El sínodo de los obispos es la estructura de gobierno de la Iglesia que con el Papa Francisco está en fase de revisión más avanzada.
Aún no se ha elaborado un proyecto total de reforma, pero mientras tanto ya se están llevando a cabo unos cambios considerables.
LAS NOVEDADES
Una primera novedad es la que tiende a transformar el sínodo en una estructura casi permanente. Su próxima sesión ordinaria, fijada para el otoño de 2015, estará precedida por una sesión extraordinaria, del 5 al 19 de octubre de 2014.
El tema será el mismo: "Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización". Pero las tareas de ambas sesiones serán distintas. En 2014 se analizarán los nuevos hechos presentes en la sociedad y se recogerán "testimonios y propuestas"; en 2015, se intentarán fijar "líneas operativas para la pastoral".
Entre las dos sesiones se realizará en Filadelfia el VIII encuentro mundial de las familias. Pero, sobre todo, se reunirá varias veces el consejo de la secretaría del sínodo, formado por doce cardenales y obispos de los cinco continentes elegidos en el sínodo precedente, el de 2012, y por otros tres nombrados por el Papa, además del secretario general en el cargo, el arzobispo Lorenzo Baldisseri, el cual ha atribuido al Papa Jorge Mario Bergoglio también "la voluntad de potenciar la actividad" de esta misma secretaría.
La segunda novedad es la rapidez de la fase preparatoria. La calificación de "extraordinaria" aplicada a la sesión de 2014 – se ha explicado – es sinónimo de "urgente". El ritmo apremiante con el que irrumpen en todo el mundo nuevos modelos y nuevas concepciones en el campo familiar y sexual exige la misma rapidez de respuesta de la Iglesia.
Pero más nueva aún es la modalidad adoptada. Todos los sínodos anteriores, en el arco de medio siglo, habían sido precedidos por documentos preparatorios prolijos, abstractos, aburridos.
Esta vez es todo lo contrario. El 18 de octubre la secretaría del sínodo transmitió a todas las conferencias episcopales un documento de trabajo escueto y concreto.
Basta ver la concisión con la que se describen, desde el inicio, los cambios sucedidos en la sociedad respecto a la familia:
"Hoy se presentan problemáticas inéditas hasta hace unos pocos años, desde la difusión de parejas de hecho, que no acceden al matrimonio y a veces excluyen la idea del mismo, a las uniones entre personas del mismo sexo, a las cuales a menudo es consentida la adopción de hijos. Entre las numerosas nuevas situaciones, que exigen la atención y el compromiso pastoral de la Iglesia, bastará recordar: los matrimonios mixtos o interreligiosos; la familia monoparental; la poligamia, difundida todavía en no pocas partes del mundo; los matrimonios concordados con la consiguiente problemática de la dote, a veces entendida como precio para adquirir la mujer; el sistema de las castas; la cultura de la falta de compromiso y de la presupuesta inestabilidad del vínculo; formas de feminismo hostil a la Iglesia; fenómenos migratorios y reformulación de la idea de familia; pluralismo relativista en la concepción del matrimonio; influencia de los medios de comunicación sobre la cultura popular en la comprensión de la celebración del casamiento y de la vida familiar; tendencias de pensamiento subyacentes en la propuestas legislativas que desprecian la estabilidad y la fidelidad del pacto matrimonial; la difusión del fenómeno de la maternidad subrogada (alquiler de úteros); nuevas interpretaciones de los derechos humanos. Pero, sobre todo, en ámbito más estrictamente eclesial, la debilitación o el abandono de fe en la sacramentalidad del matrimonio y en el poder terapéutico de la penitencia sacramental.
"A partir de todo esto se comprende la urgencia con la cual el episcopado mundial, ´cum et sub Petro´, considera atentamente estos desafíos. Por ejemplo, si sólo se piensa que en el actual contexto muchos niños y jóvenes nacidos de matrimonios irregulares no podrán ver jamás a sus padres acercarse a los sacramentos, se comprende el grado de urgencia de los desafíos puestos por la situación actual, por otro lado difundida ampliamente en la ´aldea global´, a la evangelización".
