Qué difícil y estéril es defender la causa de la sinrazón cuando la inteligencia despliega sin miedo sus poderosos recursos; qué difícil sostener las causas injustas, cuando sus letales consecuencias despiertan en los corazones de las personas sensatas un profundo deseo de rectificación. No importa entonces si esa sinrazón o esa injusticia estuvo legitimada por el propio Estado, adormeciendo por un tiempo las conciencias de muchos ciudadanos; la verdad es el fundamento y fuente de la auténtica libertad para hacer el bien e interesarnos por la suerte de nuestro prójimo y, antes o después, termina recuperando el lugar que le corresponde en el devenir humano.
Así sucedió en efecto con la esclavitud, la negación del voto para las mujeres, el genocidio judío a manos de los nazis, la persecución y muerte de millones de personas a manos de los regímenes comunistas y, por supuesto, la cultura de la muerte que hoy ignora o desprecia la dignidad del concebido y el derecho de las madres a ser apoyadas por el Estado. La verdad se fue abriendo paso de la mano de la capacidad de la razón humana para acertar a poner luz sobre la auténtica realidad y condición del hombre, y eso es precisamente lo que felizmente viene sucediendo ahora en España en torno al debate sobre el aborto y el deseo de una gran parte de la ciudadanía española para cambiar las cosas.
Ha vuelto a dar en la diana el Ministro de Justicia, Alberto Ruíz Gallardón, al recordar a los socialistas en el Congreso de los Diputados, que la izquierda no siempre ha defendido las causas justas y que ahora tiene una extraordinaria oportunidad para hacerlo, rectificando como de hecho lo está haciendo un partido conservador y una sociedad civil que hoy reconocen la propia insensibilidad e indiferencia mantenidas durante demasiado tiempo en relación con la tragedia del aborto y el abandono de las madres vulnerables.
Sorprende y causa perplejidad la absoluta carencia de argumentos racionales esgrimidos por los adalides de izquierda en defensa del aborto, pero no debiera extrañarnos habida cuenta la absoluta imposibilidad intelectual de negar la dignidad de la vida humana desde el momento de la concepción, y que se trata de un bien jurídico al que no se le puede retirar la protección del Estado. Así lo reconoció el 18 de octubre de 2011 el Tribunal de Justicia Europeo, rechazando la destrucción previa de embriones humanos o su utilización como materia de producción o investigación.
Con argumentos científicos, antropológicos, éticos y jurídicos, podremos contribuir cada cual a defender el fundamental derecho a la vida de los seres humanos sin excepción y en cualquier etapa de su biografía, y hablando bien de las cosas buenas y hermosas como de hecho lo es ser madre aún rodeada de dificultades. En la Fundación RedMadre contamos con miles de experiencias reales que lo confirman.
Antonio Torres
Presidente Fundación RedMadre