No hace mucho el 12 de Diciembre, he publicado en este mismo periódico un artículo titulado “Mis hijos no son cristianos”, en los que me refería a tantos padres y madres cristianos que ven como sus hijos han perdido la fe, no van a Misa y aunque mantengan una serie de valores, es difícil, si vuelven la espalda a Dios, que inculquen valores no ya cristianos, sino simplemente humanos a la generación siguiente.
Cuando pienso en esa generación de los nietos realmente siento pavor. Muchos padres han renunciado a su tarea educativa y dejan a sus hijos sin criterios sobre realmente vale la pena. Se deja a los hijos sin puntos de referencia, en manos de la seudoeducación oficial, que lo que intenta es corromperlos. La Ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo, actualmente en vigor, tras todo un año de gobierno del PP, dice que entre los objetivos de la actuación de los poderes públicos está: “artículo 5 e) la educación sanitaria integral y con perspectiva de género sobre salud sexual y salud reproductiva” y en el artículo 8: “La formación de profesionales de la salud se abordará con perspectiva de género”.
La libertad sexual extrema que defiende la ideología de género, en nombre de la neutralidad, combate abiertamente los valores cristianos, y favorecidos por la presión tanto del ambiente como de los medios de comunicación, tratan de inculcar determinadas normas, más fuertes precisamente por ser tácitas, como “la virginidad está desfasada”; “no tener vida sexual a los diecisiete años es anormal”; “todas las formas de sexualidad son normales”; “si no haces lo que todo el mundo, eres un raro”; “el matrimonio es retrógrado”; que hace que muchos de nuestros jóvenes piensen que una salida nocturna tiene que terminar en la cama con el primero o primera que esté dispuesto a ello. Estamos ante una auténtica prostitución, eso sí amateur, porque lo hacen gratis y sin cobrar.
Las consecuencias de esto son gravísimas: estos jóvenes son incapaces de contraer un matrimonio estable y fundar una familia, puesto que no conocen el sentido de la palabra fidelidad. Ello va a suponer la continuación del descenso del número de hijos, lo que significa no sólo un descenso de población, sino un tremendo vacío religioso y moral. Pero como a los relativistas lo que les mueve es el odio a la Iglesia Católica, ello significa el apoyo, acogida y estímulo a las actividades musulmanas, no por amor al Islam, sino para zaherir y desdeñar a los católicos. En el Islam no florecen precisamente las democracias, es mucho más machista que lo que haya podido ser nunca el Cristianismo, y todavía, al día de hoy, la pena, para un no musulmán que visite La Meca y Medina, es la de muerte, aparte de la noticia de todos los días de cristianos asesinados por los musulmanes, que cada año suman bastantes miles.
Para no tener problemas con el Islam, algunos buscan la rendición preventiva, a la que tan aficionado era algún político presuntamente español muy conocido y a la que muchos están muy dispuestos. Rendición preventiva supone no sé por qué, de qué y a quien tengo que rendirme, pero lo hago. Recuerdo dos casos: uno sucedió en Siria donde estábamos en viaje turístico. Una chica se encontró con algunas chicas sirias que le preguntaron de donde era. Contestó que española, pero por si acaso añadió que musulmana. El otro me lo contó mi Obispo: una maestra, en una guardería de la Iglesia, le dijo al obispo que no había que poner el belén por si acaso había alguna niña musulmana a la que le pudiera molestar. El obispo le contestó que ni siquiera sabían que hubiese una musulmana y, que en todo caso, son ellos los que tienen que acomodarse, y no nosotros.
Pero como el vacío religioso y moral hay que llenarlo, mucho me temo que lo hagan los musulmanes, más convencidos, más combativos, con una tasa de práctica religiosa mucho más alta, y menos acomplejados, incluso en aquéllos puntos donde debieran estarlo. ¿Han oído Ustedes alguna vez protestar a nuestras feministas radicales contra la condición de las mujeres en el Islam? Pues como sigamos así de dormidos en no demasiados años ni generaciones todos tendremos que aceptar en España la sharía y las mujeres el burka.
Para terminar una pregunta: ¿está todo perdido o hay solución? Creo que la solución es sencillamente la recristianización. Es indudable que junto a esa juventud y adultos sin valores que he descrito, hay también una juventud en muchos casos admirable y profundamente cristiana, así como padres dispuestos a tomarse en serio la educación de sus hijos, y a quienes no les duele sacrificarse por sus hijos. Debemos apoyarles con nuestro testimonio y oración, para que esos brotes verdes que indudablemente hay, crezcan y se expansionen y este Año de la Fe, sea de verdad un Año de Fe.
Pedro Trevijano