Si quiere conocer a fondo el nacionalismo o separatismo catalán, sus orígenes, naturaleza y entresijos, tiene necesidad de leer el libro Historias ocultadas del nacionalismo catalán, del profesor de la Universidad Abad Oliva CEU de Barcelona, Javier Barraycoa, editado por Libros Libres. Unas historias que el nacionalismo ahora exultante no quiere ni oír hablar de ellas, pero que aclaran, mucho mejor que cualquier tesis doctoral con barbas académicas, el trasfondo de este fenómeno cultural-político –sobre todo político- que padecemos.
Actualmente se lee poco. La caja tonta de la TV lo invade todo, engullendo el tiempo libre de las personas, aunque no sé si hubo algún tiempo en que se leyera más. Cuenta el enecdotario castizo que en cierta ocasión se hallaba don Pío Baroja en una librería del centro de Madrid ojeando las novedades, y en esto que acierta a entrar un cliente, que al descubrir la presencia del novelista donostiarra, le dijo sin más preámbulos: “¡Ay don Pío!, cuánto daño hace usted con sus libros”. Y el áspero pero extraordinario escritor respondió: “Ya me extraña, porque del libro que más he vendido, no he pasado de mil ejemplares”. En efecto, con unas tiradas tan cortas, malamente podía influir, ni para bien ni para mal, en el común de las gentes.
Desconozco si el índice de lectura es ahora mayor, si bien el número de títulos publicados en nuestros días debe de ser infinitamente mayor al de hace un siglo. De todos modos, un hecho es cierto: sin una buena selección de lecturas, es imposible pisar tierra firme en la selva cultural, política y mediática del mundo que nos rodea. Así que, el libro al que me refiero, resulte ser una guía imprescindible para no perderse en el turbio magma de los nacionalismos egoístas que han proliferado por todas partes al socaire de unas libertades desmelenadas. Advierto que el libro de Barraycoa no estudia el fenómeno nacionalista en términos generales, porque no todos los nacionalismo hispanos son iguales ni tiene el mismo origen, sino que se centra totalmente en el catalán, que tiene mucha, muchísima tela que cortar y no pocas vergüenzas que tapar. Y eso que el autor no lo cuenta todo, aunque sí lo principal y más sustancioso, con infinidad de detalles y anécdotas que hacen las delicias del lector. Por ejemplo, cuando Barcelona era el centro mundial de la tauromaquia, o cuando el BarÇa era sólo un equipo de y para extranjeros, generalmente protestantes, y el Español, un equipo para catalanes por lo común católicos.
Entre los hechos que el autor podría haber incluido, está la batalla política de los aranceles en el siglo XIX, que ayudó a tumbar la regencia de Espartero, partidario de abrir el mercado español a la producción textil inglesa, que iba a competir con los textiles catalanes. O sea, que eso de amenazar con sacar a pasear la bandera cuatribarrada (enseña del reino de Aragón, inserta en el escudo de Salamanca, entre otros emblemas) si no conceden a Cataluña –más propiamente a Barcelona- privilegios económicos, viene de muy atrás. Ahora replantean el tema en forma de pacto fiscal, como dejó bien claro durante la sesión de investidura, el demócrata cristiano, Durán y Lleida.
También podría haber agregado que en el largo mandato de Franco, Cataluña fue la única región española que, durante un tiempo (19571960), tuvo un representante en el Consejo en Ministros, con la misión exclusiva de velar por los intereses de Cataluña. Se trataba del ministro sin cartera don Pedro Gual Villalbí, director de la Escuela de Altos Estudios Comerciales de Barcelona. Las escuelas de Comercio fueron las precursoras de las facultades de Economía y Empresariales, en una de las cuales me gradué (Melilla-Málaga).
En fin, que a pesar de lo mucho que he leído, y a veces escrito sobre la verdadera historia de Cataluña y el nacionalismo catalán, falseador de esa historia, el libro de Barraycoa me ha resultado enormemente interesante, ilustrador y a la vez divertido, revelándome aspectos y detalles que yo desconocía. Por eso no tengo ningún reparo, al contrario, en recomendar su lectura, convencido que me lo agradecerán aquellos que no lo hayan leído todavía.