxia, que en mi opinión lo es. Es que dada la forma en que ha abordado el estudio de la figura de Jesús no hay manera de que salga algo concorde con la fe de la Iglesia. Y basta con leerse las condenas que la CDF ha hecho sobre las obras de Reinhard Messner y Roger Haight, s.j, para comprender que le caen como guante a la mano al libro de Pagola, tanto por la metodología usada (Messner) como por algunos de sus efectos (Haight). En cualquier caso, habrá que esperar a ver en qué ha quedado esa revisión. No soy nada optimista respecto al resultado de la misma, pero a diferencia de muchos de los teólogos progres y multi-eruditos que todavía pululan por cátedras y seminarios, yo sí creo en los milagros. Quizás estemos ante uno de ellos en esta ocasión. De no ser así, el caso Pagola se habrá convertido, si no lo es ya, en el caso Uriarte. Luis Fernando Pérez Bustamante