Francisco no tiene prisa en reformar la curia y alguno de sus grandes electores empieza a impacientarse. "Queríamos un Papa con buenas capacidades directivas y de mando y hasta ahora hemos visto poco de ambas", se ha lamentado en una entrevista de hace pocos días el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan.

Pero lo que es seguro es que al Papa Jorge Mario Bergoglio esta curia no le gusta tal como es. De hecho, de manera voluntaria, la utiliza cada vez menos. La secretaría de Estado vaticana tuvo noticias del último quirógrafo firmado "Francisco", el del 18 de julio que instituyó una comisión de ocho expertos para replantear la organización de las estructuras económico-administrativas de la Santa Sede, sólo a hechos consumados.

Esto significa que en el pequeño estudio de Papa Bergoglio, en el segundo piso de la Casa de Santa Marta, donde ha decidido vivir, se deciden y se hacen muchas cosas que ni siquiera rozan los majestuosos despachos curiales de la primera y tercera galería del Palacio Apostólico, a escasos metros del apartamento pontificio, ahora desierto.

La secretaría de Estado continua con su trabajo rutinario, pero está actuando muchos más otra secretaría, minúscula pero activísima, que está al servicio directo del Papa y despacha los asuntos que él quiere resolver personalmente, sin ninguna interferencia.

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Hace un siglo, cuando reinaba Pio X, la llamaban la "segretariola". El Papa Giuseppe Sarto tenía un pésimo juicio sobre la curia de entonces, pero incluso después de haberla reorganizado se cuidó muy mucho de suprimir su pequeña secretaría particular, de cuyo personal se había rodeado apenas fue elegido en 1903.

Con el Papa actual, hijo de emigrantes piamonteses, el véneto Pio X tiene muchos rasgos en común. También él había nacido en una familia pobre y siguió dedicándose, también como Papa, a ayudar a los necesitados. Muy amado por la gente humilde, llevaba una vida simple y austera. Era de carácter bondadoso, no privo de ironía y tenía una profunda vida espiritual. Sucesivamente fue proclamado santo. Tenía una formidable capacidad de trabajo, que se alargaba hasta altas horas de la noche y hacía muchas pequeñas cosas personalmente que la curia desconocía.

No sorprende que contra la "segretariola" de Pio X se concentrase muy pronto una tenaz aversión, pues se sospechaba que influía sobre el Papa, orientando sus decisiones. Sospechas compartidas por dirigentes de la curia que Pio X apreciaba, como el entonces sustituto secretario de Estado, Giacomo Della Chiesa, futuro Benedicto XV, del cual el Papa decía: "Es jorobado, pero se comporta rectamente". De hecho, ninguno de los secretarios del Papa Sarto, tras subir éste al cielo, fue premiado por los pontífices sucesivos. Uno incluso acabó sus días voluntariamente recluido en una ermita, en la montaña sobre Camaldoli.

La leyenda negra pesó sobre ellos hasta el descubrimiento, un siglo más tarde, de los documentos de esa "sagrada mesa" en un trastero de los palacios vaticanos. Dos valiosos estudiosos, Alejandro M. Dieguez y Sergio Pagano, el segundo actualmente prefecto del archivo vaticano, publicaron entre 2003 y 2006 el inventario completo y una antología en dos gruesos volúmenes que demostraron que esos laboriosos secretarios no tenían ninguna culpa, porque todo había sido querido, decidido e incluso escrito de su puño y letra por el infatigable Papa Sarto. Como parece que está sucediendo también hoy con Papa Bergoglio.

El primero en formar parte de la "segretariola" de Pio X fue don Giovanni Bressan, su secretario antes de ser elegido Papa, cuando era obispo de Mantua y después patriarca de Venecia. Inmediatamente después el Papa Sarto llamó a su lado a otros dos sacerdotes vénetos que él conocía bien, Francesco Gasoni y Giuseppe Pescini. Y después un sacerdote de Como, Attilio Bianchi, sobrino del beato Giovanni Battista Scalabrini, fundador de los misioneros que de él toman su nombre.

A estos cuatro Pio X añadió, por último, "debido a su gran experiencia en propósito", a monseñor Vincenzo Maria Ungherini, que había sido el segundo secretario de León XIII, el Papa que había su predecesor.

También aquí las semejanzas con el presente son importantes. En la "segretariola" del Papa Francisco aparece, efectivamente, y por los mismos motivos que entonces, el que había sido el segundo secretario de su predecesor Benedicto XVI, el maltés Alfred Xuereb.

Sin embargo, el hombre que tiene un contacto más directo con el Papa no es éste, sino un sacerdote de Buenos Aires, Fabián Pedacchio Leaniz, que llegó a Roma, a la curia, en 2007 como oficial de la congregación para los obispos, por voluntad conjunta del que era entonces su arzobispo, Bergoglio, y del entonces prefecto de la congregación, Giovanni Battista Re, el cardenal "queridísimo" al que el mismo Bergoglio dio las gracias calurosamente en su primer encuentro con el colegio cardenalicio tras su elección como Papa.

