La reunión que hoy comienza en Roma entre Francisco y los ocho cardenales del Consejo no es más que la aplicación de una indicación explícita del colegio cardenalicio salida de las congregaciones que precedieron al Cónclave donde se decidió la elección del nuevo Papa. Allí nació la exigencia de que el futuro Pontífice disponga de un grupo de consejeros que realice las sugerencias que él les solicite. Lo cierto es que se trata de una idea clásica, ya que la estructura de la Iglesia romana es eminentemente colegial. Fue sugerida a comienzos de marzo; el día 13 salió elegido Jorge Bergoglio y, un mes después, el 13 de abril, el Papa constituyó este grupo de ocho cardenales que representa las distintas partes del mundo.
Aunque el primer encuentro cara a cara será hoy y durará hasta el jueves, el consejo comenzó a trabajar nada más ser constituido y, antes que los ocho cardenales, llegaron a Roma cerca de 80 documentos de trabajo. El Papa publicó ayer un texto breve en el que bautiza el grupo como «Consejo de Cardenales» y cuya tarea es la de ayudarle en el gobierno de la Iglesia universal y en la reforma de la curia. No hay que esperar grandes anuncios de esta primera cumbre, punto de partida de un trabajo que va a extenderse en el tiempo, tal y como ha escrito el propio Francisco. En la Iglesia existen muchos precedentes de órganos similares, entre ellos alguno con una fisonomía particular como el sínodo de los obispos, constituido por Pablo VI y que sigue en vigor. Y es que el método colegial no pierde actualidad en la Iglesia y es una prioridad en el Pontificado de Francisco.
Giovanni Maria Vian es Director de «L´Osservatore Romano»
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