A esta primera parte descriptiva le sigue, en el documento, una segunda parte que recapitula la enseñanza de la Sagrada Escritura y del magisterio de la Iglesia sobre la familia, desde la "Gaudium et spes" a la "Lumen fidei", con la clara y patente presencia del Catecismo.
Y, por último, la parte que más ha atraído la atención de los medios de comunicación, un cuestionario con 39 preguntas de este tipo:
"¿Qué piden las personas divorciadas y casadas de nuevo a la Iglesia a propósito de los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación? Entre las personas que se encuentran en estas situaciones ¿cuántas piden dichos sacramentos?"
O: "¿Existen uniones libres de hecho, sin reconocimiento religioso ni civil? ¿Hay datos estadísticos confiables?"
Más aún:
"¿Cómo habría que comportarse pastoralmente, en el caso de uniones de personas del mismo sexo que hayan adoptado niños, en vista de la transmisión de la fe?"
El cuestionario deberá circular en todas las diócesis y, sería deseable, en todas las parroquias "con el fin de obtener datos concretos y reales sobre la temática sinodal". Pero también grupos o fieles podrán enviar, individual y autónomamente, sus respuestas a Roma.
La fecha límite para la consultación está fijada a finales de enero. En febrero volverá a reunirse el consejo de la secretaría del sínodo para elaborar, en base a los resultados, otro documento preparatorio para distribuir a los padres sinodales.
LAS INCÓGNITAS
Hasta aquí las principales novedades. Pero junto a éstas y, en cualquier caso, a causa de éstas, se perfilan también algunas incógnitas.
Los datos estadísticos que el cuestionario podrá dar, tal como ha sido compilado y por la variedad de respuestas que se prevén, serán probablemente poco concretos. Y es fácil que se transforme en un poderoso instrumento de presión, por ejemplo, influyendo sobre las respuestas favorables a la comunión de los divorciados vueltos a casar.
Es un riesgo que el arzobispo Bruno Forte, secretario especial del sínodo extraordinario de 2014, aún no ha resuelto cuando, al presentar el cuestionario a la prensa el 5 de noviembre, dijo que el sínodo "no debe decidir por mayoría o seguir la opinión pública", pero también que "sería erróneo ignorar que una parte consistente de la opinión pública tiene una cierta exigencia".
Otra incógnita deriva de la articulación en dos tiempos de la convocatoria sinodal.
Los "testimonios y propuestas" que surgirán de la primera sesión extraordinaria, la de octubre de 2014, previsiblemente serán muy variados. Y seguramente habrá algunos orientados a cambiar sensiblemente la línea que hasta ahora ha recorrido la Iglesia.
Esto creará fuertes expectativas en la opinión pública, dentro y fuera de la Iglesia. Y se descargarán en la siguiente sesión ordinaria del sínodo, la de 2015, que deberá formular las elecciones operativas que habrá que presentar al Papa para la decisión última.
Es un riesgo que ya se verifica con Papa Francisco, cuyas declaraciones son a menudo asumidas por los medios de comunicación como anunciadoras de cambios, más allá de lo que realmente dicen.
Pero es un riesgo que el mismo Papa afronta deliberadamente, tal como podemos ver si analizamos su comportamiento.
EL MÉTODO BERGOGLIO
Tras ocho meses de pontificado, el estilo de Francisco ya es reconocible. "Este tiempo es un ´kairós´ de misericordia", dijo a los periodistas el 28 de julio durante el vuelo de vuelta desde Río de Janeiro, indicando con ello la prioridad que él mismo se había asignado.
Respecto a las cuestiones que se debaten en relación a la familia, el Papa Bergoglio es de una ortodoxia doctrinal indiscutible: "Conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia", dijo escuetamente en la entrevista a "La Civiltà Cattolica".
Pero la exposición de la doctrina la deja a otros, y él se reserva el acercamiento misericordioso del médico de almas, que se inclina sobre los heridos como en un "hospital de campaña".
Una cuestión a la que el Papa Francisco ha aplicado este doble registro de intervención es precisamente al tema de la comunión a los católicos divorciados y vueltos a casar.
