Con el anuncio del nombramiento del nuevo secretario de Estado y con las medidas dispuestas hace cuatro días, el papa Francisco he echado mano a un primer bloque de incisivos cambios en la curia romana.

Lo ha hecho en tiempos relativamente breves, como por otra parte le había sido pedido por los cardenales que lo han sostenido hasta elegirlo sucesor de Pedro.

A partir de esta serie de nombramientos, de confirmaciones y de falta de confirmaciones – que han estado precedidas por pequeños pero significativos retoques en otras oficinas vaticanas – se pueden extraer ya algunas indicaciones sobre las líneas de gobierno de un Papa que ama definirse como obispo de Roma, pero que en el interior de los muros leoninos actúa al 100 por ciento como sumo pontífice de la Iglesia universal.

Ante todo, se puede decir que si su predecesor Benedicto XVI alimentaba una cierta idiosincracia respecto a la “casta” de los nuncios apostólicos, el papa Jorge Mario Bergoglio no muestra en esto ningún prejuicio. Más aún. Al denunciar que los clérigos que desempeñan el servicio diplomático son acechados más que los otros por la lepra de la carrera eclesiástica, cuando encuentra entre ellos a alguien que considera valioso y competente – o le es presentado como tal por consejeros que él considera confiables – no muestra ningún reparo en promoverlo a cargos elevados y delicados.

Éste es seguramente el caso del nuevo secretario de Estado, Pietro Parolin, y del nuevo prefecto de la Congregación para el Clero, Beniamino Stella. Apreciados por el papa Bergoglio también por su perfil discreto y alejado de todo extremismo.

Nuncio apostólico es también el más exuberante arzobispo Lorenzo Baldisseri, quien ha sido promovido a secretario general del sínodo de los obispos, en lugar de Nikola Eterovic, nombrado nuncio en Berlín. Baldisseri es el prelado que, como secretario del cónclave, fue creado "cardenal a la mitad" por el neo-electo Papa, quien le confirió el solideo de color púrpura. Ahora se presume que se convertirá en cardenal pleno y recibirá el birrete cardenalicio – junto a Parolin y Stella – en el primer consistorio útil.

En lo que se refiere al desplazamiento de Eterovic a Berlín se puede advertir que sus tres predecesores como secretarios generales del sínodo (Wladyslaw Rubin, Jozef Tomko y Jan P. Schotte) fueron creados cardenales mientras estuvieron en ese cargo o inmediatamente después. El arzobispo croata no recibe la púrpura cardenalicia, pero como nuncio en Alemania deberá ocuparse de los nombramientos de algunas de las más importantes diócesis del país: Colonia, Maguncia y Friburgo.

No se sabe si Francisco proseguirá con la tradición de conferir la púrpura también a los titulares de sedes italianas de consolidada tradición cardenalicia – en este momento están desprovistas Turín y Venecia –, pero el hecho que ya haya tres italianos de curia en camino hacia el cardenalato quizás ha de significar que el Papa no tiene en mente “castigar” por prejuicios la presencia italiana en la curia y en el senado cardenalicio.

A lo sumo se puede constatar que con un Papa de origen piamontés y ligur se está pasando de un predominio de eclesiásticos provenientes de las regiones saboyanas (Tarcisio Bertone, Mauro Piacenza) al de clérigos provenientes de la antigua República de Venecia, como el vicentino Parolin y el trevisano Stella, a los cuales se puede agregar el neo-arzobispo y neo-presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica, la escuela diplomática de la Santa Sede, Giampiero Gloder, originario de Asiago, en la provincia de Vicenza.

Una pequeña señal geográficamente a contracorriente respecto a esto ha sido lo acontecido en la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, donde en el puesto del veronés Massimo Boarotto ha sido nombrado como delegado de la sección ordinaria el piamontés Mauro Rivella. A nivel de los "rumores" curiales, el nombramiento de éste último aparece también como una pequeña cachetada a la presidencia de la Conferencia Episcopal Italiana, que el año pasado no había prorrogado el quinquenio como subsecretario que Rivella había madurado y a quien había reenviado a Turín.

De todos modos, no hay ninguna señal de una exclusión del Papa para los italianos, excepto por el hecho que muestran un perfil humilde y son pocos locuaces, tanto en público como en privado. El papa Francisco ha dicho y repetido que las habladurías no le agradan. Como cardenal, las raras veces que venía a Roma no desdeñaba escuchar a esos “viejos curiales” que ahora elogia. Pero ahora es Papa, y el contexto ha cambiado.

Quizás es en esta clave que se pueden leer los desplazamientos que han bajado de categoría a algunos eclesiásticos considerados entre los más conservadores y "ratzingerianos" de la curia romana. Movimientos que han hecho alegrar al circo mediático progresista y que han puesto de luto al circo mediático más tradicionalista.

Tres desplazamientos en particular son los que han suscitado discusiones:

- el del arzobispo Guido Pozzo, de limosnero pontificio a secretario de la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei", cargo que había sido abolido algunos años atrás;

- el del obispo Giuseppe Sciacca, de secretario general del governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano a secretario adjunto de la Signatura Apostólica, cargo hasta ahora inexistente;

- y sobre todo el del cardenal Mauro Piacenza, de la influyente Congregación para el Clero a la más marginal Penitenciaría Apostólica, donde en general eran mandados los cardenales de edad muy avanzada o - con la única clamorosa excepción de Luigi De Magistris – los arzobispos al final de su carrera, para darles la púrpura cardenalicia.

En el pasado no han sido muchos los cardenales de curia rebajados de categoría en los cargos. Pero ha habido.

