Uno de los factores hoy más influyentes son los medios de comunicación social, cuyo uso puede ser para el bien, llegando incluso a ser un instrumento precioso y muy eficaz de evangelización, o para el mal. En un mundo tan interrelacionado como el nuestro, los medios de comunicación dejan caer sus mensajes en todos los rincones, debiendo nosotros tener por tanto como criterios éticos el respeto a la verdad y a la dignidad humana. La nuestra es la llamada sociedad de la información, pues el cambio que hoy se ha producido en las comunicaciones supone, más que una simple revolución técnica, la completa transformación de aquello a través de lo cual la Humanidad capta el mundo que la rodea y que la percepción verifica.

Está comprobado que, con frecuencia, las personas, especialmente los niños y los jóvenes, aprenden las formas de conducta que observan en la televisión y demás medios de comunicación, incorporándolas a su repertorio de comportamientos. El mundo se ha hecho una pequeña aldea en la que, en todas partes, los jóvenes comparten las mismas canciones, los mismos ídolos, los mismos eslóganes.

Suele decirse que la opinión pública se hace a base de opinión publicada. El problema consiste en encontrar información fidedigna, en decidir en qué y en quién podemos realmente confiar como consumidores de información que somos. Está claro que los medios de comunicación social pueden ampliar extraordinariamente el mundo de nuestros conocimientos, a la vez que desempeñan la noble tarea de informar y denunciar las situaciones degradantes, pero también pueden ser usados para el mal, defendiendo como derechos todo lo referente al libertinaje sexual, difundiendo anuncios sexuales y pornografía, por lo que son responsables en buena parte del fomento de la violencia, de la exaltación del hedonismo y de la frivolidad, de la manipulación política, de la permisividad total, de la tolerancia o el favorecimiento del mal, del consumismo y de las ideas erróneas sobre la sexualidad y el amor que han invadido nuestra sociedad, promoviendo causas contrarias al matrimonio y a la familia, como pueden ser la apología de la ideología de género, y, en consecuencia, de las uniones no matrimoniales, de la infidelidad y del aborto.

Es más que sospechoso que casi todos los medios de comunicación importantes estén al servicio de causas aberrantes, anticientíficas y malvadas como las anteriormente citadas y estén financiadas por fundaciones multimillonarias, como la Planned Parenthood o la Soros. No es nada raro que los líderes políticos, incluso en países democráticos, manipulen la opinión pública con estas ideas a través de estos medios, que cuentan con el apoyo de grandes organizaciones que tratan de gobernar el mundo contra el designio de Dios Creador. La manipulación va a favor de la corriente, halaga los instintos y se pone al servicio de lo fácil y cómodo, pero va en contra de los valores fundamentales, valores que incluso son presentados como enemigos de la libertad y el progreso. Por ello, es necesario un especial esfuerzo y presencia de los cristianos en los medios de comunicación a fin de defender y fomentar los valores cristianos.

Es ciertamente imposible evitar que un poco todos nosotros, pero especialmente nuestros niños y jóvenes, se vean asediados por toda clase de demagogos y demagogias, pero la solución no consiste en evitar su influjo simplemente con prohibiciones, sino tratar de neutralizar estos peligros por medio de una formación y unos ideales adecuados, enseñando a nuestros jóvenes a pensar con rigor y a que se den cuenta de cómo se intenta manipularles, cosas posibles si sabemos mantener con ellos la comunicación y el contacto personal, teniendo valor para expresar lo que creemos, y utilizando también nosotros estos medios, para ponerlos al servicio de la verdad y el bien, a fin que nuestra voz sea también oída.

Dado que una auténtica ola sexual ha invadido el mundo, hoy es desde luego urgente proporcionar a todos y especialmente a los menores una buena formación cultural y sexual, fundada en el diálogo y en nuestro acercamiento a ellos, para dotarles de capacidad de discernimiento y de una actitud crítica capaz de defenderles del permisivismo sexual, fundamentado en el materialismo práctico y en el vacío moral debido a la ausencia de un horizonte cultural y espiritual. La educación no puede basarse en el hedonismo, ni en la ausencia del espíritu de sacrificio, ni en la búsqueda de la satisfacción egoísta que tanto puede dañar su personalidad en la delicada fase de maduración en que se encuentran, pues se trata de evitar que sean clientes y víctimas del tráfico sexual. Es importante plantearnos qué es lo que podemos hacer para favorecer nuestros medios de comunicación y contrarrestar los negativos. Y pese a las dificultades, no nos desanimemos, porque Jesucristo es más fuerte que Satanás.