Al despedir a nuestro querido Papa emérito, la diócesis de Orihuela Alicante quiere expresar su inmensa gratitud a Dios por el don de la vida de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI.
Su nombre de pila, José, nos recuerda que, así como San José fue en la vida de Jesús la “sombra del Padre”, también nosotros hemos experimentado esa misma experiencia de paternidad gracias a Benedicto XVI. Su pastoreo martirial en medio de las aguas turbulentas del relativismo y de la dictadura del relativismo ha sido un regalo del Padre del Cielo para poder permanecer fieles, sin sucumbir ante la enorme presión del momento.
Os comparto que lo primero que me vino a la mente al conocer la noticia de su fallecimiento fueron aquellas palabras de Jesús: “¿Qué salisteis a ver en el desierto, una caña sacudida por el viento?”... ¿A qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que profeta” (cfr. Mt 11, 7- 9).
Un “profeta” y “más que profeta”, ciertamente, ya que en su vida se han conjugado la palabra clarividente del discernimiento profético, con la paternidad llena de bondad y misericordia en el ejercicio de su ministerio de sucesor de Pedro. En distintos foros y ocasiones he tenido la oportunidad de subrayar que el gran don del magisterio de Benedicto XVI ha sido la integración de la verdad y la caridad en una misma esperanza, sin ceder a la tentación de las contraposiciones dialécticas. Dios es la Verdad, al mismo tiempo que el Amor, lo cual funda nuestra esperanza. Su gran esfuerzo por expresar la sinfonía de las tres virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- ha sido colosal. Este ha sido el motivo, en última instancia, por el que Joseph Ratzinger–Benedicto XVI ha sido tan incomprendido y atacado, principalmente por cuantos no toleran que la Iglesia Católica se resista a asumir el espíritu de la mundanidad.
Me parece ilustrativo compartiros la circunstancia en la que tuve mi primer encuentro con Benedicto XVI. En el verano de 2006 se celebraba en Valencia la Jornada Mundial de las Familias, y yo acababa de ser nombrado obispo de Palencia, aunque todavía no había sido consagrado. En la capilla del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia, Benedicto XVI se encontró con todos los obispos de España, donde me permitieron acceder, a pesar de ser un simple advenedizo. No olvidaré nunca las palabras que Benedicto XVI dirigió a los obispos allí presentes, a propósito de la reciente aprobación, por el episcopado español, de la Instrucción Pastoral Teología y secularización en España, en la que se salía al paso de tantos errores modernistas que se estaban infiltrando dentro de la propia Iglesia: “¡Habéis salido a defender la fe de los sencillos, y Dios os lo pagará!”. Me quedé conmovido al escuchar esa expresión, porque comprendí que a Joseph Ratzinger–Benedicto XVI, siendo uno de los mayores intelectuales en la historia de la Iglesia, lo que le importaba por encima de todo era la fe de los sencillos, la fe del pueblo de Dios que se le ha encomendado.
Y no quiero concluir sin hacer referencia a estos últimos diez años de retiro y de ocultamiento. Cuando el pasado miércoles el Papa Francisco hizo pública la gravedad del estado de Benedicto XVI, pidiendo oraciones al mundo entero ante la inminencia de su fallecimiento, pronunció unas palabras misteriosas que merecen ser meditadas: “El Papa emérito sostiene a la Iglesia en su silencio”. ¿Sostiene a la Iglesia? ¿Qué significa esa expresión? Algún día comprenderemos, cuando estemos en la presencia de Dios, cómo los últimos años de los ancianos y de los enfermos han podido llegar a ser especialmente fecundos en los designios de Dios.
En el caso de Benedicto XVI esto ha podido alcanzar un grado muy especial. Baste solo hacer un esfuerzo de intuición e imaginación, para comprender cuánto ha rezado y ofrecido Benedicto XVI en su retiro, en medio de la grave crisis que vive el mundo y la propia Iglesia. Su vida ha sido ofrecida, junto con el sacrificio de Cristo en la Eucaristía, por todos y cada uno de nosotros. Por cierto, es impresionante la noticia que hemos conocido de que la misma víspera de su fallecimiento concelebró la Santa Misa en su propia habitación. ¡Con qué emoción pronunciaría las palabras de la doxología: “Por Cristo, con Él y en Él”!
En nombre de la diócesis de Orihuela-Alicante, te despedimos diciendo: ¡gracias, padre! ¡Descanse en Paz!