Pudiera parecer que nuestro tiempo asume el paisaje de un predominio -exaltado hasta el extremo- o de una vasta colonización de la juventud. La calle es un escenario formidable donde el joven expresa como nadie el lenguaje habitual de la manifestación y de la queja. Sin duda, la actual generación de jóvenes es una de las más infortunadas que han existido en el péndulo de la reciente historia, pero seguimos gravitando sobre la cultura estruendosa y pseudoeficaz de la reivindicación de derechos, de la expansión libre y pulsional de los deseos.
Sin embargo, esta preeminencia de la juventud es una falacia. El joven conquista la sociedad a condición de servir el espíritu del hombre maduro. La pareja Sócrates-Alcibíades encarna de modo excelente cuanto quiero señalar. La juventud de Alcibíades es puesta al servicio de Sócrates, que es quien le educa y dirige. El joven es sólo el ejecutor de las viejas ideas, de los principios recibidos, de órdenes previas y perfectamente ejecutadas.
Compárese esto con la actitud de los jóvenes ante la decrepitud de los sindicatos, cadáveres vivientes con innumerables patrimonios, que desean gestionar junto con los socialistas el malestar de los jóvenes para sus propios intereses. La ofensiva parece inspirada en la seguridad de la victoria y el anticipo del dominio, por la simple razón de que el ofendido es un acomplejado que valora más al ofensor. En suma, la juventud hoy vive en servidumbre de cierta madurez de la izquierda política.
Pero a lo que yo iba es que esta revolución estudiantil, este rostro enfermo de juventud, que aspira no al esfuerzo y la exigencia, sino a lo que otros le suministren, encuentra adultos que se sienten cómodos en el escenario del conflicto y la guerra latente. Son cínicos que, a pesar de sus limitaciones, aprovechan sus talentos, manejando los tiempos y los cambios sociales con verdadera maestría.
Hace tiempo que Rubalcaba, espoleado por supuestos réditos electorales, identifica a la Iglesia con la derecha, considerando a la primera como su verdadero enemigo. Reivindicando el derecho constitucional de los españoles a manifestarse “libre y pacíficamente cuando quieran”, aboga, asimismo, porque cada uno se manifieste con quien quiera. Para Rubalcaba, “el PP lo ha hecho con la Conferencia Episcopal y el PSOE con los sindicatos, cada oveja con su pareja”.
La idea que maneja Rubalcaba desde hace tiempo es la siguiente: la derecha está alineada con la Iglesia católica, más concretamente con los obispos. A partir de ahí, la demagogia está en la irresponsabilidad y la degeneración intelectual ante las consideraciones posteriores que maneja: ¿cuándo ha existido una manifestación de los obispos?
Y como una estupidez no se puede dominar si no es con otra, acto seguido dirá que la derecha se ha manifestado con la Conferencia Episcopal. Es decir, no se trata ya de ajustarse a la verdad, sino de hacer de la mentira algo habitual, de la falta de escrúpulos y el cinismo que envuelven las actuaciones propias del demagogo.
Condena y trágico destino el de un socialismo que no asume la derrota en las urnas, imposibilitando el objetivo y uno de los propósitos de la vida política, como es la estabilidad. La mentira y la manifestación violenta, la insubordinación irresponsable de la oposición socialista, se abren paso en el reino de la necesidad por recuperar cuanto antes el poder perdido.
Roberto Esteban Duque, sacerdote y profesor de Teología Moral.