A finales del siglo XIX, la gran revolución industrial y tecnológica llevó a los hombres a pensar que Dios era una leyenda del pasado. En base a esta peligrosa idea, diversos movimientos intelectuales reclamaron la emancipación del hombre, la elevación definitiva de la humanidad a los altares, la liberación de los instintos. Paralelamente al desarrollo de estas ideologías, los civilizados países europeos se lanzaron a una colonización desmedida, sometiendo continentes enteros, y apoyando esa conquista en su supuesta superioridad intelectual.
En este clima de soberbia intelectual y moral, similar en muchos aspectos al que se respira en la actualidad, es donde resplandece con fuerza propia la figura del Beato Charles de Foucauld. Su vida constituye un precioso ejemplo de valentía y de humildad, de conversión y de coherencia. Estudiando su trayectoria, los cristianos de hoy en día podemos extraer valiosas lecciones de cómo encarar la frivolidad moral, y la soberbia de un hombre que se cree superior a Dios.
Por todo esto, la editorial Digital Reasons ha decidido publicar Charles de Foucauld: encontrar a Dios en el desierto, donde el experto José Luis Vázquez Borau reivindica dos facetas de la vida de este importante beato: su traumático proceso de conversión y la humildad que le acompañó durante toda su vida cristiana.
En la primera parte de esta interesante biografía el autor relata la vida de Foucauld antes de su conversión: su infancia, su difícil adolescencia marcada por la muerte de sus padres, su complicada carrera en el ejército, y, finalmente, su peligroso viaje por Marruecos en el que se disfrazó de judío para no ser detenido por el sultán. Es en Marruecos donde Foucauld se enamorará del Sáhara. Esa predilección por el desierto marcó toda su vida.
Después del viaje a Marruecos, Foucauld volvió a París extenuado. Tal y como narra José Luis Vázquez, comenzó a frecuentar las iglesias en busca de respuestas a los interrogantes de su vida. En esa época tiene lugar un encuentro que le cambió la vida radicalmente. Conoció a un sacerdote llamado Henri Huvelin, intelectual brillante, que consiguió acercar a Foucauld al catolicismo. A los 28 años y tras muchas cavilaciones, Foucauld se convierte finalmente a la fe católica.
En el tercer bloque de esta biografía se describen los pasos de ciego que dio Foucauld dentro de la Iglesia antes de encontrar su definitiva vocación. Y es que Charles de Foucauld tardó años en saber realmente para que estaba llamado. Durante esos años entró en la Trapa, ayudó a las monjas en Tierra Santa y se hizo sacerdote. Finalmente, después de mucha oración y de grandes vicisitudes, Foucauld descubre que Dios le llamaba a evangelizar las zonas más remotas del desierto del Sáhara, donde los hombres nunca habían oído hablar de Jesucristo.
Con la decisión firmemente tomada, Foucauld construyó dos pequeñas chozas en dos pueblos perdidos del Sáhara. Rodeado de tuaregs, los últimos años de la vida de Foucauld se deslizaron solitarios por el desierto. Sin salir apenas de los pequeños conventos que se había construido, sirvió a los más pobres de entre los pobres con todos sus medios, evangelizando mediante el ejemplo. Así pues, la última parte de su vida la dedicó a cristianizar a los nómadas tuaregs y a pasar miles de horas con Jesús sacramentado. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, su vida pasó a correr grave peligro. Las autoridades francesas le instaron a huir del país, pero él se negó. Moriría asesinado por una partida de forajidos en 1916, a los 58 años.
En la última parte del libro José Luis Vázquez Borau recoge los frutos de la vida de Foucauld. A pesar de que mientras estaba vivo nadie se atrevió a abrazar con él el mismo estilo de vida pobre y humilde en el desierto, 100 años después de su muerte decenas de congregaciones y grupos religiosos beben de su carisma. Los frutos han sido muy abundantes, y hoy en día se le considera una de las figuras claves de la Iglesia, al ser el gran precursor del diálogo ecuménico y de otras tantas cuestiones que se trataron en el Concilio Vaticano II.
En resumen, nos encontramos con una biografía que hace justicia a una figura monumental. La lectura de la vida de Charles de Foucauld nos ayudará a abrazar como católicos la humildad que predicó Jesucristo, y a entender porque solo Dios es capaz de dar la verdadera felicidad.