El gran problema de todo ser humano es el de la esperanza. Pero esto es especialmente controvertido en el caso de los homosexuales: ¿Hay en el homosexual cabida para la esperanza?
Pienso así: El niño crece seguro y desarrolla su autonomía cuando se siente comprendido, aceptado y amado. Todo ser humano necesita amar y ser amado, y cuando sucede así, eso es lo que da un sentido positivo a la vida. La orientación sexual es el resultado de un proceso histórico y no de un hecho que se impone desde el nacimiento. La orientación sexual no la da solamente la biología, sino también la historia individual, familiar y social de cada uno, siendo la homosexualidad síntoma de un desarrollo afectivosexual inacabado y no de una evolución equivalente a la de la heterosexualidad. En una evolución normal la llegada a la heterosexualidad supone llegar al final de un proceso de desarrollo psicológico que comprende las etapas de descubrimiento de mí mismo, descubrimiento del otro de mi sexo, descubrimiento del otro del otro sexo. Para conseguirlo es muy conveniente que los niños tengan actividades junto con otros niños y las niñas con otras niñas desde la etapa preescolar hasta el bachillerato. Si no hay un verdadero equilibrio en el hogar que da a cada uno su sitio, hay peligro, entendiendo por peligro una mayor probabilidad, no el que necesariamente tenga que ser así, de una desviación afectiva del niño. Una educación unisex es disparatada, pues hay que tratar al chico como chico y a la chica como chica. Es muy importante tener amigos de su edad y sexo. La homosexualidad rara vez se manifiesta durante la infancia, aunque ya esté presente en él, sino que normalmente se revela al final de la adolescencia. Se ha producido algo que ha impedido el desarrollo libre y total del dinamismo sexual. Corregir las posibles desviaciones cuanto antes es muy importante y por ello un buen número de niños y niñas han podido lograr solucionar completamente el problema, porque crecer hacia la identidad heterosexual es posible. La verdadera masculinidad no llega automáticamente, sino que se pasa a menudo por una serie de pruebas que ayudan a encontrarla y descubrirla.
Ser libre es ser responsable y mandar en sí mismo, con todas sus consecuencias. No es infrecuente que los adolescentes tengan algún tipo de contacto homosexual, sin que ello condicione la orientación posterior, porque a menudo y con la evolución normal, estas manifestaciones desaparecen por completo, aunque hoy hay el peligro de que estos adolescentes se encuentren con profesores, orientadores o psicólogos que traten de convencerles que, efectivamente, son gays.
En el mundo adulto hay homosexuales que lo que quieren es no rendirse ante su condición homosexual, sino superarla. Aunque muchos psiquiatras, respaldados por la votación de 1973 y la decisión de la Organización Mundial de la Salud, consideran imposible salir de la homosexualidad, otros, sin embargo, creen en la posibilidad de salir con ella e incluso pueden presentar éxitos en su tratamiento terapéutico y ya sabemos lo que decían los medievales: “contra el hecho no valen argumentos”. Recordemos que en Agosto del 2009 la Asociación de Psiquiatras Americanos ha autorizado a sus terapeutas a tratar la homosexualidad, permitiéndoles que ayuden a los homosexuales a rechazar o controlar sus impulsos, con una nueva terapia basada en la fe y en la identidad sexual.
La reorientación sexual es posible, por lo que la actitud fatalista respecto a la mutabilidad de la opción homosexual no está justificada. Ahora bien, si afirmamos que es posible cambiar, ello requiere una serie de condiciones, entre las que las más importantes y absolutamente imprescindibles son la motivación del paciente para cambiar, su fe religiosa, un tratamiento terapéutico en el que el primero que crea en la posibilidad del cambio es el propio terapeuta. La abstinencia evita muchos problemas, pero es en la sana intimidad hombre a hombre, donde acontece la verdadera curación. El tratamiento puede proporcionar grandes beneficios, como la posibilidad siempre de un cambio a mejor e incluso la llegada a la heterosexualidad.
Pero aún no sucediendo así el homosexual debe recordar que en el ser humano prima la persona sobre la sexualidad, que es un hijo muy querido por Dios, infinitamente querido, para ser más exactos, y que le espera, después de esta vida en la que ciertamente ha tenido que llevar la cruz, confío que ayudado por Aquél que dijo “mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11,30), la vida eterna.
Por tanto ante la pregunta inicial de si hay en el homosexual cabida para la esperanza, la respuesta es un sí rotundo.