Hace unos días leía en la prensa que se había presentado, acompañada de un millón de firmas, una iniciativa para legalizar la eutanasia. No sé si será la cifra real, pero de lo que no dudo es que ha ido acompañada de muy numerosas firmas. Estos días he oído a un político decir -se pueden suponer de qué partido- que seguramente el estar contra el aborto les cuesta muchos votos, pero que la vida es un valor que hay que defender. Desgraciadamente en nuestro país hay muchísima gente que se ha dejado llevar por ideologías criminales como la relativista y la de género, decantándose en favor del aborto y de la eutanasia, lo que supone la pérdida de importantísimos valores morales, tanto humanos como cristianos.
Para el Diccionario de la Real Academia “eutanasia es acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una enfermedad incurable, para poner fin a sus sufrimientos”.
La presencia de la intención de provocar la muerte es lo que caracteriza la eutanasia. Sus defensores lo que piden es poder matar en determinadas circunstancias. En el juramento hipocrático, compendio durante tantos siglos de la ética médica, se dice: “No administraré a nadie un fármaco mortal, aunque me lo pida, ni tomaré la iniciativa de una sugerencia de este tipo”. Permitir la eutanasia trae como consecuencia, como lo muestra el caso de Holanda, muertes sin consentimiento del paciente e incluso con su rechazo, donde las cifras oficiales dan un 7% de eutanasias no autorizadas, aunque hay una encuesta del fiscal general garantizando anonimato, confidencialidad e impunidad que sube esta cifra hasta el 40%. La consecuencia es muy clara: desconfianza en las instituciones sanitarias, expresada en el hecho que bastantes ancianos holandeses llevan consigo una tarjeta que dice: “En caso de enfermedad, que no me lleven a un hospital”.
Con este antecedente no me cabe la menor duda que votar a favor de la eutanasia es votar a favor del crimen. Aquí en España puede pasarnos, mejor dicho, nos va a pasar lo mismo, porque nos han dicho que una de las primeras leyes que se van a aprobar es la de la eutanasia. Por mi parte, si voy a un hospital de la Seguridad Social, quiero estar seguro de que se va a intentar curarme, no matarme, y en caso que mi curación no sea posible, para eso están los tratamientos contra el dolor. La inmensa mayoría de las personas con las que me he encontrado en mis largos años de trabajo pastoral, y eso que soy capellán de una Residencia de enfermos de Alzheimer, no desean que se le aplique la eutanasia, algo distinto a desear morirse, porque la mayor parte de sus seres queridos están ya del otro lado. En cambio si esta ley se aprueba y con la tendencia que hay al deslizamiento, estoy seguro que, en poco tiempo, estaremos como en Holanda.
Ahora bien, ¿qué opina la Iglesia católica sobre la eutanasia? Hace unos años el episcopado español publicó el Testamento Vital de la Iglesia, del que copio el párrafo más importante: “Por ello, yo, el que suscribe, pido que si por mi enfermedad llegara a estar en situación crítica irrecuperable, no se me mantenga en vida por medio de tratamientos desproporcionados o extraordinarios; que no se me aplique la eutanasia activa, ni que se me prolongue abusiva e irracionalmente mi proceso de muerte; que se me administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos”. En pocas palabras, sí a los tratamientos paliativos, no a la eutanasia, no al encarnizamiento terapéutico.
Para San Juan Pablo II: “En comunión con los obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal” (San Juan Pablo II, encíclica Evangelium Vitae, nº 65).
La Iglesia, por tanto, rechaza la eutanasia. El Papa Francisco lo confirma en su exhortación apostólica Amoris Laetitia: “La eutanasia y el suicidio asistido son graves amenazas para las familias de todo el mundo. Su práctica es legal en muchos países. La Iglesia, mientras se opone firmemente a estas prácticas, siente el deber de ayudar a las familias que cuidan de sus miembros ancianos y enfermos” (nº 48). En consecuencia hemos de decir no a la eutanasia, pues matar para aliviar el dolor o la agonía no es una práctica ética y el personal sanitario está para curar y no para matar, no siendo desde luego lo mismo provocar la muerte que permitirla. Nadie tiene derecho a matar a nadie. Y yo, desde luego, personalmente no soy nada partidario de que me asesinen, incluso y especialmente dentro de un hospital.