Viajaste a Montevideo, con una esperanza que crecía en tus entrañas, semilla de mil futuros; volviste sola y llorando. Ahora sé por qué el mar es salado, son las lágrimas de las mujeres que viajaron un día a Montevideo.

Uruguay es un país agradable, con una población inferior a la de Madrid capital para un territorio mayor que toda Grecia. A pesar de que con 19 habitantes por kilómetro cuadrado los uruguayos no debieran sentirse terriblemente apretados, en el país antes llamado Uruguay y ahora Uruyanoestanguay acaban de decidir aprobar una ley despenalizando el aborto que sin duda los va a convertir en una potencia mundial y un referente del progreso científico. Siguen los pasos de España... La verdad, no sé por qué en Hispanoamérica celebran tanto su Independencia si no hay estupidez ni salvajada de la Madre Patria que no se apresuren a imitar. Con la excepción del aborto. En la Ámérica que habla español, los dos únicos países que se habían sometido a Satanás eran Castrolandia -¡como no!- y Puerto Rico. Pero ahora la cosa va a cambiar. Las agencias de la ONU, incluida UNICEF, han hecho todo lo posible para exportar su licencia de exterminio libre con poco éxito, a pesar de que los luciferinos han amenazado a países soberanos con cortarles los créditos si impedían cortar sus hijos a cachos...

Como todos los negocios sucios, el de los abortorios necesita la complicidad de medios y de representantes políticos que se dejen influir o comprar.

Los casi dos millones de niños troceados en España legalmente desde principios de los ochenta han supuesto jugosos ingresos para el negocio abortero, y podeís imaginar que si en Madrid con el Pepé se mata igual que con el PSOE, o más todavía, es porque los aborteros saben regar con los euros adecuados los sedientos bolsillos de nuestras autoridades y ejemplares comunicadores.

Seguramente que los primeros abortorios de Montevideo los pondrán algunos de esos empresarios españoles como el Dr. Morin, el de las centrifugadoras para hacer papilla a la gente.

Durante unos meses o unos años a los abortorios uruguayos acudirán chicas infelices de Brasil y Argentina como antes las españolitas bien se marchaban a Londres, a matar a su hijito al que nunca conocerán. Pero el viaje a Montevideo pasará pronto de moda, porque en breve la cultura de la muerte conquistará las naciones circundantes. Les quedará a los uruguayos el legítimo orgullo de haber sido los primeros en abrir la veda.

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