De hecho, los católicos ya estamos metidos en el tiempo de espera hasta la elección de nuevo papa. Período de sede vacante, de cábalas, de incertidumbre, incluso de insidias por parte de los enemigos de la Iglesia y, al menos por lo que a mi respecta, de ansiedad. Se me está haciendo largo este compás de espera, y eso que todavía no ha empezado el cónclave. Seguramente me ocurre esto por falta de fe, de confianza plena en la buena mano del Espíritu para la elección de la persona más adecuada encargada de pilotar la barca de Pedro hacia puerto seguro.
Los cardenales encerrados en cónclave tendrán mucho donde elegir. La Iglesia vive un momento de esplendor en cuanto a eclesiásticos insignes esparcidos por el mundo entero, a pesar de las plagas que el maligno siembra en la debilidad humana hasta de los mejores. El pasaje evangélico de la cizaña no deja nunca de merodear a nuestro alrededor, alrededor del pueblo de Dios, de sus pastores e instituciones.
Benedicto XVI ha renunciado por cansancio, por falta de fuerzas físicas para mantener firme la mano en el timón de la barca. No abriguemos ninguna duda de ello. Los que tenemos o nos aproximamos a la edad del papa Ratzinger, sabemos lo que pesan los años, por muy lúcida que se tenga la cabeza, como él la tiene, y muy dispuesto el ánimo. Pero el andamiaje se resiente y las goteras empiezan a hacer mella en la integridad del edificio corporal. El “oficio” de papa requiere no sólo una gran fortaleza intelectual y espiritual, sino física. No se puede estar viajando a dos por tres, de un extremo a otro del mundo, sin un cuerpo robusto que permita aguantar esas jornadas maratonianas a las que se ve sometido el Santo Padre en sus visitas pastorales. Hacía falta un relevo, y Benedicto XVI, personas sumamente inteligente y hombre de Dios, no iba a ser quien lo impidiese.
Además va a ser necesario una gran fortaleza física y moral para afrontar la tremenda ofensiva laicista que ya tenemos encima, el gran desafío al nuevo papa. El maligno no duerme, y sus secuaces tampoco. Ahí tenemos la prueba palmaria de las intenciones del enemigo con las “informaciones” –es un decir- publicadas en Italia por dos medios de prensa más que conocidos por su hostilidad a la Iglesia. Por un lado, la revista semanal “Panorama”, propiedad de Silvio Berlusconi, masón, magnate de los medios, político enredador, protagonista de escándalos sexuales en su palacete de la isla de Cerdeña y dueño principal de Telecinco, una joya de la telebasura española. Y por otra parte, el periódico “La República”, espejo del radicalismo laicista. Ambos han difundido la especie de que el Papa renuncia al Solio Pontificio, tras conocer el “terrible” informe elaborado por la troika de cardenales –uno de ellos el español Herranz- sobre la corrupción en el Vaticano, donde se dan casos –según esta prensa “amiga”- hasta de orgías homosexuales. Vamos progresando. Antes todo sen reducía a infiltraciones masónicas. Que si había un cardenal masón, que si un grupito de monseñores con mandil habían montado una logia en los despachos veticanos, etc. Ahora ya tenemos metida en la cocina a la mafia rosa. A este paso cualquier día un sabueso de los medios nos dirá, citando fuentes, por ejemplo, cercanas al obelisco de la plaza de San Pedro, que unas monjitas partidarias del celibato opcional... a ratos, han abierto un club de alterne en algún lugar naturalmente ilocalizable de la Ciudad del Vaticano.
Se trata siempre de “noticias” difusas, imprecisas, nunca con nombres concretos ni datos verificables, sino dejadas caer a voleo, a ver si hay quien pica. Calumnia, que algo queda. Luego vienen los plumillas, sobre todo corresponsales extranjeros –al menos los españoles- que con su proverbial falta de criterio, prestan eco a estas insidias, las agigantan y las repiten hasta convertirlas en dogmas de fe. Primero hablan que han dado la noticia “algunos” periódicos, cuando en realidad, siquiera en este caso, sólo ha sido uno y una revista, ambos, aunque de orientación política opuesta, en su inquina religiosa coincidentes. A continuación ya dicen de “varios medio” y acaban hablando de la “prensa italiana”, como si fueran todos los periódicos los que diesen pábulo al infundio. Es el conocido fenómeno profesional del “contagio” informativo donde los malos periodistas quedan retratados. Así que preparémonos para lo peor hasta que aparezca la fumata blanca, pero confiemos en Dios, que Dios nunca falla a los que en Él confían.