Describir lo que ocurrió es un deber científico de la historia. Durante la Guerra Civil o Guerra de España se perpetraron asesinatos de científicos. Civiles desarmados con alto nivel académico, en plena actividad científico-docente, fueron brutalmente maltratados hasta perder la vida.

No les dio tiempo a exiliarse. Tampoco pudieron vivir el exilio interior: los mataron antes. Este es el caso de Luisa María Frías. Sus restos descansan en la parroquia Santo Tomás Apóstol de Valencia, ciudad donde nació el 20 de junio de 1896. En la web de dicha parroquia viene un resumen de su vida que pasamos a comentar.

Recordarla no tiene otro objeto que el de aprender del pasado para no volver a cometer los mismos errores, y completar la información que discursos historiográficos con un fuerte sesgo ideológico no llegan a incorporar. Ese modo de hacer es propio de la pseudohistoria o de la pseudomemoria.
 
Vecina de Valencia, más concretamente de la que actualmente es la calle María Cristina, Luisa María ya en la universidad "demostró ser una mujer moderna e inteligente". Se licenció en Filosofía y Letras, sección Historia, y después fue profesora y catedrática auxiliar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia. No era nada común en los años 20 que una mujer fuera catedrática universitaria.

Además, hacía apostolado en la universidad y en su parroquia. Era miembro de Acción Católica y fue una de las fundadoras de la rama femenina de las universitarias de Acción Católica en su parroquia de Santo Tomás Apóstol: "Daba muchas limosnas a los necesitados. Por razón de su fe peregrinó a Tierra Santa (¡en aquellos tiempos!) así como a Lourdes. Se encerraba horas en su habitación para rezar".

El 24 de noviembre de 1936, miembros del Ejército del Frente Popular la detuvieron en su domicilio y la llevaron a la checa -tipo de cárcel que el Ejército del Frente Popular habilitó en toda España, de estilo socialista estalinista- situada en el Banco Vitalicio y luego a la del Seminario (calle Trinitarios) hasta el 5 de diciembre, donde fue maltratada y forzada a firmar la entrega de sus ahorros. Después la llevaron al picadero de Paterna la noche del 5 al 6 de diciembre.

Antes de morir la torturaron para que renunciase a su fe. Ella entregó su vida dando vivas a Cristo Rey y perdonando a sus verdugos. Tenía 40 años. Su cadáver fue enterrado en el cementerio de Valencia, hasta que el 13 de mayo de 1958 fue trasladado a la capilla de su parroquia, Santo Tomás Apóstol de Valencia. Fue beatificada por San Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001 y su fiesta litúrgica se celebra el 6 de diciembre.

En el libro Los horrores de la Guerra Civil. Testimonios y vivencias de los dos bandos, José María Zavala da más datos de su martirio en un párrafo titulado Sin ojos ni lengua. El párrafo relata que "Luisa María Frías Cañizares, de cuarenta años, era profesora de la Universidad de Valencia. Su calvario empezó la madrugada del 5 al 6 de diciembre de 1938, cuando los milicianos la trasladaron a Paterna. Su temple no menguó en aquellos críticos instantes: supo ser valiente, animosa, sin ocultar un solo momento su condición de cristiana, por lo que fue gravemente ultrajada. Antes de morir la torturaron sacándole los ojos y cortándole la lengua, porque gritaba con valentía: ¡Viva Cristo Rey!".

El presbítero José Manuel Silva Moreno añade algún detalle a los últimos momentos de Luisa María, concretamente los de la llegada a la checa: "la obligaron a desnudarse, y la registraron, recibiendo insultos y malos tratos".

Un resumen de la vida de la Beata Luisa María Frías.

La Ley de Memoria Democrática 20/2022 indica que debe hablarse de las víctimas olvidadas de la Guerra Civil. Sus 18 páginas de preámbulo permiten descubrir la fuerte carga ideológica que su aplicación pretende, pero al llegar a definir las víctimas a las que la ley pretende honrar dice: "A los efectos de esta ley se considera víctima a toda persona, con independencia de su nacionalidad, que haya sufrido, individual o colectivamente, daño físico, moral o psicológico, daños patrimoniales, o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que constituyan violaciones de las normas internacionales de derechos humanos y del derecho internacional humanitario durante el periodo que abarca el golpe de Estado de 18 de julio de 1936, la posterior Guerra y la Dictadura, incluyendo el transcurrido hasta la entrada en vigor de la Constitución española de 1978".
 
Es evidente que Luisa es una víctima según esta ley, y una víctima cuya memoria todos hemos de honrar, por más que la memoria democrática de algunos la olvide.

Como lo habitual es que la memoria democrática sea sesgada, casos como el que comentamos en este artículo no suelen incluirse en los habituales actos de memoria, pero la ley indica que se han de hacer, y eso estamos haciendo, porque debe hablarse de todas las víctimas, es lo científico.

Por ello creo que es más que recomendable recoger casos como el de Luisa, con el ánimo de hacer caer en la cuenta al lector de que la realidad va más allá de que hubiera buenos y malos, la realidad indica que en todos los lados hubo malos y buenos ¿o hay quien cree que asesinar a Luisa fue defender la democracia? Seguro que no. Estaban pasando más cosas, y hay que contarlas o hacer memoria de ellas, máxime si se ajusta a ley.

El Ejército del Frente Popular represalió hasta el asesinato. Que Dios les perdone. Así murió Luisa, perdonando a sus asesinos. Hay muchos más casos de los que iremos hablando, casos que sufrieron el que ha sido denominado "subtierro" o exilio subterráneo.

Si no tomamos conciencia de que todos somos pecadores, ni se nos perdonará ni podremos perdonar, algo que no contribuye más que a alimentar el odio al otro, que es lo que parece que algunos no son capaces de evitar.