Hace poco el ministro de Educación anunciaba la sustitución de la asignatura Educación para la Ciudadanía (EpC) por otra nueva libre de cuestiones controvertidas y susceptibles de adoctrinamiento ideológico: Educación Cívica y Constitucional. Comencé junto a mi marido a saborear una victoria durante años esperada.
En 2007 presentamos objeción de conciencia a EpC para que ninguno de nuestros hijos tuviera que cursarla, pues sus contenidos y objetivos, desarrollados en los Reales Decretos que el gobierno socialista había articulado, chocaban frontalmente con nuestras creencias. Desde entonces sufrimos una batalla, que nos vino impuesta por las distintas administraciones, llegando incluso a la vía de los Tribunales para defender nuestros derechos como padres.
Tres de nuestros hijos habrían tenido que cursarla durante estos años atrás pero ninguno de ellos ha entrado en clase. Y es para ellos para quien escribo estas letras, porque quiero agradecerles su entereza, su firmeza, su obediencia a nosotros -sus padres-, su capacidad de sufrimiento, su amor y su fidelidad a todo lo que durante toda su vida les hemos enseñado. Son héroes, pequeños héroes de enorme calibre. Porque con sus 10, 13 y 15 años soportaron una hazaña que les causaba cada semana vergüenza, miedo, soledad y que –a priori- sólo les iba a reportar un suspenso, un flamante suspenso en un impecable currículum cargado de brillantes calificaciones.
Recuerdo como espadas que atraviesan mi alma muchas situaciones que me contaban cuando llegaban a casa. Los días sucesivos, uno tras otro cada semana, en que me explicaban que habían estado solos en los pasillos porque se habían olvidado de ellos. O de pie durante una clase entera porque los pasaban a otro aula y no había ninguna silla libre ni ganas por parte del profesor de ir a por una. O días en que el más pequeño lloraba diciendo que no quería ir al cole porque no quería salirse él solo de clase en la hora de EpC. Y los días en que llegaron los boletines de notas y no entendían por qué sus medias habían bajado como consecuencia del 1 en dicha materia, o por qué no leían “Promociona”.
Todos estos sufrimientos los han hecho más fuertes. Y a nosotros también. Y nos han unido de forma especial. Saben, una vez más, que los queremos y, sabemos, una vez más, que nos quieren.
De todos estos años lo que guardaré siempre como un sello imborrable será la actuación de mis hijos, su valentía, su respeto a nosotros, su confianza incondicional en su padre y en mí, agradeciéndonos constantemente – a pesar de que les suponía un claro y doloroso esfuerzo- estar fuera de esa asignatura, es decir, mantenernos firmes en nuestras convicciones y creencias.
Esta fuerza que ellos demostraban, y que nosotros también experimentábamos no venía de nosotros mismos. No era solamente una defensa del artículo 27.3 de la Constitución, una mera defensa de nuestro derecho constitucional a educar a nuestros hijos en nuestras propias convicciones, no… Y ellos lo sabían. Era una fuerza que venía de Dios, del Dios y Padre de Jesucristo. Y defendíamos nuestra Fe… hemos visto a nuestros hijos defender y preservar su Fe.
¿Qué más podemos pedir? Sinceramente, nada.
Gracias, pequeñajos (aunque sé que no os gusta este apelativo cariñoso) por ser como sois. Por vuestro amor. Especialmente a ti porque te tocó doble ración, en 2º y en 4º. Gracias también a nuestra hija mayor porque aunque te libraste de cursarla siempre nos diste tu apoyo, tu respeto, tu fuerza, tu cariño. Gracias, hijos, por vuestra alegría.
Gracias a todas las personas que en estos años nos han ayudado, especialmente a Francisco José Ramos Vega y a Lourdes Ruano Espina que desinteresadamente han trabajado y siguen haciéndolo por nuestros hijos. A Juanjo que como un buen pastor nos ha alentado siempre en esta prueba. A los pocos profesores que en el colegio habéis sido un consuelo.
Gracias a todos los padres que habéis pasado lo mismo que nosotros. Especialmente a ti, madre como yo, que “amenazada” con la no titulación en ESO de tu hija tuviste que dejar que entrara en clase “por imperativo legal”. Después de entrar en clase y aprobar EpC contemplamos atónitas en septiembre que titulaba con Lengua Española suspensa… (Con una asignatura o con dos o incluso con tres te pueden dar el título de ESO pero si es EpC no, claro…qué vergüenza, qué dolor).
Gracias a Dios.
Alicia Rodríguez Prieto, madre objetora contra EpC