El primer viaje fuera de la diócesis de Roma para el nuevo Papa no podía ser más emblemático de lo que Francisco es y representa para la Iglesia y el mundo. Al responder positivamente a la invitación del párroco de Lampedusa, impresionado y conmovido por las noticias sobre las “carretas del mar” que demasiado a menudo se convierten en tumbas después de haber sido tragadas por el mar con todo y su carga de humanidad desesperada.Primer viaje a la periferia extrema de Europa, a la anhelada “puerta” para miles de inmigrantes víctima de «traficantes de hombres».

Es un viaje emblemático en muchos aspectos. Sobre todo, Francisco quiere ofrecer un testimonio de cercanía, su «proximidad» a las situaciones de desesperación, de pobreza, de degradación. A esos mundos que fingimos no ver, a los que nos hemos acostumbrado porque la «cultura del bienestar» nos vuelve «insensibles a los gritos de los otros», haciéndonos vivir en «burbujas de jabón» efímeras, en la «globalización de la indiferencia». Bergoglio, con paramentos violeta y visiblemente conmovido, repite a sí mismo y a cada uno de los presentes esta pregunta: «¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? ¡Nadie! Todos nosotros respondemos así: “no, yo no soy; yo no tengo nada que ver; serán otros, yo no”».

La invitación, testimoniada con la presencia y con los gestos antes que con las palabras, a no cerrar el corazón, a salir de las cómodas «burbujas de jabón» para ver cara a cara la realidad en nombre de un Dios que se hizo hombre para partir con nosotros, acoger y «custodiar» a estos hermanos que sufren. Es un examen de consciencia para todos, sin exclusión.

Pero la breve visita a Lampedusa de este caluroso lunes de verano fue emblemática también por otros factores. Descubrimos que el Papa puede moverse por Italia sin ceremonias, sin las filas de políticos y hombres de las instituciones, sin la corona de obispos y prelados. Puede ir a hacer una visita «privada» (si se puede llamar privada la visita de un Papa), eliminando la mayor parte de los oropeles, yendo en el vehículo de uno de los habitantes del lugar, usando un pastoral y un cáliz hechos con la madera de las barcas que han llegado a la isla llevando a miles de desesperados en busca de una vida mejor. Este viaje a la “puerta de Europa” puede representar un modelo, a partir de ahora, para el futuro, para un pontificado que está todavía comenzando pero que ya está lleno de novedad.

En las últimas semanas, el Papa Francisco ha hablado en muchas ocasiones de salir a las calles, hacia los pobres para tocar «la carne de Cristo, sus llagas». Porque «no es suficiente crear una fundación para ayudar a todos, ni hacer muchas cosas buenas para ayudarlos. Todo esto es importante, pero sería solo un comportamiento de filántropos». La Iglesia no es una Ong y el cristiano no se limita a ayudar filantrópicamente. Va y abraza físicamente al pobre y al que sufre, porque de esta manera abraza la carne de Cristo. Hoy en Lampedusa, Bergoglio ofreció almundo entero su testimonio.