En lo que pueda valer, quiero expresar públicamente mi total apoyo a la demanda de cese de la pro-abortista Carmen Vela como secretaria de Estado de Investigación, cese propuesto o exigido por la plataforma Derecho a Vivir, que con tanto tesón preside la pediatra Gádor Joya, mujer valerosa y firme que hace honor a su apellido.
Quienes votaron a Mariano Rajoy no creo que lo hicieran para que incluyera en su gobierno a personas defensoras de causas criminales. Porque el aborto es un crimen, un crimen con todos sus agravantes, digan lo que quieran las leyes ellas mismas criminales, porque las víctimas, absolutamente inocentes, están totalmente indefensas y desprotegidas. Son, con los ancianos, la criaturas humanas más desvalidas de la sociedad. Y, no obstante, se autoriza su asesinato con la mayor impunidad, tal como permite la perversa ley Aído.
Con toda certeza, el actual y flamante presidente del Gobierno, no hubiese incluido en su gabinete, ni siquiera en un segundo escalón como es el caso de Carmen Vela, a un partidario, pongo por ejemplo, de la esclavitud, en otros tiempos perfectamente legal. Pues el aborto voluntario es mucho peor que la esclavitud, con lo monstruosa que esta hoy nos parece. Los esclavos, que eran arrancados violentamente de sus familias y de su medio, sometidos a un negocio repugnante de compra-venta de personas convertidas en bestias de laboreo, al menos conservaban la vida, y sus descendientes la esperanza de un futuro mejor. El aborto, en cambio, trunca para siempre ese futuro de la víctima, de todas sus víctimas, de millones y millones de víctimas a lo largo y ancho del mundo, en el mayor de los genocidios de todos los tiempos. Algún día, esta generación será juzgada como una sociedad, no sólo genocida, sino cruel y bárbara. ¿Acaso nos hemos parado a pensar en el terrible dolor que se infringe a los fetos? ¿O es que los fetos, a poco que tengan unas mínimas hechuras, no sienten ni padecen? Si los gritos que deben proferir los angelitos cuando son descuartizados o triturados en el claustro materno, se oyeran en el exterior, quedaríamos horrorizados, traumatizados para siempre, empezando por su propia madre y los matarifes sin alma dedicados a esta diabólica actividad.
Personalmente entiendo que Rajoy esté ahora absorbido, metido de hoz y coz en la titánica tarea de evitar la ruina total de España y contener el terrible drama del paro, ese inmenso desastre dejado tras de sí por el incompetente y sectario muchachito de León –qué desgracia y deshonor para los leoneses- y sus secuaces, pero en cuanto escampe un poco, habrá que recordarle al presidente del Gobierno, con ocasión o sin ella, que el aborto forzado es un asesinato, y cuando se extiende, una plaga, un genocidio. Legalizarlo o consentirlo, es hacerse cómplice de tan cruel y condenable práctica. Y entre tanto insistir en la demanda de excluir del gobierno, en todos sus niveles, a personas defensoras de causas criminales, y no perder de vista a los ministros que las nombran y sostienen. Si alguno de los ministros de Rajoy no tiene principios ni escrúpulos, buen número de sus votantes no hemos abdicado todavía de ellos. Que la cúpula del PP y sus estrategas, los Arriola y compañía, tomen buena nota de ello. Si parecía obligado votarles en esta coyuntura por sentido de responsabilidad patriótica, aún más obligado será dejar de hacerlo si pretenden reírse de los defensores de la vida.