Hemos progresado mucho en los últimos años. Recientemente conocía una operación casi de película: la separación de dos niños siameses craneópagos, es decir, unidos y compartiendo parte del cráneo. 22 horas de operación, bajo la dirección del doctor Benjamin Carson, un quipo de setenta personas y muchos años previos de estudio, investigación, práctica. Cuando explicaron a los padres que, para realizar la operación con menor riesgo, dejarían el corazón casi parado, parecía ciencia ficción. Y este es solo uno de tantos ejemplos del progreso médico en nuestra sociedad, un progreso casi milagroso.

Sin embargo, a pesar de tan impresionantes avances, seguimos sin entender la muerte. Captamos la parte física, el deterioro de células y tejidos que ocasiona el final de la vida, el parón del corazón y de los órganos vitales. Pero ¿por qué morimos? No lo entendemos en profundidad, no asimilamos ese misterio de la muerte, del dolor, del sufrimiento. S4igue latiendo en nuestro corazón, casi a la desesperada, el amor a la vida, el deseo de vivir y seguir viviendo.

En esta sociedad, de tanto progreso y tan amante de la vida, ¿por qué nos encontramos con casos en los que se elimina la vida de otro, se quita la vida a otro ser, incluso al más pequeño e inocente? El drama del aborto sigue siendo un misterio, como el misterio de la libertad, del deseo de bien que late en nuestro corazón. Pero antes de pensar en el porqué del aborto, el Proyecto Raquel piensa en los efectos de este drama, efectos para el niño no nacido, pero también para la madre, para el padre, para toda la sociedad. Más allá de la supresión de una vida, no cabe duda, está la trivialización del derecho a la vida, y la complicidad, callada o activa, en ese gran fracaso.

“Si te encuentras mal después del aborto... quizás te preguntarás: ¿Qué me pasa? ¿Le pasa a todas las mujeres? ¿Se puede salir de esto? ¿Quién puede ayudarme?” Es la sugerente presentación del Proyecto Raquel, “una respuesta de la Iglesia Católica ante el drama del aborto, un proyecto que quiere ofrecer un camino de esperanza, de reconciliación y de curación"

En el plano moral, cuando conocemos cualquier falta o transgresión, hemos de tener en cuenta los atenuantes y circunstancias. Hasta la “justicia positiva” lo hace cuando juzga a un acusado, sea cual sea su delito. No significa esto justificar el mal, ni vestir como bueno algo malo; significa comprender a la persona como lo que es, una persona que tiene inteligencia, voluntad, corazón, hábitos buenos o malos, influencias positivas o negativas. Y las mujeres que eligen, o permiten, que se termine con la vida de su hijo tienen en su interior todos estos componentes y mucho más. Simpatizo mucho con cualquier iniciativa que, antes de acusar fríamente a quien va a cometer un aborto, o ya lo ha cometido, busca comprender las circunstancias, conocerlas, ayudarlas, acompañarlas, animarlas, buscar soluciones alternativas.

El Proyecto Raquel es una de esas iniciativas. Sabiendo que muchas mujeres no se sienten en paz después de haber abortado, al mes, al año o a los cinco años, busca acompañarles en su dolor, ayudarles en su sanación. En su trabajo y expansión, este fin de semana, por ejemplo, ha organizado un curso en Barcelona. ¿La finalidad? Conocer y entender cuál es la herida y el dolor psicológico y espiritual por el que han atravesado aquellas mujeres que han sufrido un aborto.

No basta con hacer el bien, o creernos hipócritamente muy buenos; hay que acompañar a las personas, débiles como nosotros, y acercarles a la Fuente de la reconciliación, el perdón y la misericordia.