Estamos sufriendo estos días el órdago del presidente de la Generalidad al Gobierno central, en demanda, primero de un pacto fiscal, y luego ya veremos. Y ese ya veremos se traducirá finalmente en la exigencia de independencia total. Pero ahí no terminará la cosa, sino que continuarán las reclamaciones y demandas. Forma parte de la sustancia del proceso.
El nacionalismo maximalista de los catalanes secesionistas, es expansivo por naturaleza, es decir, imperialista, y no se conformará ni siquiera cuando alcance la independencia, si la consigue, hasta lograr el sueño de los “Paisos catalans”: “una sola lengua, una sola nación”. Fíjense si Inglaterra pretendiera implantar esta máxima a lo largo de todo el mundo de habla inglesa, o España, con más de 350 millones de hispano parlantes. Sería la locura universal.
Estos nacionalistas centrífugos españoles, actúan como Hitler. Por mucho que se les dé, nunca se conforman, siempre les parece poco. Si hoy quieren la independencia del territorio actual, mañana reclamarán el Rosellón, creando un grave problema con Francia. Pasado mañana maquinarán para la anexión de “les Illes”, o sea las Baleares, y andando el tiempo el “País Valencia”, donde tienen grupos bien lubricados que ya actúan como verdadera “quinta columna” catalanista. Esos que me llaman “facha”, porque nunca les he seguido la corriente, cuando anteriormente, según el viejo fichero de la policía –que nunca debió destruirse- pasaba por comunista. El precio a pagar por mantenerse independiente y pensar por cuenta propia, lejos de las “modas” y servilismos de cada época.
De lo dicho se desprende que es inútil ceder a las sucesivas “exigencias” de estos pedigüeños incorregibles. Por mucho que se les conceda, “para amansar a la fiera”, no se logra nada, al contrario, se estimula su voracidad, como ocurrió con Hitler, repito, su modelo. ¿Sirvió de algo el pacto de Munich? Ya lo dijo Churchill a los firmantes del acuerdo: “Habéis perdido la dignidad y no evitaréis la guerra” –cito de memoria-. Por eso la negativa de Rajoy a la demanda del “pacto fiscal”, me parecía el mejor camino para frenar en seco tanta amenaza secesionista, pero mucho me temo que al final se cederá una vez más, y sacarán una buena tajada del dinero de todos los españoles. “La pela es la pela”, que en definitiva es lo que más les interesa. Lo de la independencia, para recuperar la historia y su identidad “nacional”, puede esperar, aunque Cataluña no fue nunca independiente. A lo sumo autónoma, como condado de Barcelona, dentro de la corona de Aragón.
En cuanto al pacto fiscal, con el pretexto de que Cataluña paga más al Estado de lo que recibe de él, no deja de ser una falacia contable. Si los impuestos se liquidaran donde realmente se generan, es decir, en los puntos de venta finales, en lugar de las sedes fiscales de la empresas, el resultado sería pero muy distinto a como aparece actualmente. Pongamos por ejemplo los productos de Casa Tarradellas, que se venden en toda España, sin embargo los impuestos estatales se liquidarán, supongo yo, en Vich, donde tienen la matriz. ¿Esa imposición se genera en Cataluña o la pagamos todos los compradores españoles que consumimos los productos de Tarradellas? Pero da igual. A los secesionistas las razones lógicas les resbalan. Si falsifican descaradamente su propia historia en función de sus aspiraciones independentistas, por qué iban a tener en cuenta la objetividad de los hechos.
Hay muchos españoles que están hartos de tanta monserga catalana, y hasta serían partidarios de que se les concediera la independencia, con tal de que nos dejaran en paz, pero tampoco lo harían. Se sacarían de la manga alguna deuda histórica, que pretenderían cobrar. Seguro. Además otorgar la independencia a Cataluña sería tanto como destapar la caja de Pandora. Al día siguiente habría cola de secesionistas de toda laya “exigiendo” también la independencia. España volvería al cantonalismo, convirtiéndose en un puzle de paísitos ridículos al modo del istmo centroamericano. Y como la locura secesionista es contagiosa, como se ha visto en la antigua Yugoslavia, rápidamente la fiebre prendería en otras naciones europeas con problemas segregacionistas: Francia, Italia, Bélgica, Inglaterra con Escocia, etc. Es decir, que resultaría un cataclismo de alcance continental, como poco. O sea, que no. El Gobierno español debe decir “hasta aquí hemos llegado, ya no más”. Por la buena salud territorial y política de España y hasta de Europa. Y si los catalanes quieren echar los pies por alto, que lo hagan. No sería la primera vez que van por lana y salen trasquilados, porque sus dirigentes han sido siempre unos genios. Han tenido la habilidad en todos los pleitos nacionales de apostar a caballo perdedor. Un caballo que camina hacia delante con la vista mirando hacia atrás, hacia las brumas arcaístas medievales fabuladas por el romanticismo.