La religión tuvo una influencia significativa en los primeros estudios de bioética. Muchos de los primeros especialistas en bioética tenían una formación teológica, y el debate bioético se guió parcialmente por las preocupaciones religiosas antes los nuevos avances en la medicina y en la ciencia biomédica.
El último número del Journal of Medicine and Philosophy aborda el impacto del auge del agnosticismo de las sociedades occidentales sobre la disciplina de la bioética. Varios especialistas en bioética analizan cómo la desaparición de una cultura pública cristiana ha afectado tanto al tono como a los contenidos del debate bioético. El número se centra particularmente en la obra del recientemente fallecido Hugo Tristram Englehardt.
En su editorial, Mark Cherry, profesor de ética aplicada de la St Edwards University, examina la afirmación de Englehardt sobre el auge del pluralismo en las sociedades occidentales y el consiguiente declive de una comprensión objetivista de la moralidad práctica. Cherry sugiere que el abandono de la fe religiosa como fuente “canónica” de la verdad ha conducido a una situación en la que el debate moral se hace “interminable”: “Sin la capacidad de apelar a un concepto moral incondicional o a una perspectiva incondicional absoluta sobre la realidad para asegurar una perspectiva moral canónica, no puede haber una verdad moral per se. Solo existen intuiciones morales particulares afirmadas por personas diferentes. Por ese motivo, por ejemplo, inquietudes fundamentales como la fecundación in vitro con desecho de embriones, la donación de gametos para la reproducción asistida con terceros, el suicidio médicamente asistido y otras formas de muerte médicamente asistida dejan de ser consideradas como asuntos importantes de moralidad y bioética. Todas ellas han sido devaluadas y des-moralizadas hasta convertirse en simples decisiones personales sobre estilos de vida y de muerte”.
Los otros colaboradores del número rechazan la posición de Cherry, más bien pesimista, sobre el futuro de la discusión bioética. Andrew Lustig, del Davidson College, propone que no busquemos en la filosofía una verdad canónica, sino que, por el contrario, la veamos como una buena fuente de razonamientos sobre los fines y los medios que darán lugar a conclusiones distintas en contextos sociales distintos. Esta perspectiva pragmática no nos deja paralizados ante la existencia de divergencias morales irresolubles.
Christoper Tollefsen rechaza en particular la crítica de Englehardt a la bioética católica, según la cual la bioética católica está degenerando en una especie de teología “débil” y de virtual rendición ante el secularismo. Para que la bioética católica conserve su vigor, aduce Tollefsen, la razón debe mantener su fidelidad al magisterio de la Iglesia, al mismo tiempo que se compromete con la ética secular: “En mi opinión… la bioética del futuro, si ha de evitar degenerar en el secularismo y la teología débil, debe compartir los elementos claves de [la nueva teoría de la ley natural]. Por un lado, es insostenible un regreso a la tradición manualística, a formas voluntaristas de tomismo y a un escolasticismo que se desentienda del compromiso con la ética secular; sin embargo, la rendición a la cultura en forma de proporcionalismo o de una bioética puramente ‘pastoral’ tampoco es una respuesta a la actual crisis de la bioética”.
Publicado en BioEdge.
Traducción de Carmelo López-Arias.