Hoy don Fabián, de 49 años, está permanentemente en Santa Marta, donde trabaja a tiempo completo al servicio de Papa Francisco. Es experto en derecho canónico y ha sido secretario de la asociación de los canonistas argentinos. Ama la ópera, las novelas de Gabriel García Márquez y las películas de Pedro Almodóvar. En futbol su equipo del alma no es el mismo que el de Bergoglio, el San Lorenzo, sino el más premiado River Plate.

Además de don Fabián, en el círculo de los estrechos colaboradores del Papa hay otro argentino de Buenos Aires, monseñor Guillermo Javier Karcher, ceremoniero pontificio pero, sobre todo, responsable del protocolo, la oficina de la secretaría de Estado por la cual pasan todos los documentos de la Santa Sede.

Hay, además, un italiano, monseñor Assunto "Tino" Scotti, de 58 años, bergamasco, jefe de oficina en la sección de asuntos generales de la secretaría de Estado y decano de la cámara apostólica, el instituto que administra los bienes de la Santa Sede en el interregno entre un Papa y el otro, con el cardenal camarlengo. Monseñor Scotti es quien selecciona y controla a los afortunados que acceden, todas las mañanas, a la misa del Papa, en la capilla de la Casa de Santa Marta.

A cada uno su tarea. Pero como Pio X, tampoco el Papa Francisco es una persona que ame delegar en otros. En Buenos Aires trabajaba solo en un pequeño escritorio muy ordenado. En la sala adjunta tenía una secretaria, la cual ni siquiera le gestionaba las citas y los encuentros: él mismo los fijaba en su agenda. Una agenda que no perdía nunca de vista y que ha querido llevar consigo cuando, ya Papa, se ha embarcado en el avión para Rio de Janeiro, en esa bolsa de viaje llevada por él mismo en una foto que ha dado la vuelta al mundo.

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De la "sagrada mesa" de Pio X las cartas salían todas firmadas por uno de sus secretarios y todas escritas en tercera persona: "El Santo Padre desea…", "El Santo Padre quiere…", "El Santo Padre me indica que le comunique…". Pero después se ha visto que en las minutas originales la escritura a mano era toda ella sólo del Papa. No había decisión, por pequeña o grande que fuese, que no procediese personalmente de él.

Parece ser que con Bergoglio sucede lo mismo, con las ventajas y riesgos que corre toda autoridad monocrática. En sus primeros meses como Papa, el más grave infortunio en el cual ha caído Francisco ha sido el nombramiento del prelado del IOR, el "banco" vaticano, en la persona de monseñor Battista Ricca. Un nombramiento fuertemente deseado por el Papa en persona, completamente desconocedor del pasado escandaloso del personaje, del cual se había hecho desaparecer todo rastro documental.

En casos de este tipo, cuando ve que la curia le daña en lugar de ayudarle, el Papa Francisco se siente aún más estimulado a actuar por su cuenta.

Después de que “L´Espresso” hubiera destapado el escándalo basándose en los testigos y los documentos incontrastables desaparecidos en Roma pero conservados en la nunciatura vaticana en Montevideo, el Papa ha querido verificar personalmente la verdad. Ha puesto en acción su "segretariola" para que le informaran y entregaran todas las pruebas del caso. En la entrevista en el avión de vuelta de Rio, sus palabras más duras las ha dirigido contra los "lobbies", recalcando dos veces que "no había nada" relativo al escándalo en la investigación "previa" sobre Ricca que le habían hecho ver en la curia.

En la misma entrevista Francisco ha reivindicado su ser "jesuita" en lo profundo. Pio X fue otra cosa, pero ambos Papa parecen tener en común una astucia pragmática.

Para preparar la reforma de la curia, el Papa Sarto apoyó secretamente la publicación de un libro de denuncia y propuesta, aparecido de forma anónima y con un editor ficticio, que tuvo un notable éxito de público. En realidad, ese libro había sido escrito por un fidedigno monseñor de la secretaría de Estado, Giovanni Pierantozzi, había sido impreso por la tipografía vaticana y el borrador había sido revisado por el Papa en persona, en diciembre de 1903.

Ciento diez años después, también el Papa Bergoglio debe enfrentarse a una curia que hay que rehacer desde la base. Y tal vez algo similar a lo que hizo su santo predecesor lo ha querido hacer cuando el pasado 8 de julio ha nombrado, entre los ocho expertos de la recién creada comisión para la reordenación de las oficinas económicas-administrativas de la Santa Sede, con derecho a acceder a todos los documentos más reservados, a una experta en comunicaciones, la treintañera Francesca Immacolata Chaouqui.

Lástima que sin embargo nadie haya advertido al Papa que esta desenvuelta joven ítalo-egipcia presume, sí, de la amistad de varios cardenales de la curia, pero también tiene hilo directo con Gianluigi Nuzzi, el receptor de los documentos robados a Benedicto XVI por su infiel mayordomo, y es informadora asidua del sitio dagospia.com, el colector más leído en Italia de maledicencias y venenos vaticanos.

Fuente: L´Espresso