Desde hace varios años en la diócesis de Terrassa se organiza una pequeña liga de futbol interparroquial que empezó el mismo año que la clerus cap de Roma. Para la entrega de trofeos de la primera edición nos honró con su presencia nada más y nada menos que Andrés Iniesta, que dejó un recuerdo inolvidable por sus palabras y sus actitudes, impregnadas de una sencillez que llamaba la atención en una estrella mundial del deporte más popular. Recuerdo que en su parlamento se refirió sobre todo al espíritu de sacrificio y al trabajo en equipo como consejos que ofrecía a los jóvenes para afrontar los retos de la vida.
Iniesta, como el resto de los integrantes de la Selección española, no suele hablar de sí mismo, ni se atribuye los méritos de las victorias, nunca dice «yo», sino que siempre acostumbra a decir «nosotros» cuando comenta los éxitos. Eso refleja sencillez, humildad, y también sentido de equipo. Es importante compartir los talentos, las cualidades, los éxitos, con los compañeros de camino, utilizar la palabra «nosotros» aunque casi todo el mérito sea propio. Esta actitud evidencia un corazón generoso y espíritu de equipo. Por otra parte, cuando encontramos a una persona talentosa que alcanza el éxito y que además es humilde, su figura nos resulta particularmente atrayente.
La sociedad actual es competitiva y creo que no exagero al afirmar que tiende al individualismo. En este contexto, la inclinación a utilizar la primera persona del plural en lugar del singular significa avanzar en el proceso de pasar del «yo» y el «tú» al «nosotros». Si se me permite la comparación, sería como dejar de ser cada uno individualistamente un grano de trigo para convertirse y compartir todos juntos el hecho de llegar a ser pan compartido, lo que es mucho más importante. Y esto no significa que el «yo» quede anulado, sino que apunta a superar dos peligros concretos: el individualismo estéril y el colectivismo gregario. En el otro extremo, encontramos a quien siempre habla en primera persona y se pone las medallas que le corresponden por derecho, y también las colectivas e, incluso, las que corresponden a otros. Todos conocemos personas de esta clase y todos corremos el peligro de volvernos así.
Egocéntricos e incluso egoístas, cayendo en lo que podríamos llamar hipertrofia de ego, es decir, una consideración excesiva y desproporcionada de uno mismo. Eso pasa a veces en vestuarios plagados de estrellas, y dificulta el trabajo de los entrenadores. Gracias a Dios no es así en nuestra Selección nacional. Por eso, cuando se conjugan el talento, el trabajo, el esfuerzo, el espíritu de servicio y el trabajo en equipo, la suma de todos esos factores se acaba convirtiendo en una multiplicación. Que Dios les bendiga, y que nos obsequien con una nueva alegría.