Cuando hace 25 años nos embarcamos en la lucha provida y profamilia, y hablábamos a nuestros amigos de la ideología de género, a menudo nos tildaban de “conspiranoicos”, “tirabombas”, “fedayines”… Parece claro que haber menospreciado a semejante enemigo permitió que hoy lo tengamos hasta en la sopa.
Ahora bien… ¿ya ganaron? ¿Seguirán avanzando? ¿Hasta cuándo? ¿Hay algún límite posible? A veces parece que se comen los niños crudos. Que no hay posibilidad de contener su avance implacable. Pero las apariencias engañan. Hay motivos para creer que a largo plazo no ganarán. ¿Por qué?
En primer lugar, porque los promotores de esta ideología se metieron nada más ni nada menos que con la naturaleza humana, que a pesar de las diversas culturas y las distintas épocas, no cambia.
Además, a medida que avanza, sus promotores se van sacando la careta, y va apareciendo más claramente el aberrante rostro de lo que en el fondo buscan. Y van generando más y más rechazo en la gente común. Situaciones extremas como la llegada de los trans a las competencias deportivas y sus triunfos sobre mujeres XX –digámosle así-, o de presidiarios trans a cárceles de mujeres, donde a menudo dejan embarazadas a sus compañeras, muestran claramente cuáles son las consecuencias de negar la realidad.
Cada vez es más evidente, además, que esta ideología, es diabólica. ¿Por qué? Porque divide. Genera odio y confrontación extrema. Y como es diabólica, es estéril, ya que va contra la vida, contra la procreación y contra el amor.
Los católicos sabemos que Dios nos ha creado a su imagen y semejanza para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida, y en la vida eterna. Estamos llamados a la vida, al amor y a la felicidad. Todo ello opuesto a esta ideología, que en su lucha por destrozar la naturaleza humana, ha provocado la risa de los sensatos y el llanto de sus víctimas: cada vez son más los arrepentidos de mutilaciones y hormonaciones que jamás deberían haberse llevado a cabo.
Esta nueva torre de Babel que pretende construir la ideología de género, se cae a pedazos ante la realidad. Sobre todo, ante la ley natural, tan rechazada y olvidada por muchos. Quizá su negación total era lo que hacía falta para que los hombres volvieran a confiar en esta doctrina, rechazada sin más por considerarse “católica”…
No sabemos cuántos años pasarán antes de la caída definitiva de este gigante con pies de barro. Pero si algo es seguro, es que por diabólica, aberrante y estéril, va a caer.