Cuando él habla de este tema, ama resaltar que "la Iglesia es madre y debe recorrer el camino de la misericordia", suscitando con esto expectativas de cambio de la praxis vigente.
Al mismo tiempo, sin embargo, ha confiado al prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, Gerhard Ludwig Müller, la tarea de confirmar, en todo y por todo, la enseñanza de la Iglesia sobre este tema y, por tanto, las razones del no a la comunión.
El amplio artículo de Müller publicado sobre esto en "L´Osservatore Romano" del 23 de octubre no era nuevo. Ya había sido publicado tal cual el 15 de junio en Alemania en "Die Tagespost", antes incluso de que Müller fuera confirmado por el Papa en su papel de prefecto de la doctrina.
Pero a partir de primavera habían ido en aumento las señales de impaciencia entre el clero y entre los obispos de varios países, inclines a un relajación del no a la comunión de los divorciados vueltos a casar.
A principios de octubre había causado sensación un documento de una oficina pastoral de la archidiócesis de Friburgo, la misma del presidente de la conferencia episcopal alemana, Robert Zollitsch, que animaba el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar, sencillamente sobre la base de "una decisión de conciencia tomada de manera responsable" y "con la necesaria disposición de fe".
Ha sido en este momento cuando el Papa ha considerado oportuno consolidar los pilares de la doctrina, acordando con Müller tanto la publicación del artículo en "L´Osservatore Romano", como su contemporánea difusión en varios idiomas.
En el artículo, Müller critica también a quién desvincula la misericordia de Dios de la obligación de observar sus mandamientos, a quién desvincula la conciencia del deber de buscar la verdad y quién quisiera admitir en la iglesia católica un segundo o tercer matrimonio, como en las Iglesias ortodoxas.
Está fuera de toda duda que también sobre estos tres puntos hay pleno acuerdo entre el Papa y su prefecto de doctrina. Pero esto no es óbice para que, en lo que respecta a estos mismos tres puntos, Francisco siga expresándose a su manera, con esa elección de palabras que es el secreto de su popularidad, pero también el origen de equívocos interpretativos y de un exceso de expectativas.
Un claro ejemplo de este doble registro comunicativo concierne el tema del segundo matrimonio permitido por las Iglesias ortodoxas.
Mientras Müller en su artículo afirma taxativamente que "esta praxis no es coherente con la voluntad de Dios, claramente expresada en las palabras de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio", el Papa Francisco, en el avión de vuelta de Brasil se expresaba con estas palabras sibilinas:
"Un paréntesis: los ortodoxos tienen una praxis distinta. Ellos siguen la teología de la economía, así la llaman, y dan una segunda posibilidad [de matrimonio], lo permiten. Pero creo que este problema – cierro la paréntesis – se tiene que estudiar dentro del marco de la pastoral matrimonial".
Otro ejemplo de oscilación comunicativa se refiere a los procesos canónicos de verificación de la nulidad de un matrimonio.
Repetidamente, el Papa Francisco ha hecho entrever la necesidad de "revisar" las modalidades de estas verificaciones, en el supuesto de que los matrimonios nulos sean, en realidad, mucho más numerosos de lo que aseguran los tribunales eclesiásticos.
Y todos estos gestos han sido cada vez interpretados como presagio de facilitación de los reconocimientos de nulidad. En la misma dirección de un rescripto de Benedicto XVI del 11 de febrero pasado – el día de su anuncio de renuncia al papado – que ha abolido la necesidad de "una segunda decisión conforme" para que las sentencias de la Rota Romana que declaran la nulidad de un matrimonio sean ejecutivas.
Pero el 8 de noviembre, en un discurso a la plenaria del tribunal supremo de la signatura apostólica, el Papa Francisco ha hecho una fuerte defensa del "defensor del vínculo", es decir, del abogado que en cada proceso matrimonial tiene el deber de "proponer todo tipo de pruebas, de excepciones, recursos y apelaciones que, en el respeto de la verdad, favorezcan la defensa del vínculo".
Piloto y co-piloto. Acelerador y freno. La guía del Papa Bergoglio está hecha así.