En mi anterior artículo, Hay que dar talentos: ¡Dios no quiere tibios!, expongo que el Señor desea que con las capacidades que tenemos, y que Él nos ha dado, debemos dar un rendimiento que sobrepase lo que hemos recibido. Y para ello nos pide que nos esforcemos material y espiritualmente para dar lo mejor de nosotros mismos, debiendo trabajar intensamente y arriesgándonos.
Para ver si el empresario da talentos, veamos como es este ser. A nivel popular la imagen es bastante denigrante. Así, se le tacha de egoísta, explotador, acaparador de dinero... en definitiva, un vampiro que chupa la sangre de sus colaboradores exigiendo más horas de trabajo, con malas condiciones laborales y pagando poco. Pero no todos los empresarios son así, hay mejores y peores como existen en todas las profesiones, obreros, médicos, profesores, funcionarios, etc. Pero la opinión es que son “malos”.
Tal es la visión del empresario en la sociedad: no existe normalmente reconocimiento público. ¿Cuántas plazas, calles, estatuas... llevan el nombre de empresarios? Sin embargo, vemos nombres de políticos, artistas, médicos, juristas, militares, poetas, descubridores, investigadores... por todas partes. ¿Por qué?
Una buena empresa desde un punto de vista cristiano es aquella institución que debe (sigo en parte el modelo del profesor Antonio Valero, iniciador del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa [IESE], una de las mejores escuelas de negocio del mundo):
1. Generar un bien o servicio útil para la sociedad. Aquí, evidentemente, entran aspectos éticos y morales sobre lo que es útil.
2. Producir beneficios, rendimiento o como lo queramos llamar. Es decir, generar riqueza.
3. Generar puestos de trabajo, sean directos o indirectos.
4. Y, por último, buscar la autocontinuidad. ¡Tratar de sobrevivir y desear cumplir sus funciones el mayor tiempo posible! ¡No ser un negocio de un día!
Entonces, si una persona crea una empresa que genera producto, riqueza y puestos de trabajo, buscando una mayor duración, además de arriesgar sus bienes y esforzarse para desarrollarla, debe ser alguien que va a cumplir lo que el Señor desea, ¡dar rendimiento! Evidentemente esto lleva implícito que, como ser humano, debe rendir en materia y espíritu. Esta persona busca claramente su bienestar personal, pero también busca que los demás participen de la riqueza generada, que les permita vivir adecuadamente. Él es un repostero que no simplemente hace la tarta (la economía no es un juego de suma 0), sino que desea hacerla más grande y repartirla.
Si esto es cierto, y lo es, mi pregunta es: ¿por qué en la Iglesia no se potencia el espíritu emprendedor? ¿Por qué no se anima a crear empresas? ¿Son tan malos los empresarios? ¿Son tan nocivos, dañinos, perjudiciales, peligrosos, perniciosos, reprobables, censurables, condenables?
En las Sagradas Escrituras hay muchas frases que ayudan a entender lo que se le pide a un empresario y lo tienen en consideración, dándole consejo en su comportamiento. A modo de ejemplo:
-"El obrero es digno de su salario" (1 Tim 5,18) y "No retengas hasta el día siguiente el salario de tus obreros contratados" (Lev 19, 13). Salario justo.
-"Si he sido injusto con mis siervos cuando me han presentado sus quejas, ¿cómo podría presentarme a Dios? ¿Qué podré decir cuando me pida cuentas?" (Job 31, 13-14). Trato adecuado.
-"Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo cuidara" (Gén 2,15). Cuidado del medio ambiente.
-"La fortuna obtenida con fraude disminuye, pero el que la recoge con trabajo la aumenta" (Prov 13, 11). Ojo al fraude.
-"Paguen a cada uno lo que le corresponda: si deben impuestos, paguen los impuestos; si deben contribuciones, paguen las contribuciones" (Rom 13, 7). Pago a Hacienda.
-"El que es fiel en lo poco, es fiel también en lo mucho; y el que es injusto en lo poco, también es injusto en lo mucho" (Lc 16, 10). Honestidad.
-"Reparte tu porción con siete, o aun con ocho, porque no sabes qué mal puede sobrevenir" (Ecl 11, 2). Crea puestos de trabajo.
-"Vale más la buena fama que las muchas riquezas, y más que oro y plata, la buena reputación" (Prov 22, 1). Fama y reputación.
-La parábola del dueño de terrenos que contrataba a los trabajadores: Mt 20, 16.
Y si los empresarios cumplen esto, ¿por qué no son admirados si desempeñan adecuadamente su función? En estos momentos no escucho una palabra a favor de los empresarios, ni en la sociedad ni tampoco en la Iglesia. Son seres humanos como los demás, con virtudes y defectos, pero todos estaremos de acuerdo en que, al menos ,procuran dar talentos.
Termino con una frase de Charles Handy que se puede aplicar a la idea de emprender: "Cuando acabaron sus estudios, les dije a mis hijos que lo que debían hacer era buscar clientes y no jefes"; es decir, crear empresa, dar talentos.