España se encuentra en una gran encrucijada de la historia, en la que es preciso decidirse por un camino. ¿Qué podemos hacer, qué le ofrece la Iglesia, qué camino le abre? Me viene a la memoria aquella escena del paralítico a la puerta del templo que demanda limosna, ayuda necesaria, a Pedro y a Juan. Lo mismo que ellos, puede la Iglesia repetir hoy: «No tengo oro ni plata» (no tengo poder ni medios económicos suficientes, ni recursos técnicos, ni tampoco soluciones para salir de la dura crisis económica), «pero lo que tengo te doy; en nombre de Jesús Nazareno, levántate y anda». La Iglesia no tiene otra riqueza ni otra respuesta ni recurso alguno que Jesucristo. Pero, en su nombre y siguiéndole a Él, podemos ponernos con toda seguridad en camino hacia un futuro grande y nuevo.
Decir «levántate y anda», «ponte en camino», es una gran llamada a la esperanza que se encuentra en Jesucristo. En estos momentos, a una España bastante desmoronada, incluso con escombros, pero con unos firmes cimientos que nadie le ha arrebatado y difícilmente son erradicables, los cimientos de su fe y sus raíces cristianas, la Iglesia le ofrece la ayuda para reencontrar y andar de nuevo su camino, que ha hecho grande y gloriosa su historia, inseparable de esos cimientos. España está llamada a reavivar aquellos valores auténticos que ennoblecieron su historia y benéfica su presencia en tantos momentos y lugares.
Al evocar ese cimiento que la fundamenta tantos siglos y la mantiene en pie para que ande y camine a pesar de tanta ruina y tan graves dificultades, y al apelar a la fidelidad a lo que le da firmeza y solidez en medios de avatares adversos, la Iglesia le dice a esta España nuestra, así como está, que no se desanime, que no ceda al desaliento, que no desfallezcan sus manos, que no se resigne a modos de pensar y vivir que no tienen futuro, porque no se basan en la sólida certeza de Aquél que tiene palabras de vida eterna.
España, desde los primeros siglos de nuestra era y, sobre todo, a partir de aquel gran Concilio de Toledo que la unificó y la hizo ser, ha recibido el tesoro de la fe cristiana que le ha dado vida nueva, vocación de futuro, esperanza para realizar grandes gestas. La fe cristiana ha fundamentado y fundamenta (a pesar de la secularización ambiental y de una innegable y honda descristianización) su vida social sobre los principios tomados del Evangelio y su impronta se percibe en el arte, la literatura, el pensamiento y la cultura de nuestra nación. Pero esta herencia no pertenece sólo al pasado. Es un proyecto para el porvenir que se ha de transmitir a las futuras generaciones, puesto que es el cuño de la vida de las personas y de los pueblos que han forjado juntos el proyecto común de la unidad que somos, de España.
En estos momentos, a nuestra España, tan zarandeada por fuertes vientos adversos y dificultades de todo tipo, me atrevo a repetirle lo que el autor de la Carta a los Hebreos transmite como mensaje de esperanza a aquella comunidad tan acosada por no menores obstáculos que los nuestros: «Quitémonos lo que nos estorba y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, sin miedo a la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del Padre».
Ante los grandes desafíos y retos que en esta etapa de la historia nos encontramos, el camino que la Iglesia ofrece como futuro cierto a España no es otro que Jesucristo y la fe en Él, Camino, Verdad y Vida. Por ello mismo, con palabras del Beato, Papa Juan Pablo II, dichas a Europa en su Exhortación sobre la Iglesia en este Viejo Continente nuestro, pero que podemos aplicar a nosotros, me atrevo a decir y a ofrecer, con la certeza de que ahí está un nuevo y gran futuro para España: ¡No temas, España! El Evangelio no está contra ti, sino en tu favor. Lo confirma el hecho de que la inspiración cristiana puede transformar la inteligencia política, cultural y económica en una convivencia en la cual todos los españoles se sientan en su propia casa y formen una familia de pueblos, en la que otras regiones del mundo puedan inspirarse con provecho. ¡Ten confianza! En el Evangelio, que es Jesús, encontrarás la esperanza firme y duradera a la que aspiras. Es una esperanza fundada en la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Él ha querido que esta victoria sea para tu salvación y tu gozo. En la encrucijada actual de España, ahora –y siempre– ése es el camino que abre un gran horizonte y conduce a una etapa nueva y con futuro, si lo seguimos.
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