El juicio contra José Bretón en Córdoba por el presunto asesinato de sus dos pequeños hijos, Ruth y José, está llegando a su desenlace final, con el veredicto del jurado popular, que, o mucho me equivoco, o lo declarará culpable de toda culpabilidad. El clima social que se ha creado en torno a este tristísimo suceso así lo ”exige”. Su seguimiento mediático, especialmente en radio y televisión, es muy probable que termine influyendo poderosamente sobre el ánimo de los jurados, por otro lado perfectamente indocumentados en materia penal. Todo ello me induce a unas cuantas reflexiones acerca de este terrible hecho y sus circunstancias.
Por lo pronto dos niños totalmente inocentes fueron víctimas de rencillas entre sus progenitores, adultos que han perdido todo sentido moral, dando origen a odios africanos, en particular del padre, que para vengarse de la madre por su separación matrimonial mata a los hijos si se confirma esta hipótesis de los hechos. Algo perverso, pues, está ocurriendo en nuestra sociedad para engendrar monstruos de esta naturaleza, o como los asesinos de Sandra Palo o los de Marta del Castillo, que encima se están pitorreando de policías y jueces.
Otra cuestión que me produce repelús es la intervención de un jurado popular en causas de tanta envergadura jurídica, complejidad sicológica y repercusión social. Que un pequeño grupo de personas, ayunas por completo de conocimientos legales, tenga que decidir la culpabilidad o no de un acusado, no se corresponde en absoluto con el equilibrio y seriedad con que debe actuar la Justicia. Es decir, si queremos que la Justicia sea seria y objetiva. Ya sé que en Estados Unidos funciona el sistema de jurado desde sus mismos inicios como nación independiente, pero de eso hace ya casi dos siglos y medio. Aquí, en cambio, acabamos de descubrir el Mediterráneo, y ya le asignamos casos complejísimos, que sólo unos jueces muy preparados podrían afrontar.
Los medios, en especial los menos reflexivos por sus propias limitaciones técnicas, como la televisión, han convertido el caso en una especie de espectáculo para complacer los gustos de amplios sectores del público.
Por una parte parece criticable –a mí me resulta un tanto desmedido-, mas por otra tiene su explicación. Cuando ejercía de redactor-jefe en la agencia Efe, solía decir a mis redactores que la sección de Sucesos y Tribunales era muy agradecida, porque tenía un gran volumen de seguidores. Los acontecimientos con morbo apasionan al personal, y los medios tienen que atenerse a la demanda, pero sin perder nunca el sentido de la medida, pues de lo contrario pueden caer en la inflación informativa y pecar de amarillismo. Por eso pienso que José Bretón lo tiene muy crudo ante un jurado de inexpertos inundado por tanta información agigantada como un eco en las montañas.
No quiero decir, para terminar, que José Bretón sea inocente, tampoco que sea culpable. Eso lo determinará la instancia que proceda, pero cargar la responsabilidad de ese dictamen en un jurado de indocumentados, me parece una barbaridad. Es como si se confiara la decisión de una operación quirúrgica a corazón abierto a un tribunal, no de médicos, sino de personas de la calle. Su supone que los especialistas de cualquier materia están para algo, ¿o no?