Mi felicitación a los niños que reciben a Jesús en la Eucaristía y a los padres y familiares que se alegran por ello, lo viven bien y lo celebran. Los mayores recordamos aquel día de nuestra Primera Comunión como un gran día para perpetuar siempre. Para muchos de nosotros fue algo que marcó nuestras vidas pues, desde entonces, hemos mantenido nuestra amistad con Jesús, a quien aquel día recibimos por primera vez.
La celebración de la Eucaristía, en efecto, debería marcar el resto de la vida haciéndola cristiana, cada vez más integrada en la intimidad con el Señor gracias a este sacramento de su presencia que Dios mismo nos ha regalado. Esto supone que se comulga para comulgar, es decir, celebramos este acontecimiento “primero” (la “primera” comunión) porque es el inicio de una práctica que se comienza para no interrumpir nunca en la vida. De ello depende, en gran parte, que perseveremos en la fe. La comunión nos da la fuerza para caminar como cristianos toda la vida. Ahora es el comienzo de una amistad que tiene que seguir. Si recibimos siempre a Jesús en la comunión estaremos unidos a Él y así podemos ser buenos cristianos.
Pero ¿y si no fuese así? ¿y si después de esta magnifica celebración olvidásemos ir a Misa? ¿y si tan solo de cuando en cuando fuésemos a comulgar? Sería una verdadera pena, y bajo nuestra responsabilidad. Por todo ello, la Primera Comunión de los hijos es un momento importante para revisar nuestra propia fe y para que los padres recuerden que son responsables de la educación de la fe de sus hijos, que les debería llevar a culminar la iniciación cristiana, acudir al sacramento de la confirmación y, sobre todo, a integrarse en la vida de la parroquia o comunidad donde poder expresar y alimentar la fe, fortalecer la esperanza y vivir la caridad. Padres, por favor, ¡que los niños no dejen la Misa del domingo! ¡que no olviden que es el Día del Señor! Por lo general, los que dejan de ir a Misa se les va enfriando el amor a Dios, se van olvidando de todo lo que aprendieron en la catequesis, dejan de vivir como amigos íntimos del Señor y se van alejando de Jesús y del evangelio, quedando a merced de una cultura influyente falta de valores y que a menudo rechaza a Dios.
Me emociona, sin embargo, ver la piedad de tantos niños que, al recibir el de Cuerpo Jesús en su Primera Comunión, piden por sus padres y hermanos, por los abuelos, la paz del mundo, por los necesitados. Con qué sinceridad espontánea le abren su corazón y desean ser amigos de Cristo, y quieren ser mejores. Ojalá que vuestros hijos mantengan siempre esa misma amistad con Él, y que este día no quede como un recuerdo sentimental, algo bonito que luego olvidamos, sino que, después de haber comulgado, Jesús sea su mejor amigo, que les acompañe siempre. Él es el amigo que nunca falla que siempre nos escucha y siempre está cuando lo necesitamos.
Publicado en el Blog del obispo Zornoza.