Con Juan Pablo II, por ejemplo, en 1984 sufrieron una clamorosa "diminutio" curiale – por problemas de “línea" eclesiástica – dos cardenales de primerísimo plano:

- el argentino Eduardo Pironio, cuyo secretario particular Fernando Vérgez Alzaga, Legionario de Cristo, ha sido premiado ahora por el papa Bergoglio, quien lo ha promovido al puesto que era del obispo Sciacca en el governatorato;

- y el italiano Sebastiano Baggio, vicentino como Parolin.

También el papa Karol Wojtyla transfirió al cardenal estadounidense James F. Stafford para dar lugar a su connacional Stanislaw Rylko.

Es evidente que en el caso de Piacenza el papa Bergoglio ha querido imprimir un giro a la conducción dinámica, pero de impronta tradicional, de la Congregación que el purpurado genovés, discípulo del cardenal Giuseppe Siri, había emprendido con el pleno consentimiento de Benedicto XVI.

Tal giro de volante ha sido puesto más en evidencia por el hecho que el papa Francisco quiso nombrar posteriormente un secretario en el dicasterio, el obispo mexicano Jorge Carlos Patrón Wong, quien ahora acompaña al español Celso Morga Iruzubieta, de la Fraternidad Sacerdotal de la Santa Cruz, vinculada al Opus Dei.

Y más todavía se pone en evidencia el cambio de rumbo por el hecho que el Papa no ha confirmado a los miembros y a los consultores de la Congregación para el Clero, quienes permanecen entonces en sus cargos, dependiendo provisoriamente del "donec aliter provideatur".

Carácter provisorio que, por el contrario, el Papa ha eliminado para las cúpulas, los miembros y los consultores de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe y de Propaganda Fide. Efectivamente, han sido confirmados en sus cargos tanto el alemán Gerhard Ludwig Muller como prefecto del ex Santo Oficio, como el cardenal italiano Fernando Filoni, proveniente también él del servicio diplomático, como prefecto para la Evangelización de los Pueblos.

El cardenal Piacenza ha sido siempre también un firme sostenedor de la disciplina del celibato eclesiástico. Su ostracismo de la Congregación para el Clero, asociada a las declaraciones del próximo secretario de Estado, Parolin, interpretadas como una apertura a la superación de esta norma eclesiástica en la Iglesia latina, ha hecho pensar que entre las novedades del actual pontificado pueda haber precisamente un cambio en este ámbito delicado. Pero, como cardenal, Bergoglio afirmó que compartía el pensamiento de Benedicto XVI sobre este tema, es por eso que el mismo no ha de considerarse hoy en discusión.

A lo sumo podría ocurrir que el papa Francisco pueda aprobar o promover un debate intra-eclesial para verificar si están dadas las condiciones históricas para un cambio. Pero es fácil prever que también una apertura tan limitada provocaría discusiones al rojo vivo, con la posibilidad de producir grietas profundas también en el interior del colegio episcopal.

Entre tanto, será interesante verificar el pensamiento del nuevo secretario de la Congregación para el Clero, Patrón Wong, quien tendrá competencia justamente en los seminarios. El prelado – que ha sido el primer obispo mexicano en registrar una cuenta Twitter propia – ha dado a conocer hasta ahora declaraciones no innovadoras sobre el tema, aunque su pensamiento profundo sobre la cuestión podría encontrarse en su tesis sobre teología espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana, dedicada precisamente al significado del celibato en el mundo actual.

Ahora muchas esperas curiales, y no sólo ellas, están puestas en la Congregación para los Obispos y la de los Sacramentos y del Culto Divino.

En la primera, donde se prevé la confirmación del cardenal prefecto Marc Ouellet, el desplazamiento de Baldisseri ha dejado vacante el cargo de secretario.

En la segunda, parece descontado el retorno a España del cardenal prefecto Antonio Cañizares Llovera, como sucesor de Antonio Rouco Varela a arzobispo de Madrid.

Además, en la Congregación que “fabrica” los obispos será interesante ver si y cómo serán cambiados los miembros del dicasterio. Actualmente, la composición es un conjunto bastante equilibrado entre las diversas tendencias eclesiales. Pero visto los últimos nombramientos hay quienes temen – o auspician – una especie de depuración de los miembros más conservadores, comenzando por el cardenal Piacenza.

En la Congregación para el Culto Divino será por su parte interesante ver quién ocupará el puesto de Cañizares, definido por algunos como el “pequeño Ratzinger” por su presunta afinidad teológica con Benedicto XVI. En los círculos tradicionalistas circula como una pesadilla el rumor que quien puede ocupar su puesto es el arzobispo Piero Marini, el director de las ceremonias pontificias de Juan Pablo II, puesto en el banco de suplentes por el papa Joseph Ratzinger.

Piero Marini fue el primer co-consagrante del nuevo arzobispo limosnero pontificio, el polaco Konrad Krajewski, pupilo de Bergoglio.

Que justamente él sea elevado a la cima del dicasterio para la liturgia parece inverosímil, pero con el papa Francisco las sorpresas son siempre posibles.

Además, el martes 24 de setiembre el Papa ha confirmado a las cúpulas de dos Pontificios Consejos “hasta la conclusión de los respectivos quinquenios en curso”.

En el Pontificio Consejo para los Laicos, entonces, han sido confirmados hasta el próximo 24 de enero el cardenal presidente, el polaco Stanislaw Rylko, y el obispo secretario, el alemán Josef Clemens.

Mientras que en el de Justicia y Paz, el cardenal presidente, el africano Peter K. Appiah Turkson, y el obispo secretario, el salesiano véneto Mario Toso, lo han sido hasta octubre del 2014.

Estos dos Pontificios Consejos podrían entonces sobrevivir a la programada reforma que debería eliminar o fusionar varios oficios de la curia, pero no está dicho que quienes los guiarán serán los actuales titulares.

Traducción en español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina