"¿El cardenal Gianfranco Ravasi es el eclesiástico más interesante de la Iglesia católica?". La pregunta, con un punto de interrogación mas retórico que real, es el título de un post reciente del célebre vaticanista estadounidense John L. Allen.
Efectivamente, el purpurado es uno de los más conocidos y apreciados en el circuito de los medios de comunicación, tanto italiano como internacional.
En Italia los artículos firmados por él no sólo aparecen en los medios de comunicación católicos; también aparecen con frecuencia en importantes diarios laicos como el "Corriere della Sera", "Il Sole 24 Ore", "Il Messaggero" y en el semanal "L´Espresso", sin contar su ininterrumpida presencia en el canal de televisión Canale 5 y en el amplio mundo de twitter.
La celebridad de Ravasi ha aumentado mucho a nivel internacional gracias a los acontecimientos vinculados al Atrio de los Gentiles, organizados por él, siempre con el parecer benévolo de la prensa, también en metrópolis profundamente secularizadas como París y Estocolmo.
El Atrio de los Gentiles "tiene el objetivo de crear un espacio neutral de encuentro entre creyentes y no creyentes": así se lee en su página web oficial. El último capítulo, que ha contado entre otras cosas con la presencia del presidente de la república italiana Giorgio Napolitano, ha tenido lugar en Asís los días 5 y 6 de octubre.
Para Ravasi ha tenido el sabor de la revancha.
En 2005, de hecho, Ravasi – en ese momento un simple sacerdote de la archidiócesis de Milán, docente de Sagrada Escritura y prefecto de la Biblioteca Ambrosiana – estaba realmente en liza para convertirse en el obispo de la ciudad natal de San Francisco.
A su favor estaban los vértices de la conferencia episcopal italiana los cuales, para valorizar lo más posible sus excelentes capacidades oratorias, querían situarlo a la cabeza de la prestigiosa diócesis para que fuera la voz con más protagonismo de la Iglesia italiana en la plaza pública, un papel que hasta entonces había llevado a cabo, brillantemente, el ya demasiado anciano cardenal Ersilio Tonini.
Pero la operación fracasó. Y no a causa de la opinión negativa sobre su nombramiento por parte del arzobispo de Milán, el cardenal Carlo Maria Martini (a pesar de la fama de ferviente "martiniano" de que goza Ravasi aún hoy), sino principalmente por la oposición cerrada de otro purpurado que lo conocía personalmente desde los años del seminario, el cardenal Attilio Nicora.
Nicora y Ravasi, efectivamente, habían sido compañeros de estudios en el seminario de la archidiócesis de Milán, en Venegono Inferiore, y después huéspedes en Roma, en el Pontificio Colegio Lombardo. Pero mientras el primero era en ese momento el pupilo del cardenal “conservador” Giovanni Colombo, que en 1977 quiso que fuera su auxiliar en Milán, el segundo era en cambio discípulo espiritual del fraile servita David Maria Turoldo, una de las figuras más representativas del catolicismo progresista italiano, tanto antes como después del Concilio Vaticano II.
En la congregación para los obispos, el debate sobre la candidatura de Ravasi a Asís tuvo lugar el 16 de junio de 2005, cuando Benedicto XVI era papa desde hacía sólo dos meses.
Su candidatura quedó arrinconada a causa de un artículo suyo publicado en el "Sole 24 Ore" el 31 de marzo de 2002, en Pascua, que durante el debate fue mostrado a los presentes. Más que el texto, fue el título dado por el periódico al artículo, que hacía referencia a Jesús, “No ha resucitado, se ha elevado”, lo que provocó el rechazo de la congregación.
Ravasi, de hecho, hacia tiempo que estaba bajo sospecha en Roma por su exegesis considerada demasiado en deuda con las teorías desmitificadoras del exegeta protestante Rudolf Bultmann. Prueba de ello es lo que escribía en junio de 1995 en la revista "30 Giorni" un biblista muy apreciado por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, el jesuita belga Ignace de la Potterie, sobre un par de artículos escritos anteriormente por Ravasi.
"Utilizando un tono irónico", escribía de la Potterie sobre Ravasi, "él parece negar la posibilidad de alcanzar la realidad histórica de Jesús".
En resumen, en 2005 la carrera eclesiástica de Ravasi parecía estar estancada en el siempre prestigioso cargo de prefecto de la Biblioteca Ambrosiana.
Pero no ha sido así. Precisamente con Benedicto XVI a Ravasi se le abrieron no sólo las puertas del episcopado, sino también las del cardenalato, con un cargo importante en la curia; cómplice de ello fue la gran consideración que el nuevo cardenal secretario de estado Tarcisio Bertone, nombrado en septiembre de 2006, tenía por él.
En 2007 Ravasi fue llamado para escribir los textos de la meditación para el Vía Crucis papal del Viernes Santos, en el Coliseo. Y el 3 de septiembre del mismo año, Benedicto XVI lo nombró arzobispo y presidente del pontificio consejo de la cultura.
Contemporáneamente, Ravasi fue nombrado presidente también de dos comisiones pontificias, la pontificia comisión para los bienes culturales de la iglesia y la pontificia comisión de arqueología sagrada. Y con estos cargos asumió también el de presidente del consejo de coordinación entre las academias pontificias.
Además, fue nombrado miembro de la "Insigne Academia Pontificia de Bellas Artes y Letras de los Virtuosos en el Panteón", de la cual ya era miembro "el literato Sr. Armando Torno", responsable de las páginas culturales del "Corriere della Sera", el periodista que más publicita la multíplice actividad de Ravasi.
Ravasi ha infundido a estos nuevos cargos su excepcional capacidad de organizar acontecimientos con un alto impacto mediático, cuyo punto culminante es la serie de encuentros del Atrio de los Gentiles. Estos encuentros, que tienen su origen en una intuición de Benedicto XVI en 2009, han sido organizados por Ravasi con una impronta muy personal.
Pero Ravasi ha demostrado poseer también una destacada habilidad para maniobrar el tablero de ajedrez que es la curia romana. Los organismos por él presididos han visto, de hecho, como se multiplicaban los cargos y funciones, debido a la necesidad de encontrar un puesto para esos ex directivos que han dejado el paso a los nuevos llegados.
Así el 4 de diciembre de 2007, para dejar paso a Antonio Paolucci, nombrado director de los museos vaticanos, el saliente Francesco Buranelli se convirtió en el primer laico nombrado secretario de la comisión para los bienes culturales de la Iglesia.
El 18 de julio de 2009, para dejar paso a monseñor Giovanni Carrù, nombrado secretario de la comisión de arqueología sacra, para el saliente Fabrizio Bisconti se creó el cargo de superintendente arqueológico de las catacumbas.
El 11 de noviembre de 2011, llegó al pontificio consejo de la cultura el obispo portugués Carlos Alberto de Pinho Moreira Azevedo, auxiliar de Lisboa y en pésimas relaciones con su patriarca, nombrado "delegado", cargo de nueva creación en ese momento. Un cargo que se sobrepuso al del secretario del mismo dicasterio, el beninés Barthélemy Adoukonou, nombrado el 3 de diciembre de 2009 y uno de los antiguos alumnos de Joseph Ratzinger cuando era profesor de teología.
El gran dinamismo de Ravasi no ha dejado de crear malestar en esa parte de la curia romana que no ha digerido nunca su llegada a Roma. Y así en 2008, cuando Ravasi escribió un prólogo a una edición ilustrada del "Jesús de Nazaret" de Benedicto XVI, hubo quien desenterró las viejas críticas que había hecho el padre de La Potterie y apuntó el dedo acusador contra el modo como Ravasi había citado una frase del papa.
Pero fueron sólo inocuos pinchazos. El 20 de noviembre de 2010 Ravasi fue nombrado cardenal. Y para ser “papable” ni tan siquiera ha tenido que esperar la birreta roja. El vaticanista John Allen ya le había dado este título en mayo de 2008: A possible papabile.
Los hinchas del Ravasi "papable" parecen ser más numerosos en la direcciones y en las redacciones de los periódicos que en el interior del colegio cardenalicio que elegirá al futuro papa, en un conclave que nada hace pensar que tendrá lugar en breve.
En el ínterin Ravasi se ha desquitado en Asís. Y esta revancha tiene un sabor especial, también, porque el legado pontificio de la basílica de San Francisco es, ¡qué coincidencia!, precisamente su viejo adversario, el cardenal Nicora.
Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España