Doña Soraya S.S., fue entrevistada el día 1 de abril por Federico Jiménez Losantos en su programa La Mañana de la Cadena COPE. El entrevistador y director del programa, preguntó a doña S.S.S. (lo escribo así únicamente por abreviar, no se vaya a creer, que las palabras, como las escopetas, las carga el diablo), le preguntó si era del Opus, y la entrevistada responsió que NO. Respuesta correctísima si realmente no pertenece a la Obra, pero luego se escurrió como una anguila para no dejar claro qué es lo que piensa o cree en materia tan fundamental como la religiosa o, dicho de otro modo, a qué moral se atiene la flamante portavoz del grupo popular en el Congreso. Porque no es lo mismo cobijarse bajo la sombrilla relativista y liviana cuando cae el sol a plomo, que mantener firme y sin complejos unos principios sólidos y claros, como hace la heróica concejal del PP en Mondragón. Eso sí que es tenerlos bien puestos, igual que doña Esperanza en la Comunidad de Madrid, según afirmó el otro día Joaquín Legina en una entrevista televisada. Doña S.S.S. terminó diciendo, a modo de escapatoria, que en el PP hay de todo, como en botica, incluso algún que otro masón añado por mi cuenta, pero de este tema hablaré en otra ocasión. Que una persona privada piense o crea en lo que le dé la gana, está en su perfecto derecho de ciudadano libre, en la medida que se puede ser libre en ciertas regiones de España sin exponerse a la muerte civil y, en casos extremos, a la muerte física. Pero un cargo público no puede esconderse tras el escudo de su privacidad para no alcarar cuales son sus creencias y principios, máxime tratándose de algo tan principal como la ética personal e ideológica de los políticos. Los electores de todos los partidos tenemos derecho a exigir a los diputados y dirigentes de cualquier formación que nos digan en qué creen, cuál es la brújula que los guía en medio de las borrascas políticas, y los interpelados tienen la obligación de aclarar sus posiciones, sin ambigüedades ni medias tintas. Del señor Rodríguez Zapatero, por ejemplo, sabemos que lleva mandil, según se ha publicado en diversos libros recientes y artículos varios sin que lo haya desmentido nadie, de manera que, en una situación límite, obedecerá antes a la logia que a su partido, pero si los militantes y votantes socialistas lo quieren así, ese es su problema. En Estados Unidos, inventores, nos guste o no, de la democracia moderna, la condición religiosa de cada candidato se indaga a fondo, y ¡ay de aquel! que no sea capaz de despejar toda duda respecto a esta cuestión. Kennedy fue elegido presidente en 1960, presentándose como católico, en una nación de mayoría protestante, porque el país ya estaba maduro para una apertura de este género, aparte de aceptar el apoyo de los sindicatos mafiosos. Luego resultó ser un pendón faldero de mucho cuidado, faltando gravemente a uno de los mandamientos más precisos de la ley mosaica, el del adulterio, y haciendo un corte de manga a las mafias sindicales. En este aspecto hizo lo que debía hacer, poniendo coto a los excesos sindicaleros, que bien que se cobraron después la traición. En todo caso y como remate de estas líneas, si doña S.S.S. no es capaz de expresar sus creencias e inclinaciones, demostrará que no merece la confianza de nadie, ni de propios ni de extraños.