El miércoles de la semana pasada (día 16) me telefonea Feli (para los profanos Felisa García de Santos) dándome cuenta de una tristísima noticia: el fallecimiento de su marido, Cristóbal Aparicio López. Su nombre seguramente no dirá nada a la generalidad de los lectores de Religión en Libertad, sin embargo fue uno de los fundadores de la JOC (entonces Juventud Obrera Católica) en su condición de secretario de la primera comisión nacional de este movimiento apostólico. Falleció el día 9 de este mes de mayo a la edad de 84 años.
La JOC (posteriormente Juventud Obrera Cristiana) nació a principios de los años cincuenta como movimiento especializado de la JAC (Juventud de Acción Católica) con el nombre de JOAC (Juventud Obrera de Acción Católica), siendo presidente de la rama general y a su vez delegado de la JOAC, Manolo Alonso García, que a la sazón preparaba oposiciones, y ganó, a la primera cátedra de Derecho del Trabajo de la Universidad de Barcelona. Manolo Alonso (no confundir con Manuel Alonso Olea, también catedrático de la misma especialidad) ha pasado a la historia como maestro del laboralismo español.
El presidente de la JOAC se llamaban Pinel, del que no recuerdo más referencias. Ya como JOC, su primer presidente nacional fue el asturiano José Antonio Fernández, más conocido como Pinón, operario de la fábrica de armas de Oviedo, y su primer consiliario don Mauro Rubio, luego obispo de Salamanca. A Pinón le sucedió en la presidencia Eugenio Royo Errazquin, de Rentería, a éste José Antonio Alzola, también de Rentería, luego Badiola Bilbao, etc. El madrileño Enrique del Río, uno de aquellos primeros presidentes de la JOC española llegó a ser presidente de la JOC internacional, del que he vuelto a saber nada de él.
Cristóbal Aparicio fundó la Federación Sindical de Trabajadores (FST), sindicato (al margen de la ley) de “inspiración cristiana” decíamos sus primeros miembros. Con el pretexto de la Exposición Universal de Bruselas de 1958, visitó la capital belga y tomó contacto con la CISC (Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos, posteriormente Confederación Mundial del Trabajo), cuyo secretario general, Augusto Vanistendael, visitó Madrid pocos meses después, a instancias de Cristóbal. En casa de éste, un pisito en la colonia construida por las Hermandades del Trabajo en el alto de Extremadura, el dirigente de la CISC se reunió con un pequeño grupo de jocistas (además de Aparicio, Timoteo Baciero, Gregorio Martín Camuñas, Pepe de la Torre, Manolo Sánchez y no recuerdo si alguno más). Aparte Cristóbal propicio una entrevista con Eugenio Royo, para que éste se hiciera cargo de la tarea que proponía Van Istendael, pero Eugenio puso una serie de condiciones económicas y personales, que la CISC no podía asumir. En vista de esta frustrada gestión, Aparicio, con los demás jocistas que le seguían, se animaron a iniciar la aventura por sí mismos. Cristóbal (administrativo de una empresa distribuidora de productos veterinarios) ejerció de presidente, y Timoteo Baciero (operario de la Standard, donde tenía que batallar con una poderosa célula comunista), de secretario general. A ese grupo de pioneros, me uní yo procedente de la JAC y del semanario “Signo”, cuando estaba todavía en la Escuela Oficial de Periodismo y me hallaba soltero, como todos ellos. Luego sustituiría a Timoteo en el “cargo” de secretario general, y el administrativo de la Editorial Católica (luego gerente de “la Verdad” de Murcia), Enrique García Gallego, a Cristóbal en la presidencia.
La historia es mucho más compleja y amplia, pero en una síntesis apretadísima y constreñida, debo añadir: Eugenio Royo terminó fundando la USO, rival de la FST y de deriva socialista. Llegó a ser consejero de Economía de la Comunidad de Madrid en la época de Joaquín Leguina. Pinón, director de producción de una fábrica de botellería de cristal, se metió en la HOAC, y junto con Luis Altable –también “militante” de esta asociación que fundó Guillermo Rovirosa-, se hicieron cargo de la FST, tras el abandono del que suscribe, acosado por la Brigada político-social del comisario Yagüe. Pinón y Altable no pudieron mantener en pie a la FST, y acabaron liquidándola. La USO se rompió en dos y Manolo Zaguirre, líder de la fracción “ortodoxa”, recuperó lo que pudo de ella y ahí sigue peleando a brazo partido con los dos sindicatos “oficiales” del régimen.
Cristóbal Aparicio, a su vez, alejado de aventuras románticas y temerarias, emprendió el camino de los negocios, pero sin romper con los viejos amigos y camaradas, al menos en el terreno afectivo. En los tiempos aquellos en que una pandilla de ilusos queríamos salvar al mundo, era novio de Feli, una mocita de muy buen ver, cuya madre tenía una pequeña mercería en la calle del General Mola, hoy Príncipe de Vergara, cerca del cruce con López de Hoyos. Feli, que tenía carácter y más sentido común que todos nosotros juntos, le planteó a Cristóbal la disyuntiva del romanticismo utópico y arriesgado o ella. Aparicio optó, obviamente, por la que estaba predestinada a ser la mujer de su vida. Se casaron en buena hora y acometieron el camino de los emprendedores. Claro que con Feli del brazo, uno podía animarse a llevar a cabo las empresas más resueltas. Montaron una imprenta en un bajo de la calle Navas del Rey, 23 (Alto de Extremadura de Madrid), a la que llamaron Artegraf, con una vieja plana de segunda mano comprada a plazos, cuyas letras vencían inmisericordes todos los meses. Uno de sus primeros trabajos fue la impresión de un libro mío titulado “Justicia Social. Doctrina para un sindicalismo de inspiración cristiana”. En el fondo era un alegato a favor de la libertad sindical. No me detengo en este libro que por sí mismo necesitaría un capítulo aparte. Cristóbal Aparicio, con Feli siempre a su vera dando el callo como la primera, empezó a prosperar y terminó montando una gran imprenta, que ahora está pasando por apuros como todas las medianas y pequeñas empresas españolas.
Cristóbal llevaba ya varios años enfermo de todo y con recurrentes depresiones que lo dejaban hundido. Finalmente ha muerto al reventarle una aneurisma que tenía alojada en no sé donde. Con la muerte de Aparicio se pone punto final a toda una generación de personajes con grandes valores humanos que desde sus inicios en la JOC destacaron en diversas facetas de la vida: política, sindicalismo, profesional, empresarial, etc. Si queda por ahí algún viejo jocista que me lea, sepa que el funeral por su eterno descanso se celebrará en el próximo miércoles, día 25, a las 18:30 horas en la parroquia de Santa Maria de Caná, Avenida de Europa, 8, Pozuelo de Alarcón. Feli, sus hijos y los pocos amigos de aquellos tiempos que vamos quedando, les estaremos profundamente agradecidos. Cristóbal Aparicio se merecía este último gesto –y mucho más- de amistad entrañable y admiración. Descanse en la paz del Señor.