Es una gran anomalía que España, el estado del mundo que dedica más medios jurídicos, personales y económicos contra la violencia que ejercen determinados hombres sobre las mujeres, sea al mismo tiempo el país más permisivo de Europa en materia de pornografía, prostitución, y uno de los lugares donde los poderes públicos apoyan una educación sexual a los más jóvenes que favorece aquellos trastornos de la sexualidad.
Millones de españoles están enganchados a la prostitución y a la pornografía y esto brinda a sus empresas una protección extraordinaria. Tanta, que ni siquiera aquel feminismo que califica como agresores a los hombres en su conjunto aborda su cancelación.
Cuando Suecia decidió prohibir la prostitución, lo hizo porque la mayoría de las fuerzas políticas llegaron a la conclusión de que ella era la principal responsable de crear un imaginario propicio a la violencia, al cosificar a la mujer y convertirla en un producto del mercado estrechamente vinculado con un sistema estructural de violencia: la trata de mujeres. Solo por esta causa, el uso del cuerpo a cambio de dinero debería de estar prohibido.
No es el caso de España, donde la figura pertenece al limbo jurídico, para mejor beneficio de proxenetas, pequeños y grandes, y lugar privilegiado en los puntos limítrofes con Francia para la instalación de macro burdeles, que así aprovechan la “ventaja competitiva” de las restricciones que sobre la prostitución pesan en nuestro país vecino.
Pero si en la prostitución aún hay voces políticas y opiniones publicadas que se alzan en contra, aunque sean escasas, con la pornografía ni eso. Existe no ya una aceptación sino una celebración generalizada.
Pornografía. Comprender y afrontar el problema, de Peter C. Kleponis, es una obra de referencia para entender la gravedad del consumo de pornografía y acabar con la adicción que genera.
La pornografía se ha convertido en una de las grandes alienaciones de nuestro tiempo. Cada segundo hay más de 30.000 usuarios de internet viendo pornografía. Hoy nadie permanece ajeno a ella porque su acceso y consumo es fácil, y además llega sin pedirla. Sus contenidos crecen en peligrosidad porque la novedad que requiere la lógica del mercado entraña acentuar la violencia en la relación sexual.
La pornografía causa estragos entre los menores
La pornografía se ha extendido entre los menores con total impunidad, a pesar de que el artículo 186 del Código Penal castiga con de seis meses a un año de prisión o multa de 12 a 24 meses, la venta, difusión o exhibición de material pornográfico entre menores e incapaces.
No se trata solo de que el niño o el adolescente acceda a la pornografía, sino que esta va a su encuentro. Ya en 2002 y en Estados Unidos la Henry J. Kaiser Family Foundation constató que el 70% de los jóvenes entre 15 y 17 años se habían encontrado accidentalmente con páginas pornográficas. Hoy este factor intrusivo se ha multiplicado.
Más del 50% de los adolescentes españoles de entre 14 y 17 años suelen acceder regularmente a ella, con el agravante de que la iniciación es cada vez más temprana. Los chicos ven pornografía por primera vez a los 13 años, mientras que las chicas lo hacen a los 14.
La pornografía entre jóvenes y adolescentes los lleva a considerar las relaciones sexuales en unos términos que no son los propios de una pareja real basada en el mutuo respeto. La pareja se convierte en un objeto sexual, receptor potencial de agresiones. Así mismo, favorece las prácticas sexuales de riesgo en internet como el ciberacoso, el grooming y el sexting.
Las chicas sienten presión para desarrollar prácticas y actitudes observadas en el imaginario pornográfico porque creen que esto las convierte en abiertas de miras y cool.
La pornografía se extiende entre los adolescentes y jóvenes, porque una parte de los padres, profesores y monitores son tolerantes con ella. Los jóvenes la consumen como reflejo de la sociedad en la que viven.
La pornografía daña a la mujer
Lo hace en la medida en que el imaginario pornográfico modela las expectativas sobre su comportamiento sexual. La mente pornográfica tiene serias dificultades para visualizar a la mujer más allá de la observación sexual, constituyendo una fuente de excesos, abuso y violencia. Las propias prostitutas reconocen que una parte importante de las agresiones que han recibido tienen su causa en la pornografía.
Las jóvenes y adolescentes están expuestas a un mayor riesgo. Se encuentran inmersas en una sociedad que es sexualmente menos respetuosa, está excitada y es más peligrosa que en épocas anteriores. Fomenta la existencia de depredadores sexuales online y el ciberacoso sexual contra ellas.
Si bien los hombres son los principales consumidores, se extiende entre las mujeres, hasta llegar al 30% de los consumidores en Internet.
Y daña a los hombres
Los adultos que hacen un uso regular de la pornografía no escapan al daño, porque modifica las prácticas sexuales induciendo a la promiscuidad, a prácticas de riesgo y a exigir a sus parejas comportamientos propios del ámbito pornográfico.
La pornografía ha influenciado entre el 56% y el 62% de los divorcios, alienta la infidelidad, y en este sentido aumenta el peligro sobre la salud, porque multiplica el riesgo de ETS. La propensión a la ruptura de las relaciones extramatrimoniales es un 300% mayor entre los consumidores de pornografía, y un 400% mayor en el uso de la prostitución.
Muchos de los problemas y conflictos en las relaciones de pareja tienen como causa la pornografía. Los vendedores de esta droga prometen placer saludable y la liberación de las tensiones sexuales. En realidad, como todo estímulo sobre impulsos primarios, genera adicción, deforma la percepción y la sensibilidad del adicto.
Obviamente la adicción a la pornografía no se cura con más pornografía, adjetívese como se quiera. Es un peligro, causa un daño, y bajo este enfoque, como el tabaco o el alcohol debe ser tratada.
Los poderes públicos y la educación
Una parte nada menor de los gobiernos de nuestro país presentan como celebración o educación lo que es pura y simple incitación sexual, sobre todo en los menores, creando las condiciones objetivas para favorecer el consumo de prostitución y la pornografía.
En Barcelona, la alcaldesa Ada Colau facilita año tras año la celebración de uno de los eventos pornográficos más grandes de Europa, con exhibiciones en vivo, de todo tipo de “artes”. Tiene un gran éxito.
Hace poco la Agencia de Salud Pública de Barcelona, que depende de la Generalitat y el Ayuntamiento, difundió unas instrucciones para unas prácticas sexuales seguras a pesar de la Covid-19, recomendaba practicar el sexo en espacios abiertos (no decía ventilados, sino abiertos), recomendaba vídeos pornográficos y sexo virtual para practicar la masturbación, y, claro está, el sexting.
Particularmente grave resulta la web del Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias de la Generalitat de Catalunya, dedicada a los adolescentes, que plantea la penetración anal como un recurso más en las relaciones… entre adolescentes, los juguetes sexuales y el sexting (para después alarmarse por el crecimiento del ciberacoso entre los menores) y dispone de un consultorio especializado donde se abordan temas tan educativos como "¿Por qué me cuesta tanto correrme?" Y abundan las consultas de chicas sobre si acceder a la primera relación sexual, a la que la web contesta sin cuestionar la edad de la indecisa y su pareja, como si eso no importara en un medio que precisamente se dirige a menores de edad. Todo parece resumirse en follar, follar y follar, como si fuéramos una tribu de Macacos Rhesus. Después se extrañan de las consecuencias.
Publicado en La Vanguardia.