Llegar a ser un buen enano católico, no siempre resultará fácil. Existen riesgos. A ciertas naturalezas, me atrevo a decir que a ninguna, le resultará igual de fácil hacerse siempre enano y querer subirse a hombros de gigantes. A veces, nuestro ego y orgullo primario mencionados en la primera parte, pudieran engañarnos y crear en nuestra mente paradojas como las vividas por el capitán Lemuel Gulliver, quien en ocasiones, es un gigante entre enanos, otras, un enano entre gigantes y finalmente un ser humano avergonzado de su condición en una tierra poblada por caballos sabios que son más humanos que los propios hombres y desconfían, con razón, de éstos.

El riesgo existe, paradojas para que el gigante en cuestión, según le convenga a nuestra mente o ambiente… deje de serlo en un momento dado, o bien, vuelva a ser encumbrado, según nos guste o no, lo que diga.

En el caso de Benedicto XVI y el Papa Francisco, proponerles como gigantes en el sentido de maestros que deben ser conocidos, leídos y escuchados, pudiera resultar una osadía, o dejarlo en algo… discutible, puede ser. La realidad es que a nadie dejan indiferentes y si nos apuramos, el Papa Francisco: “nos saca los colores”.
«Somos enanos encaramados a hombros de gigantes. De esta manera, vemos más y más lejos que ellos, no porque nuestra vista sea más aguda sino porque ellos nos sostienen en el aire y nos elevan con toda su altura gigantesca».

Podría culminar este artículo con la sencillez de quien sabe que poco más puede decir, y recomendar ¡vivamente! leer con los ojos del enano inquieto, las palabras que Benedicto XVI dirigió a los seminaristas el 8 de febrero de 2013, en su comentario de la Lectio Divina, tres días antes de su renuncia.

Ahí encierra unas pautas, en cierto modo proféticas, y que no sólo llenan de comprensión la mente, sino que ayudan a vivir sumidos en la grandeza del espíritu católico.

Me detengo en extraer (no sacar de contexto) algunas frases: “Se convierte en alguien abierto y amplio”. Aquí el Papa emérito hablaba de San Pedro y su crecimiento a lo largo de los años en la comprensión de la Iglesia, hasta llegar a entender la universalidad de la misma, y cómo para alcanzar ese punto de ser una persona abierta y amplia, ha necesitado de la ayuda de otros, de vivir en comunión con otros, aún siendo muy distintos en temperamento, experiencia, personalidad, pero unidos en la Fe común en Cristo. Cita a Silvano, Timoteo, a San Pablo y a la comunidad judeo-cristiana que fue conociendo en su viaje de Jerusalén hasta llegar a Roma.

Mente abierta y amplia, sanamente curiosa y libre de actitudes a la defensiva, pudiera ser otra característica de quien desea ser un buen enano.

“Como cristiano no me hago sólo una idea mía que comparto con otros, y si dejan de gustarme puedo salir. No: concierne precisamente a la profundidad del ser, es decir, llegar a ser cristiano comienza con una acción de Dios, sobre todo una acción suya, y yo me dejo formar y transformar”. Esta afirmación de Benedicto XVI llega después de haber presentado tres palabras fundamentales en la vida del creyente, y concretamente del católico: ‘regenerados’; ‘herencia’ y ‘custodiados por la Fe’.

“Es un bien, también hoy, que existan tales diversidades, diversos carismas, diversos temperamentos, que sin embargo no son contrastantes y se unen en la fe común.” Con toda seguridad, nadie que lea esta afirmación puede estar en desacuerdo, sin embargo, a veces cuánto dista el conocimiento y reconocimiento teórico de la praxis. Si fuera así no tendríamos tantos problemas y la caridad cristiana no sería un don y por tanto, una concesión de Dios para que podamos alcanzar su promesa, la promesa de la unidad, de la humanidad respecto a Dios, y de la unidad entre creyentes.

“La fuerza del amor, en ese momento, se escucha, se acepta. La Iglesia no debería considerarse a sí misma, sino ayudar a considerar al otro y ella misma ver y hablar del otro y por el otro. Me parece que, en este sentido, tanto anglicanos como católicos ven que no se sirven a sí mismos, sino que son instrumentos de Cristo, amigos del Esposo…" (Benedicto XVI – Palabras a los periodistas, vuelo a Inglaterra – Septiembre 2010).
Concluyo invitándome e invitándonos a pedir a Dios las miradas y actitudes necesarias para vivir y ser siempre verdaderos enanos, sin pretender llegar a ser gigantes de nada, ya Dios que es tan bueno a cada quien le va engrandeciendo a su medida.

Mirada atenta y abierta.- Se habla de reformas en la Iglesia. Necesarias por nuestro bien y por los posibles hermanos que puedan volver a la casa de Roma.
Mirada de hondura espiritual.- Se habla del papel de la mujer en la Iglesia. Necesario para dejar que sea Dios quien dirija nuestras historias personales dentro de la comunidad eclesial (en lo grande y en lo pequeño), de acuerdo a la correspondencia por amor y a los dones que Él soberanamente concede o quita cuando le parece oportuno, tanto a hombres como a mujeres, porque… hay una Providencia que va más allá de nosotros mismos.

Mirada de amor.- Se habla de la nueva pastoral en la familia, particularmente con personas divorciadas. Esta casa católica es demasiado grande y cabemos muchos. Querer mirar como quien desea el mayor bien para cada persona, que no es otro que su encuentro con la Gracia de Dios, y conversión.

“Para Pedro, ciertamente, el paso de Jerusalén a Roma es el paso a la universalidad de la Iglesia, el paso a la Iglesia de los paganos y de todos los tiempos, a la Iglesia siempre también de los judíos. Y pienso que, viniendo a Roma, san Pedro no sólo pensó en este paso: Jerusalén/Roma, Iglesia judeo-cristiana/Iglesia universal.” (Benedicto XVI)