Desde Plinio el Viejo en adelante, y es probable que también antes de él, la Humanidad ha recogido en libros llamados "lapidarios" sus experiencias, creencias o esperanzas acerca de la misteriosa influencia de las gemas en la salud y la personalidad. En la época de Hildegarda, allá por el siglo XII, ya había lapidarios famosos como el de Marbodo, obispo de Rennes, y el siglo siguiente Alfonso X el Sabio dio su nombre a uno que habla de 350 piedras.
El libro cuarto de la "Física de Santa Hildegarda", dedicado a las piedras, habla de las propiedades de 25 gemas o piedras semipreciosas, pero ahí acaba el parecido, porque ni Hildegarda dice lo mismo que los demás lapidarios y a cambio dice cosas originalísimas que a veces suenan a medicina psicosomática. Cabe un ancho campo de opiniones entre quienes piensen que es pura superstición y los que han comprobado que las recomendaciones de Hildegarda funcionan.
Un buen ejemplo cómo se ocupa Santa Hildegarda de las piedras preciosas o semipreciosas es la esmeralda, que no solo es la mágica piedra verde de la joyas de trapío, sino también una roca vítrea más tosca pero muy bonita y que tiene un precioso color verdemar o verde jungla. Hildegarda dice así: «La esmeralda crece por la mañana al alba cuando el sol está en lo más potente [...]
»es fuerte contra todas las debilidades y enfermedades del ser humano porque el sol la prepara y porque toda su materia es verdor del aire.
»Por consiguiente, a quien le duela el corazón, el estómago o el costado, mantenga esmeralda junto a sí para que la carne de su cuerpo se caliente con ella, y mejorará.
»Pero si la peste le inunda de tal modo que no puede contener su borrasca, entonces póngase esmeralda enseguida en la boca para que se moje con su saliva y para que su saliva se caliente con la piedra, y meta y sáquela de su cuerpo muchas veces, y las repentinas inundaciones de la peste cesaran sin duda.
»Y si alguien se cae aquejado de epilepsia, pónle esmeralda en su boca cuando yazca prostrado y su espíritu revivirá; y después que resucite, que él se saque la pìedra de su boca, la mire atentamente y diga: “Lo mismo que el Espíritu de Dios llenó el orbe de las tierras, así su gracia llene la casa de mi cuerpo y nunca se vaya de aquí” y hágalo así nueve días seguidos por la mañana y se curará. Tenga esta piedra siempre junto a sí y mírela todos los días por la mañana y mientras la mire diga las palabras antedichas y sanará.
»Y al que le duele mucho la cabeza, téngala junto a la boca y caliéntela con su aliento para humedecerla con su aliento, y asi húmeda, unte con ella las sienes y la frente y después póngasela en la boca y téngala una horita corta en la boca y mejorará.
»Y quien tenga muchas flemas y saliva, que caliente buen vino. Luego ponga un paño de lino encima de un vasito y una esmeralda encima del paño y vierta el vino caliente sobre la piedra para que pase por el paño. Hágalo una y otra vez, como el que hace lejía, y luego beba a menudo el vino así preparado y coma frecuentemente harina de habas y le purgará el cerebro y le disminuirá la flema y la saliva.
»Y si a alguien le comen los gusanos, ponga un paño de lino sobre la llaga y la esmeralda encima, y ate encima otros pañitos como el que pone un cauterio y hágalo por así para que la piedra se caliente dentro. Hágalo así tres días y los gusanos se morirán». (Física, 4º, I; PL, 1249 ss.)
Este texto necesita comentario: Para empezar, todos los cristales crecen, aunque generalmente su crecimiento no sea visible: unos en cosa de horas como la escarcha, otros en días como la sal, y otros en años o milenios, pero el crecimiento no siempre es lento: en alguna parte he leído de unos bárbaros que al romper una estalactita encontraron dentro una lata oxidada.
El precio de la esmeralda (y en general de las gemas) es, contra lo que uno intuitivamente supone, muy asequible. En cualquiera de las tiendas de minerales que hay en España, en Internet, o en la feria de minerales de los primeros domingos de mes por la mañana en el patio cubierto de la Escuela de Minas de Madrid puede uno encontrar un buen pedazo de esmeralda por un par de euros o menos.
La "peste" de la que aquí se habla puede ser el cólera, la peste bubónica o el tifus; y las "borrascas" a que alude son las diarreas; aunque también pueda tener el sentido de "enfermedad" y "ataques".
V
erdor ("viriditas") es la palabra latina que designa el verdor de la Naturaleza, el vigor primaveral que infunde energías y lo renueva todo, "las fuerzas creadoras y renovadoras de la Naturaleza”.
Por último el cauterio se hacía, según cuenta Hildegarda en otro lugar, dando fuego a un poco de yesca o a unos hongos filiformes .
Escrito por José María Sánchez de Toca y Rafael Renedo.
Más información en el Libro 4º de la Física de Santa Hildegarda; "Die Edelstein-Heilkunde der Hildegard von Bingen", Augsburg: Weltbild, 2006; www.hildegardiana.es