Estos días atrás hemos vivido unas jornadas de pasión futbolera de alto voltaje, donde ha quedado retratado el espíritu de las masas, que parece que no tienen otra pasión o preocupación que el juego de la pelotita. Primero fue el “choque” entre los dos principales equipos de la liga española: Barça y Real Madrid. Luego la eliminatoria de ambos de la copa europea de “champiñones” en la fase de semifinales. Por último, el pase a la final de dos equipos españoles en la Europa League: el At. de Bilbao y el At. de Madrid.
Viendo los estadios a reventar pese a la tremenda crisis económica que padecemos, y las vías públicas tomadas por unos u otros seguidores de los equipos en liza, con frecuencia llegados acaso desde muy lejos, con el coste que ello supone, uno podría dudar del buen juicio de la gente, de la racionalidad de tantas apersonas que a lo peor son menos racionales de lo que a simple vista pudieran aparentan. Sin embargo, tampoco es bueno precipitarse en juicios descalificatorios. Hay que entender a la gente. Comprender que quien más y quien menos tiene necesidad de vías de escape para compensar la mediocridad de sus vidas chatas y rutinarias. O dicho de otro modo, de sus vidas simplemente humanas.
Por otro lado es muchísimo mejor que los seres humanos desahoguen sus frustraciones, su innata belicosidad, su espíritu de confrontación y rivalidad contra “otro” mediante juegos a la postre inicuos, sólo deportivos, donde la sangre de la pugna no llega al río. Mejor así, repito, que con las armas en la mano, como hacían, por ejemplo, los gladiadores de los circos romanos para satisfacer los instintos violentos de la plebe que abarrotaba las gradas. Lo mismo podríamos decir de las luchas políticas, el enfrentamiento de clanes o partidos rivales a fin de alcanzar el poder. La democracia, pese a todas sus imperfecciones, es un gran avance de la Humanidad “inventado” por la civilización occidental cristiana y exportado a otras grandes áreas del mundo. Cierto que nadie ha sido capaz de crear un sistema electoral perfecto y justo, pero el hecho de pelear por el poder mediante papeletas introducidas en urnas o cajas a recontar al cabo de la jornada electoral, es infinitamente más civilizado que pretender alcanzar el mando por la fuerza o convertir la política en campos de Agramante. Siempre, claro está, que el método no sea, de suyo, fraudulento, y en los comicios no se cometan trampas ni violencias.
En resumen, la democracia y el deporte amansan a las “fieras” humanas, permiten canalizar el espíritu pugnaz y belicoso de los hombres (masculino genérico) por cauces de tolerancia y competición civilizada. Ciertamente, su ejercicio es susceptible de crítica y aún censura de no pocas de sus expresiones, pero no es menos cierto que otros sistemas de confrontación colectiva son mucho peores. Cualquier fórmula es aceptable menos el recurso a la violencia.
Por otro lado, el espíritu de competición, de enfrentamiento, lo llevamos metido en la masa de la sangre, aunque también el de cooperación y solidaridad. Son las dos caras de la moneda humana
-Falta de ideales de algún nivel
-Más vale que desahoguen las pasiones en el futbol que en el futbol
-La democracia y el deporte han civilizado las pugnas humanas